Acaba de comenzar un nuevo curso académico. Los
universitarios hoy, como los de primera y segunda enseñanza
hace unos días, afrontan un nuevo tramo de su largo caminar
hasta completar una formación integral que les permita ser
autosuficientes en todos los sentidos.
Para ellos es su normal proceso; pero para los padres que
nos gustaría mantenerlos siempre bajo protección,
ahorrándoles cualquier sacrificio, puede ser un trauma:
“¡Pobrecito mi niño, con lo pequeño que es y teniendo que
madrugar tanto! ¡Qué necesidad tendría de haber escogido una
carrera tan difícil! Para todos estos niños y jóvenes va a
suponer un continuo esfuerzo que los padres quisiéramos
evitar.
¡Craso error! El esfuerzo, entendido como la aplicación de
las facultades humanas para la consecución de objetivos,
resulta necesario para el desarrollo integral de la
personalidad. Esto que en la educación física es obvio,
parece no entenderse tan bien cuando de temas del espíritu
se trata. El esfuerzo psíquico, y sus sacrificios
correspondientes, si están bien dosificados, lejos de
producir traumas, mantiene a las personas en forma y permite
el desarrollo de sus potencias intelectuales.
Si un joven se levanta de la cama “cuando le pide el cuerpo”
y se dedica a deambular perezosamente por la superficie de
los acontecimientos diarios, presentará inmediatamente
evidentes síntomas de degradación de su personalidad. Si
encuentra un objetivo: una novia, un deporte, un trabajo, un
viaje…. Súbitamente, aparecerá un cambio de actitud,
poniendo en marcha todas sus facultades que anteriormente
parecían aletargadas, al servicio de esa nueva causa.
Entonces no le importará cualquier esfuerzo para conseguir
el objetivo encontrado. Cualquier sacrificio se dará por
bien empleado y podrá considerarlo hasta gozoso. Y es que la
mejor forma de gratificación para un joven, es que él mismo
se proponga objetivos y se esfuerce en conseguirlos. No he
conocido a nadie que se haya arrepentido de un esfuerzo
realizado aún sin aparente éxito; en ocasiones, los logros
conseguidos indirectamente igualan o superan a los
pretendidos.
Ayudemos, por tanto, a los jóvenes a ejercitarse en el
esfuerzo, en vez de ofrecerles atajos que siempre son
contraproducentes con los resultados buscados.
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