Y para empezar, un mano a mano,
como en las mejores ferias de estos días – Albacete,
Valladolid, Salamanca - , entre “los dos primeros espadas”
de la política de nuestra época, José Luis Rodríguez
Zapatero y Mariano Rajoy.
No me gusta, en estos casos, hablar de cual fue el
triunfador en ese mano a mano, porque aquí el público
participa “poco”, no concede las orejas, y las encuestas que
se dan en los diferentes medios, más que reflejar lo que fue
en sí “la faena”, marcan lo que más interesa a la tendencia
del medio que las ha encargado.
Tampoco he citado a los demás “espadas”, con la categoría,
si acaso, de “novilleros”, y no los he citado porque aquí,
especialmente los que nada pueden ofrecer a su electorado,
se agarran especialmente a un clavo ardiendo en el grupo del
poder, sacan su tajada y al final, las propuestas oficiales
son las que se llevan el gato al agua.
Y menos mal a que en el debate ese no intervienen los
sindicatos, entidades que con una afiliación pobrísima, en
España, intentan hacerse pasar por los salvadores del país.
Los sindicatos, desde luego, recogerán “la cosecha” de la
sequía, y pocas veces irá más a tono que en esta parte del
año, en la que con cuatro “regalos”, mal envueltos y algunos
pasados de fecha, ya creen haber logrado el verdadero premio
gordo de Navidad, por anticipado. Mientras tanto, se creen
que el paro subió menos de lo que realmente ha subido,
cuando les presentan esos “planes” que son pan para hoy y
hambre para toda la semana.
A mí no me extraña que la afiliación a los sindicatos sea
tan corta en este país, por cuanto más que ir por su propio
camino, en los momentos comprometidos son la correa de
transmisión de ciertos partidos, con los que van como
hermanos o como primos hermanos, mientras los que pagan los
impuestos siguen haciendo el primo a la fuerza.
He seguido, en gran parte, el debate y no es que no tuviera
cosas más importantes que hacer, pero quería saber por donde
iban a caminar los unos y los otros. Al final, tiempo
perdido, porque no he oído jamás más promesas sacadas de la
estratosfera, no he visto jamás un circo con tantos actores
mediocres y no creo que, en este caso, los espectadores se
puedan reír, ni sonreír, a lo sumo a más de uno le habrá
dado dolor de estómago con lo que oyó o vio.
Y eso que es el comienzo del curso, que de ahora en adelante
vamos a ver estas escenas repetidas y aumentadas, pero nunca
enmendadas.
Recuerdo, hace muchos años ya, en la Universidad de Munich
que cierto profesor comenzó una clase con más de 150 alumnos
escuchándole, pero sus comienzos fueron tan pobres, que a
los 20 minutos no quedábamos allí dos docenas en el aula,
antes de la media hora yo, también, me había salido. No sé
cuantos quedarían al final de aquello que pretendíamos que
fuera una clase.
Otro tanto puede pasar aquí cuando lleguen las próximas
elecciones, en las que, si los que deben marcar la pauta lo
hacen tan mal, a lo mejor a votar van el 25% de los que
podrían ir, por ejemplo.
Naturalmente que aún en ese caso saldría uno, como ganador,
lo mismo que ocurría con aquel profesor de Munich, que
aunque no daba la talla sobre el estrado, explicando su
materia, a finales de mes también seguía cobrando. Un simple
ejemplo.
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