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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN / ventana abierta

Del esfuerzo

Por Miguel Ángel de la Huerga - Orientador Familiar


Acaba de comenzar un nuevo curso académico. Los universitarios hoy, como los de primera y segunda enseñanza hace unos días, afrontan un nuevo tramo de su largo caminar hasta completar una formación integral que les permita ser autosuficientes en todos los sentidos.

Para ellos es su normal proceso; pero para los padres que nos gustaría mantenerlos siempre bajo protección, ahorrándoles cualquier sacrificio, puede ser un trauma: “¡Pobrecito mi niño, con lo pequeño que es y teniendo que madrugar tanto! ¡Qué necesidad tendría de haber escogido una carrera tan difícil! Para todos estos niños y jóvenes va a suponer un continuo esfuerzo que los padres quisiéramos evitar.

¡Craso error! El esfuerzo, entendido como la aplicación de las facultades humanas para la consecución de objetivos, resulta necesario para el desarrollo integral de la personalidad. Esto que en la educación física es obvio, parece no entenderse tan bien cuando de temas del espíritu se trata. El esfuerzo psíquico, y sus sacrificios correspondientes, si están bien dosificados, lejos de producir traumas, mantiene a las personas en forma y permite el desarrollo de sus potencias intelectuales.

Si un joven se levanta de la cama “cuando le pide el cuerpo” y se dedica a deambular perezosamente por la superficie de los acontecimientos diarios, presentará inmediatamente evidentes síntomas de degradación de su personalidad. Si encuentra un objetivo: una novia, un deporte, un trabajo, un viaje…. Súbitamente, aparecerá un cambio de actitud, poniendo en marcha todas sus facultades que anteriormente parecían aletargadas, al servicio de esa nueva causa. Entonces no le importará cualquier esfuerzo para conseguir el objetivo encontrado. Cualquier sacrificio se dará por bien empleado y podrá considerarlo hasta gozoso. Y es que la mejor forma de gratificación para un joven, es que él mismo se proponga objetivos y se esfuerce en conseguirlos. No he conocido a nadie que se haya arrepentido de un esfuerzo realizado aún sin aparente éxito; en ocasiones, los logros conseguidos indirectamente igualan o superan a los pretendidos.

Ayudemos, por tanto, a los jóvenes a ejercitarse en el esfuerzo, en vez de ofrecerles atajos que siempre son contraproducentes con los resultados buscados.
 

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