El miércoles pasado, víspera del
día de La Merced, Patrona de cuantos trabajan en las
prisiones, fue aprovechado para homenajear a varias
personas. Estuve en el acto, celebrado en la planta quinta
del Hotel Tryp, porque había sido invitado. Y a mí, la
verdad sea dicha, dado que me gusta mucho, durante la
cuchipanda que sigue, formar parte de corrillos donde la
risa y la alegría imperen, debo decir que me lo pasé bomba.
La primera parte del acontecimiento, es decir, la de los
correspondientes discursos y entregas de placas y medallas,
la pasé junto a Manolo Muñoz, Jefe de Correos, de
quien ya no me separé hasta que decidimos dar por finalizada
nuestra estancia en el magnifico escenario.
Así que ambos pudimos comentar, con agrado, la magnífica
acogida que tuvo el momento en que el delegado del Gobierno
procedió a imponer la Medalla de Bronce al Mérito
Penitenciario a Juan Manuel Postigo Sánchez,
funcionario del Centro Penitenciario de Los Rosales. He
hicimos la siguiente reflexión: Mucho y bien debe haber
trabajado este jefe de servicio, cuando, con 32 años de
empleo en Instituciones Penitenciarias, sus compañeros
expresan semejante alegría por ser el primero que recibe
esta distinción en Ceuta.
A partir de ahí, y con la primera cerveza a tiro y el pincho
de tortilla a mano, nos tocó conversar con Fernando Tesón,
recuperado ya de unas dolencias. Fernando, nunca me cansaré
de decirlo, es persona benévola, generosa y comprensiva. Y
uno tiene la satisfacción de airear que ejerce de juez sin
tener que recurrir a ponerse la careta de la cosa. Que no es
poco.
Cuando la fiesta estaba en su apogeo, se nos acercó José
Fernández Chacón, que tampoco necesita darse pote para
demostrar que es uno de los mejores delegados del Gobierno
que han pasado por esta ciudad. Y allá que lo acompañamos a
la reunión donde él se mostraba como siempre: dispuesto a
compartir un rato de ocio entre bromas y anécdotas variadas.
Y a fe que todos los que estuvimos en ese grupo pusimos de
nuestra parte para que la risa fuera la protagonista.
En esas estábamos, cuando me presentaron a Juan Hernández
Rebollo, director de la cárcel de Los Rosales. A quien
se me ocurrió decirle, tras habernos aclarado algunas dudas
sobre prisiones, que tenía la impresión de que estaba ante
un funcionario moderno, dirigiendo los destinos de una
cárcel vieja.
En Hernández Rebollo aprecié, entre otras cosas, durante el
rato que estuvo en el corro, un sentido de la ironía muy
cuajado. Y no me importaría, lo más mínimo, en volver a
compartir un rato de charla con él. Porque tengo la certeza
de que este hombre, si se lo propone, puede quedarse con el
personal sin levantar sospechas. Ah, le he prometido hacerle
una visita en su lugar de trabajo.
Eché de menos a Juan Vivas. Si bien me dijeron que
estaba ocupado en otro menester ineludible. De modo que le
sustituyó José Antonio Rodríguez, consejero de
Gobernación. Tampoco pudo estar Pedro Gordillo. A
Pedro lo hallé nada más abandonar la planta quinta del Hotel
Tryp. Y, naturalmente, nos pusimos a charlar. Y lo hicimos
de un hombre que lleva ya mucho tiempo necesitando ayuda. Un
hombre que cuando ocupó cargo importante se desvivió por
atender a otros.
|