Fechas atrás contaba yo el porqué
del nacimiento de la Segunda División B y los argumentos que
esgrimía Pablo Porta, presidente de la Federación
Española de Fútbol, para asegurar que la categoría nacía ya
muerta. Ocurría ello en 1975. Y, aunque durante varias
temporadas el invento mantuvo el tipo, no fue suficiente
para evitar que se cumpliera el desastre que auguraba el
hombre que fue perseguido sañudamente por José María
García: “El problema radica que en esta categoría
querrán jugar hasta las pedanías. Y, entonces, todo acabará
siendo una Regional Preferente”.
Pedanía de Murcia es Sangonera la Verde, formada por apenas
nueve mil habitantes, y ha conseguido que su equipo de
fútbol forme parte del Grupo IV de Segunda División B. De
modo que nadie podrá negarme que los augurios de Porta no
sólo se cumplieron hace ya bastante tiempo sino que,
también, acertó en lo tocante a que las pedanías tendrían
equipos en categoría nacional.
El Sangonera Atlético Club se presentó en Ceuta como un
equipo tan desconocido que muchos aficionados ni siquiera
sabían que pertenecía a una pedanía murciana. Y consiguió
ganarle al equipo local, haciendo méritos suficientes para
sumar tres puntos en el escenario de un club cuyo
presupuesto es inmensamente superior a casi todos los demás
participantes.
La derrota, que ha dolido lo suyo entre los aficionados, es
motivo de comentarios generalizados en corrillos y tertulias
futbolísticas y desde luego está sirviendo como motivo de
cachondeo por parte de quienes han estado todo el verano
oyendo a los directivos del club decir que, debido la crisis
económica habida en la Península, el Ceuta contaba con todas
las posibilidades de convertirse en el conjunto más potente
de un grupo compuesto por equipos sumidos en la ruina
económica.
Bien mirado, los directivos de la Asociación Deportiva Ceuta
no mintieron cuando anunciaron la supremacía del equipo
regido por ellos. Pues basta echar una mirada a los
componentes del grupo para darse cuenta de que la lucha por
los primeros puestos debe ser sólo cosa de tres o cuatro
participantes. Y entre ellos, sin excusa alguna, ha de estar
el Ceuta. Pero esas opiniones tan presuntuosas sobran en
cuestiones futbolísticas. Porque, cuando menos lo esperas,
llega el Sangonera (vaya pareado), un equipo, con todos mis
respetos, perteneciente a una pedanía de Murcia, y te saca
los colores.
Ahora bien, la derrota del domingo no justifica el
derrotismo que se ha propalado por la ciudad. Cierto es que
no hubiera sido lo mismo perder ante el Sevilla B o el
Granada, por ejemplo, que haberlo hecho ante el Sangonera
Atlético Club. Pero estas sorpresas suelen darse en el
fútbol.
Lo contraproducente es que los directivos saquen pecho a
cada paso. Y presuman, ay, Cecilio Castillo, de que
saben de fútbol más que nadie. Y también conviene que el
entrenador no se crea que poniendo en práctica tres o cuatro
cosas, que aprendió en sus comienzos, puede resolver todos
los problemas que le vayan surgiendo. Lo lamentable en este
partido no es la derrota, sino que la obtuvo un equipo en
inferioridad manifiesta. Pues el Sangonera, pedanía
murciana, jugó con diez futbolistas durante muchos minutos.
Por lo demás, la ADC estará, al final, entre los mejores. De
no ser así, habría que pedirle cuentas al Opus Dei.
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