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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN / COLABORACION

Visitas en el Día de Ceuta

Por Abdelmalik Mohamed


No es una vez, dos o tres que oímos a nuestras ilustres visitas manifestarse en el sentido de que nos ayudarán a conseguir la aduana comercial que tanto anhelamos. Ahora le ha tocado el turno al presidente de la cámara de comercio de Cartagena. El hombre es toda buena voluntad, pero de ahí a que se haga y se consiga más bien parece capítulo de otra historia, o de mejor desván, por no decir otra cosa.

Son muchas las puestas de largo a las que hemos tenido que asistir durante todos estos años. Sin embargo, los resultados para la ciudad al respecto son nulos e inexistentes. Las firmas con la Junta de Andalucía y ahora con Murcia, no parecen sino simples brindis al sol. Tiempo al tiempo.

El gasto de energía de la Ciudad en todos estos acontecimientos es genial; sin embargo, ni la Ciudad tiene claro su utilidad, pero está convencida de que es mejor hacerlo que no hacerlo. Al menos, dicen, fortalecemos afectividad. Es muy posible que todo sea cierto; sin embargo, la promoción de actos afectivos no es la intención primera de un político, antes que todos esos actos de caridad está la gestión de los asuntos sociales y económicos y, sobre todo, la permanente vigía de lo que acontece en nuestro entorno, sin olvidar mantener un control sobre lo que depara el futuro, siempre con señales en el presente.

La percepción general es que los acuerdos con la Junta de Andalucía carecen de valor práctico, pues en ellos faltan los verdaderos actuantes: las provincias y sus representantes democráticamente elegidos.

Con Murcia las cosas parecen más distantes que reales. Por un lado, se antoja imposible que un industrial murciano se instale en Ceuta, máxime si evalúa costes, ya no sólo de espacios, sino la abrumadora realidad de los precios del Estrecho. Una barrera infranqueable para cualquier comercial de bien. Por otro lado, la idea de que un industrial ceutí se instale en Murcia obviando las cualidades de provincias como Málaga, Cádiz y otras, es ir contramano, como diría cualquier sevillano.

Que el presidente de la Cámara de Comercio de Cartagena se explaye hablando de objetivos futuros, entre los cuales cita el apoyo de todas las Cámaras de Comercio del Mediterráneo en apoyo de la aduana comercial para Ceuta, suena a buen rollo más que otras cosa, pues adoptar una postura común sobre un asunto de ese tipo es mucho más complicado de lo que parece, sobre todo cuando tengan que manifestarse al respecto cámaras tradicionalmente sobrias en cuanto a actitud y modos de actuación, como la de Barcelona, por ejemplo, muy diferentes en potencia y visión de futuro de aquellas otras de nivel y dimensión más reducido como pueda ser la de Cartagena.

A los agasajos de la Ciudad sólo falta un buen Hammam, como el de Zianni en Marrakech y una buena danza del vientre, acompañados por un fino té. Eso colmaría las apetencias más íntimas de visitas tan ilustres, así insinuadas por algunos en petit comité. Hay más contenido turístico en los movimientos que planning empresarial-industrial-comercial.

La fuerza de la Ciudad se escapa por sitios inadecuados, aunque no innecesarios, pues todo contacto humano es positivo, pero la fuerza que pueda dispensarse para la búsqueda de logros que redunden en mejorar y solucionar la vida de las personas requiere de pensamientos despejados, libres y resueltos conforme a los tiempos actuales.

La Junta de Andalucía y la Comunidad de Murcia difícilmente nos ayudarán a construir un futuro mejor para nuestros hijos; en todo caso, buenos deseos. Siempre agradecidos.

Somos nosotros los dueños de nuestro futuro, los que debemos programarlo y los que debemos activarlo.

Empecemos por el Hammam.
 

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