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OPINIÓN - SÁBADO, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN

Aclaración de hechos en El Príncipe

Por Antonio Gómez


La denuncia telefónica realizada por los miembros de la Asociación de Vecinos del Príncipe Alfonso sobre la actuación “desproporcionada” de la Policía Nacional y el relato del incidente son es en sí manifestaciones de quienes afirmaron ser testigos directos de los acontecimientos durante la celebración de un encuentro del Campeonato llamado del Ramadán organizado por esa Asociación Vecinal. En cualquier caso, los nombres propios aparecidos ni tienen nada que ver con los incidentes, ni manifestaron, ni declararon absolutamente nada al respecto, simplemente son citados como miembros de un club conocido en cuyo organigrama deportivo figuran nombres que, por su respetable dedicación, como ciudadanos en el ejercicio de su tiempo libre, cuentan con estimable reconocimiento popular. Al margen quedan evidentemente sus respectivas profesiones pese a que en la noticia publicada apareciera, sin nombres propios y como dato apuntado por los vecinos, algún funcionario de las fuerzas y cuerpos de seguridad.

En cualquier caso, las declaraciones de los representantes vecinales reflejadas en el diario EL PUEBLO, quisieron hacer ver unos hechos que no se corresponden exactamente con la situación que realmente se vivió el pasado miércoles en torno a las 19’30 horas. En primer lugar los ciudadanos que, en el ejercicio de su tiempo libre –siendo profesionales de la seguridad pública- se encontraban en el polideportivo o recinto abierto deportivo y desmienten la alarmante situación que dijo ser vivida como consecuencia de la actuación policial que, efectivamente, se produjo.

Los agentes policiales desplazados hasta el lugar como consecuencia de la abundante, excesiva y vergonzosa actividad de moda que llevan a cabo en los últimos tiempos los jóvenes vecinos del barrio de Príncipe Alfonso, actuaron cuidando especialmente el hecho de que en las cercanías de donde se producían uno de los últimos apedreamientos se desarrollaba una actividad deportiva vecinal, con niños.

De hecho, es absolutamente cierto que esa actuación se llevó a cabo vigilando esa protección pese a que, también es rigurosamente cierto y, como medida coercitiva hacia los vándalos, se dispararon salvas en primer lugar y, a lo largo de la actuación policial en la zona, los agentes dispararon exactamente 10 pelotas de goma en respuesta a los ataques con piedras que se producían. Para valorar esta respuesta policial sirva el hecho de que un agente fue golpeado en una extremidad por uno de esos bloques lanzados por los jóvenes alborotadores, un hecho que se viene repitiendo con una excesiva frecuencia.

Por otra parte, a los representantes vecinales, debe serle recordada su responsabilidad ante la sociedad. Si bien es una evidencia que han heredado la representación de un barrio con serios problemas sociales, no es menos cierto que nada resuelve la construcción de un muro más alto de protección porque lo que no debe suceder son hechos como los que se repiten habitualmente por personas que, efectivamente, deben ser conocidas por los vecinos del barrio.

De modo que los vecinos de bien, que son la mayoría, deben señalar –como ocurre en cualquier lugar- a los culpables y reprimirles. El axioma de que acusar a los infractores acarrea acciones de venganza lo único que provoca es el envalentonamiento de quienes hacen de la delincuencia su forma de vivir. Y eso debe ser superado por la sociedad civil, que quiere un Príncipe libre de vandalismo y de incivismo, con la ayuda y protección tanto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como por las autoridades judiciales.

Los ciudadanos y vecinos de este barrio deben ser los primeros que deben ser inflexibles con quienes a su alrededor alteran el buen orden y la convivencia. Aunque las instituciones deben volcarse en la zona por lo socialmente deprimida en que se encuentra, es un hecho que esa situación no debe ser nunca la excusa de nadie para romper la paz, la armonia y la libertad de los ciudadanos imponiendo el miedo como forma de entender la convivencia. La Ley debe respetarse, y si no, debe imponerse. La educación, el respeto y los valores cívicos son propios de una sociedad libre.

La respuesta a todo ello está en las instituciones si, pero también y en gran medida en los propios ciudadanos que habitan esa barriada.
 

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