Y esto parece el cuento de nunca
acabar, por cuanto el número crece y las reivindicaciones
son cada vez más.
Quienes hemos vivido el problema de la inmigración, como
unos emigrantes más, en Francia, Alemania, Suiza o los
Países Bajos, por ejemplo, sabemos que esa situación no es
nada cómoda, pero también sabemos que en aquellos años, si
te ibas de tu país a otro, lo primero que tenías que tener
era una documentación en regla, y luego allí, en el país que
te habías asentado no eras más que un inmigrante,
generalmente un Gastarbeiter, que tenías ciertos derechos,
pero especialmente mucho deberes.
La España de los últimos años de los 50, del siglo pasado,
sufrió una auténtica sangría de su población joven, la
población que podía rendir más con su trabajo, pero gracias
a esa sangría muchos rehicieron una vida digna, ellos y sus
familiares, a base de trabajar en el extranjero y siempre
agradecidos a aquellos países que les habían acogido, aunque
bien es cierto que en el país a donde llegaban estos
inmigrantes, o donde llegamos, yo también estuve, lo primero
que sabían en ese país era quien había entrado allí, a qué
se iba a dedicar y donde.
Así son los movimientos migratorios en unos territorios en
los que, por encima de todo, se busca el orden y el dominio
de la ley.
Lo otro, lo que está entrando en ciertos, no en todos, los
territorios europeos, ni aporta una seguridad, ni mucho
menos va a tono con lo que marcan las leyes, por lo que el
“vale todo” que parece que nos invade, o lo cortamos o
terminará en una auténtica invasión que desplace a los
nativos de sus propias tierras.
Los subsaharianos, tras dos días de protesta por la ciudad,
volvieron al CETI, pero amenazando con más movimientos si no
se les regulariza la situación aquí.
¿Por qué aquí y no en su país? ¿Es que vamos a cargar
nosotros con unas reivindicaciones que no se atreven a hacer
en su país de origen y además vamos a cargar con toda una
responsabilidad?.
Una cosa es dar acogida, temporalmente, y otra que Ceuta, en
vez de atender unas necesidades de sus propios habitantes
tenga que solucionar asuntos de gentes que, buscando el
Dorado, se nos ha colado aquí sin saber quienes son y qué
van a hacer.
Rotundamente no, y mucho menos que intenten ponerte
condiciones en tu propio país.
Quienes conocimos la emigración de los cincuenta y los
sesenta en Europa vimos como turcos, españoles italianos o
portugueses vivían en Alemania o en los Países Bajos en unas
condiciones no superiores a las de los inmigrantes del CETI,
pero, además, con la particularidad de que se tenían que
pagar ellos la “habitación”, a veces en una “barraca” que
les proporcionaba la empresa donde trabajaban, cobraban y
sin hacer ningún tipo de reclamaciones porque fuera más
cómoda o más incómoda allí su vida.
Es cierto que todos tenemos, igualmente, derecho a un sitio
al sol, pero si estas reivindicaciones que pretenden hacer
aquí las hubieran hecho en su tierra, tal vez, no hubieran
llegado hasta nuestras fronteras.
No entro en el país de nadie, pero sí que exijo que si mis
antepasados tuvieron que emigrar y yo mismo emigré, no se
nos trate a nosotros de una forma distinta a como se trata a
los que llegan de fuera. Y eso de “tenemos que hacer algo
porque estando quietos no conseguimos nada”, lo deben
comenzar a hacer en su país, no en España, y concretamente
en Ceuta.
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