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sociedad - LUNES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2009


inmigrantes del CETI. fidel raso.

Inmigración
 

El drama se repite en el Estrecho

Familias rotas, ilusiones truncadas o el
retorno como único destino de un viaje desesperado, en Ceuta se acumulan varios cientos de estos casos mientras otros sueños mueren en el intento
 

CEUTA
Tamara Crespo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Con o sin papeles. Esta es la clasificación administrativa que resume el drama de los inmigrantes que cada día tratan de superar la barrera de las fronteras. Muchos de los que mueren en el intento, como ha ocurrido por última vez este mismo fin de semana en aguas muy próximas a Ceuta, dejan familias rotas a uno y otro lado del Estrecho, que a menudo sigue separando sin solución de sus seres queridos también a quienes logran alcanzar suelo europeo.

Justo la semana antes de producirse la tragedia de la patera hundida junto a la isla de Perejil, decenas de estos ‘sin papeles’ que, tras conseguir superar las fronteras terrestres o marítimas, quedan atrapados en un limbo jurídico, se manifestaban por las calles de Ceuta en demanda de una solución a los más de dos años que llevan acogidos en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). En la mayoría de los casos, al no admitírseles las peticiones de asilo, su destino último será la devolución a sus países de origen. Este es el miedo que atenaza a Yaundé, cuyo caso es un ejemplo que seguro se ha repetido estos días, pues entre los muertos de la última patera había al menos una mujer embarazada, como lo estaba su mujer cuando llegó a Ceuta.

Yaundé, que prefiere no identificarse con su nombre verdadero, vendió sus pertenencias en Nigeria para desplazarse con su esposa a Tánger, donde según su relato permanecieron varios meses estudiando la forma de pasar a territorio español a través de la frontera ceutí. Ella lo logró y él no, por eso no pudo asistir al nacimiento de su hijo. De hecho, para cuando pudo atravesar la frontera, madre e hijo habían conseguido ya el permiso de residencia en la península. Ahora viven en Barcelona y su mujer ha venido a verle en varias ocasiones. Espera un reagrupamiento familiar que, por si fuera poco, se ha puesto aún más difícil con la nueva Ley de Extranjería, que el pasado viernes superó el primer escollo en el Congreso al rechazarse las tres enmiendas a la totalidad que PP, ERC-IU-ICV y PNV habían presentado contra el texto promovido por el Gobierno.

En el caso concreto del reagrupamiento familiar, uno de los puntos más criticados por los Grupos de izquierda y las ONGs, el proyecto de ley supone una revisión restrictiva de la actual, al limitarlo a los ascendientes mayores de 65 años, aunque por razones humanitarias podrá llevarse a cabo en casos aislados. También se exige al solicitante un mínimo de cinco años de residencia permanente en España.

“Salí de mi país hace cuatro años. He sufrido mucho. Entré en Ceuta nadando hace dos años. No he venido para quedarme aquí, necesito papeles para trabajar en Europa”. Este era el testimonio de uno de los ocho inmigrantes que el pasado sábado, prácticamente coincidiendo con la hora a la que naufragaban los 60 ocupantes de la patera del Perejil, relataban en la iglesia de África su historia. Lo hacían ante una delegación de la organización católica ‘Justicia y Paz’ que participaba en un encuentro centrado precisamente en el fenómeno de la inmigración y a la que, según su representante en Ceuta, afectó de forma especial el relato del tiempo que los extranjeros pasan en el CETI.

De hecho, otro de los testimonios ofrecidos en primera persona en el templo ceutí era terriblemente parecido: “Llevo dos años en Ceuta. Salí de mi país por la guerra. He perdido familia y propiedades”. Un compañero más del CETI que se animó a subirse a la tribuna para explicar su caso, aseguraba que cuando llegó a Ceuta estaba “contento” porque pensó que “algo nuevo iba a pasar”. “Pero mi ilusión se va apagando”, concluía al señalar que también lleva dos años en el centro para inmigrantes. La cuarta historia, de una mujer, seguía sin diferir de las anteriores: “Me marché de Camerún porque me obligaban a casarme casi de niña. Hace ya cinco años”.

Detrás de cada uno de los ocho cadáveres rescatados de las aguas del Estrecho, de las once personas que sobrevivieron y de los desaparecidos, de los que casi nunca se consigue siquiera dar un número exacto, hay otras de estas historias repetidas. Familias rotas, separadas por la muerte o por el fracaso en la búsqueda de una vida mejor, por la miseria y por las leyes.
 


Las ONG, contra una reforma de la ley que
“vulnera” el derecho a vivir en familia

La Coordinadora de ONG de Desarrollo (CONGDE) denunció la pasada semana que la reforma de la Ley de Extranjería en marcha lesionará “gravemente” la credibilidad de España y endurecerá las condiciones de vida de los inmigrantes. Tras el rechazo en la Cámara Baja de tres enmiendas a la totalidad a la futura ley, la CONGDE afirmaba, según recogía Efe, que el proyecto supondrá un grave retroceso en derechos. A su juicio, las restricciones a la reagrupación familiar que plantea la reforma (limita la llegada de los ascendientes) no sólo “vulnera” el derecho a vivir en familia, sino que repercute en uno de los principales mecanismos de desarrollo de los países de origen: la cuantía de las remesas enviadas por los migrantes es equiparable al presupuesto de Ayuda Oficial al Desarrollo del conjunto de la Unión Europea.
 

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