La denuncia telefónica realizada por los miembros de la
Asociación de Vecinos del Príncipe Alfonso sobre la
actuación “desproporcionada” de la Policía Nacional y el
relato del incidente son es en sí manifestaciones de quienes
afirmaron ser testigos directos de los acontecimientos
durante la celebración de un encuentro del Campeonato
llamado del Ramadán organizado por esa Asociación Vecinal.
En cualquier caso, los nombres propios aparecidos ni tienen
nada que ver con los incidentes, ni manifestaron, ni
declararon absolutamente nada al respecto, simplemente son
citados como miembros de un club conocido en cuyo
organigrama deportivo figuran nombres que, por su respetable
dedicación, como ciudadanos en el ejercicio de su tiempo
libre, cuentan con estimable reconocimiento popular. Al
margen quedan evidentemente sus respectivas profesiones pese
a que en la noticia publicada apareciera, sin nombres
propios y como dato apuntado por los vecinos, algún
funcionario de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
En cualquier caso, las declaraciones de los representantes
vecinales reflejadas en el diario EL PUEBLO, quisieron hacer
ver unos hechos que no se corresponden exactamente con la
situación que realmente se vivió el pasado miércoles en
torno a las 19’30 horas. En primer lugar los ciudadanos que,
en el ejercicio de su tiempo libre –siendo profesionales de
la seguridad pública- se encontraban en el polideportivo o
recinto abierto deportivo y desmienten la alarmante
situación que dijo ser vivida como consecuencia de la
actuación policial que, efectivamente, se produjo.
Los agentes policiales desplazados hasta el lugar como
consecuencia de la abundante, excesiva y vergonzosa
actividad de moda que llevan a cabo en los últimos tiempos
los jóvenes vecinos del barrio de Príncipe Alfonso, actuaron
cuidando especialmente el hecho de que en las cercanías de
donde se producían uno de los últimos apedreamientos se
desarrollaba una actividad deportiva vecinal, con niños.
De hecho, es absolutamente cierto que esa actuación se llevó
a cabo vigilando esa protección pese a que, también es
rigurosamente cierto y, como medida coercitiva hacia los
vándalos, se dispararon salvas en primer lugar y, a lo largo
de la actuación policial en la zona, los agentes dispararon
exactamente 10 pelotas de goma en respuesta a los ataques
con piedras que se producían. Para valorar esta respuesta
policial sirva el hecho de que un agente fue golpeado en una
extremidad por uno de esos bloques lanzados por los jóvenes
alborotadores, un hecho que se viene repitiendo con una
excesiva frecuencia.
Por otra parte, a los representantes vecinales, debe serle
recordada su responsabilidad ante la sociedad. Si bien es
una evidencia que han heredado la representación de un
barrio con serios problemas sociales, no es menos cierto que
nada resuelve la construcción de un muro más alto de
protección porque lo que no debe suceder son hechos como los
que se repiten habitualmente por personas que,
efectivamente, deben ser conocidas por los vecinos del
barrio.
De modo que los vecinos de bien, que son la mayoría, deben
señalar –como ocurre en cualquier lugar- a los culpables y
reprimirles. El axioma de que acusar a los infractores
acarrea acciones de venganza lo único que provoca es el
envalentonamiento de quienes hacen de la delincuencia su
forma de vivir. Y eso debe ser superado por la sociedad
civil, que quiere un Príncipe libre de vandalismo y de
incivismo, con la ayuda y protección tanto de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado, como por las autoridades
judiciales.
Los ciudadanos y vecinos de este barrio deben ser los
primeros que deben ser inflexibles con quienes a su
alrededor alteran el buen orden y la convivencia. Aunque las
instituciones deben volcarse en la zona por lo socialmente
deprimida en que se encuentra, es un hecho que esa situación
no debe ser nunca la excusa de nadie para romper la paz, la
armonia y la libertad de los ciudadanos imponiendo el miedo
como forma de entender la convivencia. La Ley debe
respetarse, y si no, debe imponerse. La educación, el
respeto y los valores cívicos son propios de una sociedad
libre.
La respuesta a todo ello está en las instituciones si, pero
también y en gran medida en los propios ciudadanos que
habitan esa barriada.
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