Anuncios e imágenes que siguen perpetuando los roles
tradicionalmente asignados a cada género, ajenos a los
cambios sociales y a las nuevas realidades vividas por
muchas mujeres. Anuncios e imágenes que limitan las
posibilidades de éxito social para el colectivo femenino al
seguimiento de unos modelos de belleza. Anuncios e imágenes
que limitan los objetivos vitales de las féminas a la
adecuación a unos determinados patrones estéticos. En estos
spots, las mujeres aparecen descontextualizadas, centrando
sus diálogos en el cuidado corporal.
Estos son algunos de los puntos que constituyen el decálogo
para identificar la publicidad sexista creado por la Red
Internacional de Periodistas con Visión de Género y
trasladado a la Red Mediterránea de Información y
Comunicación de Género de Latinoamérica. Aunque su
procedencia pueda ser lejana, no lo es su base, su
reivindicación, su camino hacia la igualdad entre hombres y
mujeres sin que ambos sean objeto de deseo o promoción de
ventas, como suele ocurrir en muchos carteles publicitarios.
Y a pesar de que la publicidad llegó a la ciudad autónoma no
hace más de un centenario, ya son varios los colectivos que
desean erradicar el germen sexista, tales como la asociación
local que lucha por la dignidad de las mujeres y los niños,
Digmun.
“Existe un observatorio nacional de la publicidad y también
autonomías que han creado los suyos propios por eso creo que
Ceuta debería tener uno para filtrar los roles machistas y
hombristas y en él, tanto ciudadanos como entidades podrían
denunciar los abusos publicitarios. Para promocionar
productos en el mercado no es necesario mostrar el cuerpo
desnudo y tampoco invertir los roles ironizando las
situaciones, como el hombre que anuncia un detergente y
tampoco la seducción es la única estrategia de ventas para
incitar el consumo. Y es que de estas situaciones, siempre
sale más perjudicada la mujer ya que se le explota
sexualmente como, por ejemplo, en los anuncios de bebidas
alcohólicas”, argumentaba Dimple Prem, profesional de Digmun.
Pero otra de las grandes batallas que se libran en el campo
de la publicidad sexista son las reglas básicas del mercado
de la oferta y la demanda, es decir, los estímulos que se
pretenden despertar a través de un eslógan, una cuña, un
cartel, una imagen o un anuncio televisivo, detrás de los
cuales también se halla la mujer creadora. “Del 100% de
trabajadores de una agencia publicitaria, un 68% son mujeres
y el 99% de los anuncios sexistas han sido creados por ellas
como ocurrió con el desodorante ‘Fa’, el primer desnudo de
un pecho en televisión. La mujer se conoce bien y sabe cómo
seducir, el tipo de público al que se va a dirigir, qué
mensaje quiere transmitir. Pero también fueron las primeras
voces feministas las que lucharon contra esas campañas
sexistas en las que las mujeres aparecían como objetos.
Ahora se trabaja más en un público general pero si analizas
anuncios de vehículos de alta gama compruebas que van
dirigidos a hombres, y los de gama baja, para mujeres”,
valoraba Sebastián Fernández, publicista institucional.
Uno de los instrumentos actuales que a nivel nacional actúa
como vigía es el Observatorio de la Publicidad del Instituto
de la Mujer; un foro de estudio, análisis y canalización de
las denuncias originadas por anuncios sexistas que aparecen
en cualquier medio de comunicación. En la actualidad, este
país demanda cada vez más la difusión de una imagen no
sexista de las mujeres a través de los medios y, en
concreto, de la publicidad. Existe una clara concienciación
social acerca del papel que actualmente las mujeres
desempeñan y en ocasiones elabora la publicidad, basándose
en fórmulas estereotipadas del pasado. De ahí que la Ley
General de Publicidad establezca la difusión de una imagen
social de las mujeres ajustada a su realidad actual, y fue
en 1994 cuando se creó la posibilidad de denunciar la
publicidad que atenta contra la dignidad de la persona o
vulnera los valores y derechos reconocidos en la
Constitución, especialmente en lo que se refiere a la
infancia, la juventud y la mujer.
Pese a ello, y en el caso de la ciudad autónoma por su
condición de paso fronterizo, estos preceptos están muy
limitados además por la convivencia de cuatro culturas. “Las
marroquíes son reacias a ver imágenes de hombres o mujeres
al desnudo y mucho menos delante del género masculino. Sin
embargo, dependiendo del nivel de creencia religiosa, el
marroquí disfruta viendo una mujer que no sea la suya en
paños menores o, por el contrario, tampoco lo consiente”,
valoraba Dimple Prem, profesional de Digmun.
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