Hablemos de humoristas. De
Mingote se ha dicho que sus dibujos son la sonrisa, la
meditación, la melancolía y el justo punto de modernidad
para hacer la vida más llevadera y darle al periódico esa
ventana clara de un editorial dibujado y con muy pocas
palabras. En fin, periodismo apasionado y lleno de
ilusiones.
Lo último que permitiría el maestro Mingote, y los grandes
dibujantes de humor que hay en España, es que al margen de
su tira cualquier señorita Rottenmayer tuviera que
aclarar el texto por ser éste ininteligible. Lo cual ocurre
en un medio local todos los días y fiestas de guardar. Y lo
peor es, créanme, que la traducción es tan mala que uno, que
si bien no es muy listo tampoco es tonto de babero, termina
entendiendo todo lo contrario a lo que el artista de los
dibujitos trata de decirnos en el texto original. Normal.
Pues la señorita Rottenmayer vive total y absolutamente
dispuesta a avinagrarnos la vida por sistema. Ya que los
espejos le devuelven una imagen que sólo encuentra consuelo
cuando tiene delante a la foca que dibuja y le da por
compararse con él.
Ambos, es decir, la señorita Rottenmayer y la foca que
dibuja nunca han sido capaces de dar un paso adelante sin el
consentimiento de quien les paga. Nunca. Porque quien les
paga sabe calibrar la fuerza de sus adversarios y aunque es
verdad que miente más que habla tampoco es tonto a tiempo
completo. Y, desde luego, le teme muchísimo a ser satirizado
por quien puede hacerlo. Dado que no deja de ser un
personaje cuya forma de ser es la ideal para revestirlo de
burla, ironía y si se tercia jugar sarcásticamente con él.
No en vano he podido estudiar a la criatura y me sé de
memoria todas sus poses.
Pero volvamos al humor. A ver si la foca que dibuja se
percata de que el humor si algo no resiste es el insulto. La
chabacanería. La pérdida de papeles, porque los argumentos
esgrimidos por el contrario sean los más cercanos a la
verdad. Y es que la foca, a estas alturas, lo que más
quisiera es que de su etapa como ‘gilista’ premiado y que
tan buenos resultados económicos le proporcionaron, no se
hablara. De todas formas, aunque ello sucediera, su traición
a Jesús Fortes la tiene presente todos los días. Ya
que, si no ha habido cambios, el despacho de la foca está
frente por frente al del ex presidente de la Ciudad.
Rafael Azcona, extraordinario guionista, solía decir
que el mejor humor es involuntario. Y ponía un ejemplo: la
selección de fútbol está jugando fatal, y el comentarista
insiste, una y otra vez, en que técnicamente es una
maravilla. En efecto, eso es humor.
Veamos. Voy a probar yo a poner otro ejemplo al respecto. Si
bien me temo que no alcance la claridad del que expuso el
maestro Azcona. Un señor de provincias decide casarse por
todo lo alto. Lo anuncia a bombo y platillo. Invita a media
ciudad. No escatima gastos. Al día siguiente, los invitados
salen cantando las excelencias del banquete. El señor de
provincias, pasados los momentos de euforia por las
alabanzas recibidas, se percata de que la factura se ha
disparado. Y que ha de pagarla él. Lo cual le causa
inquietud. Y piensa: ¿acaso mi boda no ha sido de interés
general para esta población? Y el siguiente paso es
presentarse ante los gobernantes para exigirles que se hagan
cargo de los gastos de un acontecimiento que ha dado
esplendor a la ciudad. Genial. Humor del bueno. ¿Verdad,
Vicente Álvarez?
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