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OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ángel Gómez Prieto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llueve. Caen las primeras aguas y a mí me cogen a punto de escribir. Y lo primero que se me viene a la memoria es que Ángel Gómez Prieto, superintendente Jefe de la Policía Local, debe estar consultando todas las predicciones meteorológicas para saber si mañana –hoy para ustedes- amanecerá un día radiante que le permita celebrar la boda de su hijo como él ha soñado durante muchos días.

Ya ves, querido superintendente Jefe de la Policía Local, que me he acordado de ti en la víspera de un acontecimiento que deseo alcance el esplendor que te mereces por haberle dedicado al asunto todo el tiempo del mundo. Y es que puedo dar fe de cómo te has entregado a la causa de la preparación. En la que has puesto un empeño merecedor de que obtengas unos resultados que sobrepasen tus previsiones.

Aunque tú no lo creas, Ángel, te he estado observando durante muchos días, y hasta habrá habido otros muchos en que yo no te he visto, yendo desde el Hotel Tryp al Parque Marítimo del Mediterráneo y viceversa; aportando detalles, pidiendo explicaciones a los técnicos, estudiando minuciosamente los problemas que pudieran surgir en el escenario de la celebración, y en todo ese tiempo encomendándote a todos los santos para que la cena de la boda pueda festejarse en El Parque. Escenario de lujo.

Ahora bien, si el mal tiempo lo impidiera, como persona previsora que eres, todo estará dispuesto para que los invitados sean acogidos en los salones del Tryp. Pero tengo la certeza, Ángel, que hará una noche ideal y que tú y los tuyos acabaréis ebrios de felicidad. Ojalá sea así. Aunque el Tryp tampoco es moco de pavo.

Te agradezco la invitación recibida hace ya la tira de tiempo. Pero sabes muy bien que a última hora han surgido unos problemas que me impiden estar en esa celebración. En la que hubiera querido estar entre otras cosas para haberle dedicado unas páginas repletas de detalles y comentarios que a mí me hubieran hecho tilín.

Verás, Ángel, yo sé que la lectura de esta columna te alegrará muchísimo. Y en la que aprovecharé la ocasión para desearles lo mejor a los novios: Ángel y Mónica. Y tú, que como policía ve más allá de lo que ven otros muchos, te darás cuenta de que hoy pueden haber quedado resueltas muchas de las dudas que se han venido interponiendo en nuestras educadas relaciones. Que a pesar de los pesares, que no han sido pocos, hemos mantenido contra viento y marea. Y todos gracias a que ni tú ni yo hacemos del rencor un muro infranqueable.

Quizá, y tal vez sin quizá, porque sabemos que el rencor es tóxico y tan dañino que acorta la vida. Y ambos estamos empeñados en seguir saboreando esos vinos del Duero que tanto prestigian a la tierra donde te parieron (a propósito: creo haberme ganado con creces lo prometido).

Lo dicho, además, puede servirles de aclaración a quienes no lleguen a entender que tú y yo seamos capaces de hablar cada vez que nos vemos. Y hasta de reír por cualquier ocurrencia que surja en esos momentos. Pertenezca a quien pertenezca. En fin, Ángel, que -desde hoy viernes, cuando son las nueve de la mañana- me he sumado a tus plegarias para que mañana –hoy para ustedes- disfrutemos de una noche ideal. La que necesita el matrimonio que Ángel y Mónica van a contraer.
 

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