Es, por desgracia, el adjetivo que
más cuadra para la mayor parte de las fiestas que se vienen
celebrando durante el verano y que ese peligro se sucede a
otras fiestas, o a simples días de fiesta del otoño o del
invierno.
Hace pocos días ya escribí algo sobre esto y ahora mismo,
cuando veo que es un auténtico disloque lo que se viene
dando en pueblos pequeños y en otros más grandes, creo que
es el momento de decir ¡Basta ya!.
Y es que muy malo es que los gamberros anden a sus anchas en
muchas fiestas, pero mucho peor es que ciertos medios de
comunicación, por aquello de “informar”, entrevisten a estos
zánganos y saquen en una pantalla de televisión la
conversación de unos jovenzuelos, chulos y “delincuentes en
potencia”, insultando a la policía y haciendo llamadas a
todos los de su misma calaña, para que se enfrenten a la
propia policía y no tengan el menor temor en tratar de
agredir a los agentes del orden.
Que un medio de comunicación dé cancha a estos “presuntos o
delincuentes en potencia” es para tomarse muy en serio por
donde quiere ir ese medio y no dejarle pasar lo más mínimo.
Porque informar está bien, al menos así lo recoge la
Constitución:” Se reconocen y protegen los derechos: a) A
expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y
opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro
medio de reproducción”. (Artículo 20, 1,a). Pero una cosa es
informar y otra es difundir expresiones sobre la no
acatación de las leyes, o hacer apología del gamberrismo.
Así las cosas, hemos entrado en una nueva moda a la que no
frenan los que tendrían que hacerlo, pero que ya en casos
más graves “echan por delante” a las fuerzas del orden para
evitar disturbios que podrían ser irreparables. Ahora bien,
estas fuerzas siempre van “atadas de pies y manos”, por
cuanto si un mozalbete, gamberro reconocido, ocasiona varias
heridas a un policía, al día siguiente podrá ir al pueblo
cercano a volver a armarla, mientras que si un policía,
defendiéndose de estos macarras, hace uso de la fuerza y
tiene la mala suerte de causar cualquier tipo de lesión a
uno, ya tendrá sobre él la sociedad y parte de sus propios
superiores.
Me da vergüenza que en mi país, todos estos “aprendices de
delincuentes” puedan marchar libres por la calle, como me da
vergüenza esa moda, tan de moda, que en cada fiesta de
pueblos de más o menos habitantes, monten el botellón en
medio de la plaza del pueblo, sin que nadie ponga freno a
esto.
¿Cuándo se atreverán alcaldes, delegados o subdelegados del
Gobierno, a cortar esto?. Porque las manifestaciones de hace
una semana de la presidenta de la Comunidad de Madrid,
Esperanza Aguirre, son únicamente fuegos artificiales y los
mismos problemas que esos días hubo en Pozuelo los pueden
tener en Majadahonda, Las Rozas y otros pueblos o ciudades,
sin que se ataje de verdad este asunto que se escapó, hace
años, de las manos.
Si la base educativa sobre la que se forma nuestra juventud,
o al menos una parte, es el botellón, la litrona o el actuar
a sus anchas, mejor hubiera sido que el viejo profesor, y
también alcalde, Tierno Galván, no hubiera estado tan cerca
de los jóvenes, por cuanto su idea de libertad y formación,
sobre los libros, le obnubiló lo que significaría cuando eso
se llevara a la realidad en la calle, por lo que lo que le
ha seguido desborda hoy a casi todos.
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