Nos vemos de muy tarde en tarde,
aunque ambos sabemos que nos tenemos ley. Lo cual nos
proporciona la certeza de que ante cualquier problema que
tenga uno es seguro que el otro acudirá presto a la ayuda
que esté a su alcance.
Eso sí, a veces me telefonea para echarme en cara el que
alterne con cualquiera menos con él. Y lo hace, pues le
conozco sobradamente, para ver si me saca de mis casillas y
lo mando allá donde el viento da la vuelta. Con lo cual da
por finalizado el calentamiento que antecede a la
conversación.
Mi amigo, palabra que suelo usar con cuentagotas y con
grandes dosis de miedo, pues es palabra devaluada de tanto
usarla en vano, gusta de escribir. Pero nunca ha publicado
nada. Suele decirme, cada vez que le incito a que lo haga,
que él pertenece a una raza de escritores frontales y
valientes que van directo a la cosa, que hablan sin tapujos;
vamos, de los que llaman al pan, pan y al vino mierda. Y que
no está dispuesto, bajo ningún concepto, a que nadie le
censure ningún artículo.
Anteayer, cuando yo estaba viendo el partido entre Nadal
y Almagro en Nueva York, sonó el teléfono y era él.
El amigo que gustaría de escribir crudamente, sin cortarse
lo más mínimo y repartiendo mandobles a diestro y siniestro.
Porque dice detestar la escritura suasoria, circunloquial,
alusiva, sugerente, indirecta, posibilista, con el fin de
superar la censura provinciana y cateta.
Y principió la conversación como ya dije, anteriormente, con
ánimo de tirarme de la lengua y ponerme al borde del
disparate, por más que le tenga tan calado como afecto le
tengo.
-Hay que ver, Manolo, que llevas un tiempo alternando
nada más que con ciertos políticos. Claro que así te sale
una prosa, últimamente, muy del agrado de quienes están
atornillados al poder... Cuando antes usabas un lenguaje
directo, preñado de realidades que tanto nos gustaba a todos
los que te leemos y ponía entre las cuerdas a los políticos.
Vaya, hombre, lo que tú quieres es que yo escriba a gritos
contra Juan Vivas y todos los miembros de su
gobierno. Y, el paso siguiente, sería pedirme que ya es hora
de festejar la magnífica labor que vienen realizando los
miembros de la oposición. Y que ha llegado el momento de
apostar por Mohamed Alí y su socio dilecto,
Aróstegui. Con el único fin de divertirte, viendo que
otro, en este caso tu amigo Manolo, airea cuanto piensas tú
pero que nunca serías capaz de poner blanco sobre negro ni
siquiera permitiéndotelo la que tachas de censura
provinciana y cateta.
-Para, para..., Manolo, porque veo que en esta ocasión sí he
logrado alterar tus nervios más de lo debido. Y no quiero
que se desborde tu irritación y sea causa de que me pongas
en la lista que yo me conozco la mar de bien.
Coño, pues poco se nota. Sí, ya sé que tú no entiendes que
haya medios capaces de maltratar al presidente de la Ciudad
por nimiedades, mientras ‘El Pueblo de Ceuta’ mantiene una
línea muy distinta. Y en mi caso, a pesar de que con las
amistades rotas se pueden hacer las paces, pero la confianza
ya no vuelve. Entérate, de una vez, amigo: prefiero a Vivas
de presidente, aunque personalmente pudiera desconfiar de él
por asuntos particulares y pasados, que a otros que nos
llevarían, sin duda, a vivir tiempos medievales. Y no hace
falta que los nombres. ¿Verdad, amigo?
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