De un tiempo a esta parte, con
motivo de la profunda crisis social y económica que vive el
mundo, se han puesto de moda vocablos que nunca debieron
perder su valor, como la austeridad y la mesura, el sentido
de la equidad y de la justicia, la cultura del esfuerzo y el
deber de trabajar, el respeto a la palabra dada y el
cumplimiento de la ley. El ser humano, pero también el
mercado, debe cotizar sin complejos las palabras anteriores.
Son fuerzas morales fundamentales y precisas si no queremos
retroceder, sobre todo para asegurar un mejor desarrollo
integral en todo el planetario, en parte plasmado en los
apasionantes objetivos de desarrollo del milenio, que
conviene tenerlos muy presentes, por lo que son y por lo que
representan de avance social: erradicar la pobreza extrema y
el hambre, educación universal, igual entre los géneros,
reducir la mortalidad de los niños, mejorar la salud
materna, combatir el VIH/SIDA, sostenibilidad del medio
ambiente y fomentar una asociación mundial.
Habían perdido valor palabras que dicen mucho y hacen más.
Urge cultivarlas seriamente para que nos cambien por dentro.
Verán como se sale antes de la crisis. Fuera gastos
innecesarios, lujos superfluos, modas transitorias, antojos
momentáneos. No es fácil en un mundo en el que se propicia
el consumo por el consumo, en el que nadie se ocupa de
nadie, en el que compartir en verdad con quien sufre más que
nosotros sigue siendo un sueño, en el que tampoco se educa a
los niños y jóvenes en la austeridad, asumiendo por
convicción un estilo sobrio de vida.
La desmedida avaricia de algunas personas, también de
ciertos gobiernos o empresas, atenta contra el bien de
todos. No es lícito actuar así pero seguimos haciéndolo.
Díganme, sino: ¿cuántos ciudadanos ponen su riqueza en dar y
en darse, que es la mejor manera de ser?; ¿cuántos altos
cargos están dispuestos a rebajarse su salario?; ¿o cuántos
empresarios ajustan sus expectativas viviendo un espíritu de
moderación y solidaridad? Quizás sea bueno despertar las
utopías desde las culturas, concienciar ilusiones que nos
desenganchen del conformismo estéril y del pensamiento
único. Sin duda alguna, el tren del aburguesamiento
acaparador, utilitario, materialista, al que nos impulsa la
sociedad capitalista debe entrar en vía muerta.
También los seductores ídolos de violencia, corrupción y
riqueza, son viajeros que no pueden andar por los raíles de
la vida como perro por su casa. Puede ayudarnos a tomar boca
esta idea aristotélica: “La excelencia moral es resultado
del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de
justicia; templados, realizando actos de templanza;
valientes, realizando actos de valentía”. Está visto que,
junto al talento debemos impregnar valores, si queremos
salir de la crisis. A buen entendedor, pues, pocas palabras
bastan.
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