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OPINIÓN - MARTES, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN / COLABORACION

La tentación de la inocencia

Por Aquilino Melgar*


En su libro “La tentación de la inocencia”, Pascal Bruckner define la inocencia como “esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes y que se expande en dos direcciones, el infantilismo y la victimización, dos maneras de huir de la dificultad de ser, dos estrategias de irresponsabilidad bienaventurada”.

Nadie sabe en cada momento y con total seguridad el impacto que sus actitudes tiene sobre la vida de los demás. A menudo no tenemos ni idea de ello; a veces, en cambio, la tenemos, pero tienen un efecto absolutamente contrario. Y aún así hay gente que se empeña en no seguir la premisa Salander: “análisis de consecuencias”

La responsabilidad es una dimensión que nos debería permitir responder de nuestros actos y de nuestras omisiones. Creo que estaríamos todos de acuerdo en que no se puede ir por la vida actuando de manera irresponsable como si fuéramos estúpidos o inconscientes. O, lo que es peor, como si no tuviéramos conciencia de lo que está bien y lo que está mal. No podemos actuar como si aquellos o aquellas con quienes nos relacionamos no les afectasen absolutamente nada de lo que decimos, hacemos o dejamos de hacer.

Nadie en la Dirección Provincial de la que soy responsable, ha presentado la Educación en Ceuta como “un paisaje idílico en el que todo se arregla con el envío de ordenadores a todos los alumnos de 5º de Primaria”. Pero no me cabe la menor duda de que se trata de una medida positiva frente a la sensación que algunos pretenden difundir de manera irresponsable de que la Educación en Ceuta es un páramo de desastres en el que desde luego se tiene que ver incluido quien difunde tal sensación, salvo que a la pregunta “cómo es posible que, a pesar de los muchos recursos humanos y materiales seamos el territorio con mayor fracaso escolar” la respuesta sea un difuso “malestar docente” que se quiere demostrar a través de falsas acusaciones.

No es de recibo acusar a la administración de “ocultar al profesorado, alumnos y padres una serie de cuestiones” de relevancia para el sistema educativo porque queda en una acusación genérica y abocada a la indefensión.

Es falsa la acusación de una generalizada falta de limpieza en los centros; es falso que las actividades que se desarrollan de tarde se hagan con “absoluta irresponsabilidad e ilegalidad”; es falso que no se haya informado adecuadamente a los centros de las medidas en relación a la Gripe A; es absolutamente falso que los equipos directivos de cuatro centros estén pendientes de renovación y me temo que no responde en absoluto a la realidad el hecho de que las comisiones de servicio hayan creado un “malestar enorme en el profesorado” cuando se han hecho desde la transparencia y la falta de discrecionalidad, salvo que cuando se habla de “malestar enorme” se esté hablando de algún caso concreto que tal vez sería bueno sacar a la luz pública.

Creo, volviendo al inicio de mi reflexión, que la educación es precisamente el aprendizaje de la responsabilidad de tal forma que el individuo va madurando a través del pensamiento y de la acción responsable.

No soy partidario de entrar en polémicas, a menudo interesadas, que poco aportan a la problemática de un sistema educativo sobre el que hay que sumar voluntades y no dividir esfuerzos. Pero a veces no hay más remedio que quitar la cerilla al bombero pirómano ya que de lo contrario acabaremos con fuego y con dificultades para sofocarlo.

Y es que a veces, el problema, valga el juego de palabras, no es el problema. El problema es la actitud ante el problema. Porque hay una forma de manejarlos que los convierte en oportunidades de aprendizaje, en ocasiones de maduración y de enriquecimiento sobre la situación problemática y sobre lo personal. En razones para el esfuerzo conjunto y no para la descalificación de los demás.

Decía Fenelon que “la adversidad depende menos de los males que sufrimos que de la imaginación con que los padecemos”. Sería estúpido por mi parte afirmar que es mejor tener problemas que no tenerlos, pero sí me atrevo a afirmar que hay formas de afrontar los problemas que echan por tierra las expectativas de superarlos y otras que nos fortalecen ante ellos. Hay formas inteligentes de reaccionar ante los mismos y formas torpes, de la misma manera que hay talantes fortalecedores y talantes que debilitan.

* Director Provincial del Ministerio de Educación
 

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