El presidente Vivas ha dado muestras sobradas de que baila
al son que toca la más fea del salón musical ceutí.
Baila, le marca el paso y hasta le elige la banda y la
música. Música generalmente estruendosa que haría palidecer
de rubor a cualquier otro político que no esté acostumbrado
al solo de bombo y trompetería desafinada.
Pero claro, luego pasa lo que pasa. Y lo que pasa es que el
presidente Vivas puede tener ya los oídos acostumbrados al
estruendo y sólo escuche el ¡BOM!, ¡BOM! ¡PORRROMMM!, como
si fuera ello música celestial.
¿Puede alguien sacar a este político de su aturdimiento
acústico y decirle que para escuchar ruido no hace falta
pagar entrada ni pagar nada?
Quizás no sepa, lamentablemente, distinguir el sonido que
puede salir de un violín del que se pueda reproducir con un
palo y un puchero barato. Con este escaso nivel musical
resulta difícil hablar al presidente Vivas de algo que él,
además, no quiera saber.
Y como hablamos de oir y escuchar lo que resulta denunciable
es que los periodistas de este medio que fueron a cubrir la
visita del comisario europeo Pawel Samecki dentro de la
barriada del Príncipe no pudieran escuchar la opinión del
representante de la Comisión Europea en aquel escenario
porque no se nos dejó entrar a la barriada. Exactamente se
nos dijo que nos fuéramos al Hospital nuevo a esperarles y
en la cuesta del Quemadero se desvió al coche de esta
empresa al citado lugar. Recordar que el nombre del
Quemadero resulta muy apropiado a las circunstancias si
tenemos en cuenta que con esa referencia se nos desplaza a
los tiempos de la Inquisición, al lugar donde se quemaba a
las personas en vida según las ordenanzas pontificias de
1231.
Total como dice el tango 778 años después no son nada.
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