No es una vez, dos o tres que oímos a nuestras ilustres
visitas manifestarse en el sentido de que nos ayudarán a
conseguir la aduana comercial que tanto anhelamos. Ahora le
ha tocado el turno al presidente de la cámara de comercio de
Cartagena. El hombre es toda buena voluntad, pero de ahí a
que se haga y se consiga más bien parece capítulo de otra
historia, o de mejor desván, por no decir otra cosa.
Son muchas las puestas de largo a las que hemos tenido que
asistir durante todos estos años. Sin embargo, los
resultados para la ciudad al respecto son nulos e
inexistentes. Las firmas con la Junta de Andalucía y ahora
con Murcia, no parecen sino simples brindis al sol. Tiempo
al tiempo.
El gasto de energía de la Ciudad en todos estos
acontecimientos es genial; sin embargo, ni la Ciudad tiene
claro su utilidad, pero está convencida de que es mejor
hacerlo que no hacerlo. Al menos, dicen, fortalecemos
afectividad. Es muy posible que todo sea cierto; sin
embargo, la promoción de actos afectivos no es la intención
primera de un político, antes que todos esos actos de
caridad está la gestión de los asuntos sociales y económicos
y, sobre todo, la permanente vigía de lo que acontece en
nuestro entorno, sin olvidar mantener un control sobre lo
que depara el futuro, siempre con señales en el presente.
La percepción general es que los acuerdos con la Junta de
Andalucía carecen de valor práctico, pues en ellos faltan
los verdaderos actuantes: las provincias y sus
representantes democráticamente elegidos.
Con Murcia las cosas parecen más distantes que reales. Por
un lado, se antoja imposible que un industrial murciano se
instale en Ceuta, máxime si evalúa costes, ya no sólo de
espacios, sino la abrumadora realidad de los precios del
Estrecho. Una barrera infranqueable para cualquier comercial
de bien. Por otro lado, la idea de que un industrial ceutí
se instale en Murcia obviando las cualidades de provincias
como Málaga, Cádiz y otras, es ir contramano, como diría
cualquier sevillano.
Que el presidente de la Cámara de Comercio de Cartagena se
explaye hablando de objetivos futuros, entre los cuales cita
el apoyo de todas las Cámaras de Comercio del Mediterráneo
en apoyo de la aduana comercial para Ceuta, suena a buen
rollo más que otras cosa, pues adoptar una postura común
sobre un asunto de ese tipo es mucho más complicado de lo
que parece, sobre todo cuando tengan que manifestarse al
respecto cámaras tradicionalmente sobrias en cuanto a
actitud y modos de actuación, como la de Barcelona, por
ejemplo, muy diferentes en potencia y visión de futuro de
aquellas otras de nivel y dimensión más reducido como pueda
ser la de Cartagena.
A los agasajos de la Ciudad sólo falta un buen Hammam, como
el de Zianni en Marrakech y una buena danza del vientre,
acompañados por un fino té. Eso colmaría las apetencias más
íntimas de visitas tan ilustres, así insinuadas por algunos
en petit comité. Hay más contenido turístico en los
movimientos que planning empresarial-industrial-comercial.
La fuerza de la Ciudad se escapa por sitios inadecuados,
aunque no innecesarios, pues todo contacto humano es
positivo, pero la fuerza que pueda dispensarse para la
búsqueda de logros que redunden en mejorar y solucionar la
vida de las personas requiere de pensamientos despejados,
libres y resueltos conforme a los tiempos actuales.
La Junta de Andalucía y la Comunidad de Murcia difícilmente
nos ayudarán a construir un futuro mejor para nuestros
hijos; en todo caso, buenos deseos. Siempre agradecidos.
Somos nosotros los dueños de nuestro futuro, los que debemos
programarlo y los que debemos activarlo.
Empecemos por el Hammam.
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