No es la época más apropiada o más
frecuente para encontrarte, especialmente en estas tierras,
con una procesión, pero Ceuta hace muy pocos días, se
encontró con, nada más y nada menos, que el Nazareno,
“recorriendo” las calles de la Ciudad.
Era una circunstancia muy especial, por cuanto se
conmemoraba el cincuenta aniversario de esa talla “moldeada”
en sus talleres, en posición itinerante, por Pineda
Calderón.
No era, pues, una circunstancia casual, sino la celebración
de ese medio siglo, desde que en 1959 se sumó la talla a la
Cofradía del Encuentro.
Era, por tanto, una salida fuera de la rutina, una salida
extraordinaria, al hacer ya, medio siglo, de la bendición y,
a continuación, la incorporación de la actual imagen.
La sorpresa, para más de uno, estuvo cuando, en vez de
encontrarse con el ambiente de playa, más propio de este
tiempo, se “toparon” con una procesión que no se iba a
superponer a nada, ni iba a dar réplica a otros tipos de
celebraciones religiosas, pero que ya, visto lo visto, unos,
porque sabían de qué se trataba, otros, porque era algo,
aunque inesperado, grato, se sumaron, en gran número, a esa
“procesión”.
Y es que no siempre tenemos la oportunidad de celebrar un
cincuenta aniversario de una entidad como esta, que en Ceuta
forma parte del “paisaje” y de las creencias de muchos,
especialmente, en la Semana Santa.
Que ahora no era la fecha esperada o indicada, creo que
puede ser la opinión de quienes no vivimos plenamente lo que
encierra y representa esa cofradía, pero estoy completamente
seguro de que para quienes viven, todo el año, pendientes de
lo que tienen y están trabajando por superar lo del año
anterior, esta salida en septiembre habrá sido el premio más
importante que recibieron en mucho tiempo.
Ahora, propios y extraños, van a poder decir que el Nazareno
estuvo en la calle en pleno mes de septiembre, podrán decir
todos ellos que han visto la conmemoración de los cincuenta
años de la incorporación a la cofradía, del Nazareno, tal y
como lo podemos ver en la Semana Santa.
La salida, para tener más concurrencia, para tener más
vistosidad, fue al atardecer, tras haberse celebrado una
misa concelebrada, en acción de gracias.
Aquí no es que tengamos que decir que la fe mueve montañas,
aquí se conjuntaron la fe, la devoción y la memoria de unos
instantes muy gratos, que se han vuelto a repetir, cincuenta
años después.
Muchos, una gran parte, de los que en aquellas fechas del
pasado siglo, nueve años después de haber traspasado el año
cincuenta, ya no estarán entre nosotros, pero es digno de
resaltar que la fe, la devoción y el cariño que aquellos
tuvieron en 1959, ahora, cincuenta años después, la sigan
otros que entonces eran unos niños, unos jovencitos o que
incluso no habían nacido.
Unos y otros, los de entonces y los de ahora, en lo tocante
a todo lo que conlleva esta cofradía, no han mudado su
devoción, ni han adaptado esa devoción a los cambios de los
tiempos. Más de uno puede haber cambiado sus hábitos en la
vida ordinaria, pero en el fondo, eso es intocable.
Insignias de la cofradía y otras invitadas, daban la imagen
de una Semana Santa, a destiempo quizás, en Ceuta, pero aún
así y todo, el acto no desentonó.
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