Juan Vivas estaba
convencido la semana pasada de que yo había escrito de la
Asociación Deportiva Ceuta firmando el artículo con dos
iniciales para que no se supiera que era yo su autor. Cuando
tuve noticia de la cosa, leí la susodicha opinión y quedé
pasmado por el despiste del presidente de la Ciudad. Por dos
razones fundamentales: la primera, porque ese estilo de
escritura no me corresponde. No por ser mejor ni peor que el
mío, sino porque es diametralmente opuesto. La segunda es
aún más evidente: nunca, pero nunca, he escrito nada
amparado en siglas, seudónimo, alias, sobrenombre, etcétera.
En lo tocante al primer error pase, pues tampoco pretendo yo
que Vivas, por más que me lea diariamente, tenga un concepto
claro de cómo suelo ordenar mis ideas en el papel. Mas en
relación con el segundo, me extrañan sus dudas.
Me explico: llevo dos décadas escribiendo con el compás
abierto, adelantando la pierna, dando el pecho y pisando los
terrenos donde el derrote de cualquier toro suelto pueda
dejarme la femoral manando liquido vital. Y mandarme al hule
del dolor. Donde ya estuve una vez. Precisamente por ponerle
rubrica a todas mis columnas personalizadas. Pues sigo
creyendo que columnas o artículos en los que no se
personalice son nada y menos. Ni chicha ni limoná. Papel
gastado en balde.
Ahora bien, como dudar es necesario, aprovecho las dudas
tenidas por el presidente de la Ciudad con el fin de aclarar
lo siguiente. Muchas personas, pero muchas, estarían
encantadas con que yo opinara de las actuaciones de la ADC
cuando juega en el Murube. Sería, sin duda, una sección en
la cual analizaría lo mejor y lo peor del equipo. Y creo que
mis indicaciones y comentarios podrían ser hasta provechosos
para los profesionales del asunto. Modestia aparte. Y por
razones obvias.
No obstante, a pesar de que esa sección deportiva
beneficiaría a este medio, porque cabe pensar que aumentaría
el número de lectores, por causas varias, se han unido dos
circunstancias que han impedido hasta ahora el que los lunes
aparecieran en el periódico mis artículos sobre el primer
equipo local.
Una es que el editor del medio no quiere verme enfrascado en
cuestiones concernientes al fútbol y, mucho menos,
relacionadas con la ADC. Y otra, no menos decisiva, es que a
mí me cuesta lo indecible ir al campo. Por lo tanto, salvo
algunas críticas espaciadas a la directiva o al entrenador
del equipo, respondiendo a declaraciones que me parecieron
absurdas, poca o nada he escrito yo sobre cuestiones
técnicas, tácticas o físicas del conjunto entrenado ni por
Carlos Orúe ni por ningún otro técnico.
Por lo que no acabo de comprender que cunda el nerviosismo
entre los dirigentes cuando digo que la Segunda División B
se ha convertido en un refugio de equipos que, salvo tres o
cuatro en cada grupo, carecen de medios económicos e
instalaciones para formar parte de una categoría nacional
que fue ideada para mejores fines. Categoría en que el
equipo ceutí está obligado a clasificarse entre los cuatro
primeros.
Ello es algo que he dicho varias veces. La última fue cuando
el Sangonera visitó Ceuta. Y ahora, aunque algunos tuerzan
el gesto, debo repetirme: el espectáculo dado por el Jerez
Industrial y la ADC Ceuta, en el Estadio de la Juventud, fue
deprimente. Y lo firmo.
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