Me encuentro en un bar de la gran
urbe barcelonesa, esperando a un amigo para acudir a una
reunión de alto nivel, al menos yo lo considero así dentro
de las limitaciones que impone un Estado de Derecho, y como
me da tiempo de sobra en la espera, aprovecho para plasmar,
con mi portátil, un recuerdo que no deseo se pierda.
Momento triste para mí, después de una tremenda enfermedad
se largó de este mundo un amigo artista norteamericano,
devorado por el cáncer del páncreas, haciendo realidad una
de sus películas más llamativas y conmovedoras.
Lo conocí en 1989 en Los Ángeles, cuando acudí a la reunión
del Forum de un organismo internacional de deportes para
discapacitados. Estaba en la misma mesa donde me senté a
devorar uno de esos repetitivos pseudo bocadillos
norteamericanos de hamburguesas repletos de salsas de todas
formas y condimentos.
Era un hombre afable, dinámico y realmente agotador para
quién quisiera acompañarle unas horas. Disponía de un don
asombroso para comunicarse con quién quisiera, sin trabas
idiomáticas de ninguna clase.
Obviamente yo no lo conocía personalmente de nada, pero como
el grupo que estaba reunido en ese Forum resultó agraciado
con una invitación para recorrer los estudios de Hollywood,
tuve la oportunidad de saludarlo y él se dignó acompañarme
por los estudios y enseñarme los diversos decorados
permanentes donde ruedan series prolongadas de TV.
En aquella estancia tuve la suerte de ver muchas caras
conocidas, de carne y hueso no en celuloide, de la gran
pantalla y, la verdad sea dicha, no me parecieron tan
“guapos y guapas” como nos los mostraban en cinemascope.
Ojeras por doquier, arrugas que dejan corto al modisto
inventor de las mismas, caras de vinagre en primera y
segunda instancia, prisas por ir y venir sin ganas reales de
atender a los admiradores…
Bueno, ya está en el cielo que tantas veces mencionó en sus
películas. Ya está allá donde Woody Goodman no le servirá
para traducir sus palabras a una rutilante estrella
hollywoodense de cabello cortado y con aspiraciones de
marine, que por otra parte nunca fue su esposa.
Recorrer Los Ángeles es como si recorriera Catalunya entera
y una semana no daba suficiente tiempo para ver la ciudad.
Pero en cuanto nos encontramos en ese bar de hamburguesas,
teniendo él tiempo libre de sobra, todo fue visto y no
visto.
Obvio es que aproveché todo el tiempo libre que me permitió
aquella reunión para visitar los lugares más interesantes de
la ciudad californiana, entonces no era gobernador “Terminator”,
guiado por tan peculiar actor y nuevo amigo. Lo era porque
un amigo mío era suyo íntimo. De hecho se repartían entre
los dos una inmensa mansión, si acepto lo que me decía mi
amigo no actor.
Bueno, a estas horas anda dando vueltas por el cielo, de la
mano de San Pedro que hace las veces de guía, como él lo fue
para mí en el paraíso de las estrellas terrenales del
celuloide, y sin posibilidad absoluta de conectar con una
médium que le transfiera a sus seres queridos sus deseos y
querencias.
Ya vemos que la vida de un ser humano no es nada, es un
transeúnte que pasa veloz en, más o menos, 28.800 rotaciones
de la Tierra. Suele nacer pequeñito y fallecer también
pequeñito dentro de la inmensidad del Universo.
Solo me queda dedicarle, a ese amigo que se largó sin más,
un pensamiento de aquellas horas que pasé con él. Horas
agradables donde el espectáculo sólo estaba entorno a las
chicas que se sumaban y que hacían la jornada más o menos
agradable.
En fin, suelo entristecerme por los fatales desenlaces de
alguien perteneciente al entorno de amigos y conocidos, de
familiares es otra cosa, pero que me refuerzan cada vez más
por luchar cada minuto de mi vida por seguir en pie, sin que
esto signifique un desafío a “La Parca”.
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