Su alegría por algún bien se
percibe de la misma manera que deja traslucir su pesar
cuando ha sido maltratado. Pedro Gordillo, aunque no
lo parezca, tiene más que asumido que los políticos están
tan expuestos a la crítica como a la gripe. Y soporta con
entereza los varapalos.
El vicepresidente de la Ciudad, y presidente del PP, hace ya
mucho tiempo que aprendió a reírse de sí mismo: de sus
salidas de tono cuando le pueden las emociones; de sus
despistes, en según qué cosas; de sus maneras de afrontar
ciertas situaciones... Pero a cambio continúa sin ceder en
aspectos fundamentales para él: nunca se mostrará de modo
artificial ni aceptará las mentiras por sistema. Y mucho
menos cuando éstas procedan de cualquier analfabeto
funcional que intente ofender su inteligencia a cada paso.
Hay un analfabeto funcional que nunca se ha cansado de
airear que su amistad con Gordillo está por encima de todas
las cosas habidas y por haber. Y que antes de ofender a su
mejor amigo es capaz de cortarse el dedo más preciado de su
mano derecha. Y lo ha venido diciendo sin sonrojarse ante la
presencia de los crédulos y la burla manifiesta de quienes
conocemos lo dado que es a mentir compulsivamente. Por ser
mitómano incorregible. O sea, un embustero consagrado.
Pues bien, el industrial de la mitomanía lleva ya meses
tratando de minar la moral de Gordillo. De la única forma
que él entiende que más daño puede hacerle a éste:
procurando por todos los medios ridiculizarle continuamente.
Porque es consciente de que su amigo (!) se dolerá no por
los sarcasmos que se le hagan sino por la procedencia.
Me cuenta, quien puede contarlo, que la estrategia que sigue
el mitómano, convertida ya en táctica, es que a Gordillo y a
Vivas hay que tenerlos preocupados con críticas
acerbas. Mas nunca con el fin de fiscalizar las posibles
irregularidades del Gobierno y el recordarle continuamente a
sus miembros que la mala gobernación pueden pagarla en las
urnas, sino con fines bien distintos.
El plan es dividirlos. Cundir los celos entre presidente y
vicepresidente. Convertirles en personas desconfiadas y
capaces de sentir los aguijonazos de la susceptibilidad con
media vuelta de manivela. Al presidente de la Ciudad le
tiene asignado un artículo a la semana para que sea
vilipendiado a discreción. Haciéndole ver que no conviene
censurar el escrito, ya que hay otros medios que no dudarían
en publicarlo. Aquí no miente el sujeto. Albricias. Cierto
es que, ateniéndonos a la cantidad de lectores que él se
asigna en su medio y dada la misión de guía moral que le
atribuye, los daños a Vivas serían menores si él no
publicara el bodrio que publica.
Lo que no tengo muy claro es por qué el embustero se ha
presentado en el despacho de Gordillo, días atrás, y le ha
preguntado a éste si se había resentido porque el humorista
hacedor de la tira le hubiera sacado en una viñeta, de plano
general, haciendo de maletero de los personajes de otra
viñeta, ídem. Esa visita me parece tan insultante cual
provocadora. Espero, pues sería ya el colmo, que no haya
sido para echarle las culpas del asunto a un ex presidente
de la Ciudad que trabaja codo con codo con el hacedor de una
tira que sigue suspirando por Antonio Sampietro.
Gordillo, eso sí, no olvidará la afrenta.
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