En pleno siglo XXI, una ciudad
europea como Ceuta no puede permitirse el lamentable
espectáculo de la chatarra y la basura extendidas por una
parte de su territorio. Consciente del círculo vicioso en el
que se ha entrado en concreto en el caso del entorno de los
polígonos industriales, el Gobierno de la Ciudad, a través
de su portavoz, Yolanda Bel, se muestra dispuesto a ser más
“contundente” en la sanción, un último recurso al que parece
que no queda más remedio que recurrir dada la falta de
conciencia cívica de algunos ciudadanos y de los problemas
que Ceuta sufre a consecuencia de sus situación de frontera
con Marruecos. A las toneladas de basura generada a diario
por la atípica actividad comercial transfronteriza de los
polígonos, cuyos restos dejan el recinto cada día tan sucio
como el anterior, se suman los residuos generados por el
trasiego de los marroquíes que se buscan la vida
transportando chatarra y otros enseres de uno a otro lado y
las actuaciones de desaprensivos, bien sean particulares o
empresas, que se desplazan a estas zonas ya degradadas por
el impacto de los vertidos incontrolados, para ‘contribuir’
al empeoramiento de la situación. La Ciudad limpia,
invirtiendo en ello importantes recursos tanto económicos
como humanos y materiales, y algunos se dedican a ensuciar,
en una dinámica que parece ya imposible de romper. Lo cierto
es que la ciudad no puede permitirse, como decimos, esta
especie de “división” entre la civilización y el civismo de
quienes están obligados, y lo cumplen, a respetar las normas
básicas de convivencia en materia de limpieza e higiene de
los espacios públicos, que son de todos, y quienes parecen
estar al margen de la ley. La situación fronteriza de Ceuta,
es cierto, resulta un obstáculo, pero por parte de la
ciudadanía de bien se debe de hacer también un esfuerzo de
apoyo a la administración, con la reprobación y la denuncia
de este tipo de comportamientos tan insolidarios e ilícitos
en pos de una ciudad de la que todos nos podamos sentir
orgullosos en su integridad, sin excepción de ninguno de sus
rincones.
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