Me adentro en el corazón de la
Ciudad Condal, en una especie de aventura doméstica llena de
bastante peligro urbano.
He recorrido las Ramblas de punta a rabo, no como ruta de mi
andar sino por estar en el camino de retorno a mi casa,
distante 30 kms.
Ciertamente,.estas Ramblas no son lo que eran cuando llegué
a Barcelona por primera vez. De hecho residí largos años en
un edificio situado al principio, o final, de las mismas.
Más bien en la Puerta de la Paz, frente al monumento de
Colón. Por cierto que aquella estatua que descubrí por
primera vez, la de Colón en lo alto de la enorme columna que
configura su ornamentadísimo pedestal, tenía el dedo índice
que señalaba supuestamente a América (en realidad apunta
hacía Mallorca) un poco torcido. La primera falange del
mencionado dedo presentaba una torcedura de 20 grados más a
la derecha, como si una despistada gaviota hubiera tropezado
con él.
Hoy en día, al parecer, se ha estabilizado el mencionado
dedo y apunta bien derecho hacía el Mare Nostrum y, más
concretamente, a Mallorca.
Lo que nunca he comprendido es que el pedestal esté
ornamentado con figuras de enormes y fieros leones… ¿en
Sudamérica habían leones? ¿Colón descubrió África?, creo que
son estatuas representativas de pumas melenudos y el
escultor o escultores se les fueron las manos.
Otras estatuas, estas de carne y hueso, pueblan la selva
urbana en que se han convertido las Ramblas. Seres humanos
disfrazados con toda clase y tipo de indumentaria,
maquillados totalmente a excepción de los ojos. Impávidos
esperan el compasivo donativo ciudadano.
Otras estatuas, también humanas y más móviles, pueblan las
partes baja y central de las Ramblas asentadas en sus
zapatos de tacones altos. No sólo esperan la compasiva
aportación ciudadana sino que saltan sobre cualquier hombre
que ose acercarse a su área de influencia, como fieras
leonas hambrientas de sexo. Aunque esos hombres vayan
acompañados por su pareja.
Son las putas que invaden esta zona de Barcelona. Muestran
sus atributos sexuales, algunos demasiado exuberantes, con
total descaro. Algunas suelen satisfacer las necesidades
fisiológicas, de quienes consiguen atrapar, en la mismísima
calle o en callejones que arrancan en ambos lados de las
Ramblas, sobre todo en el famoso mercado de La Boquería… el
hambre ciega las razones de esas mujeres, la total mayoría
inmigrantes,
Algunos raterillos campan a sus anchas por los alrededores
de las bocas del Metro. De pronto toda esa fauna humana
desaparece de la vista. Ha llegado la policía. Pero también
de pronto vuelven a donde estaban cuando la policía se va.
La noria no para.
Los vecinos protestan por esta situación… ¿serán voyeurs? Ya
han hecho una redada que se ha convertido en macrorrredada
policial con detención de numerosas ciudadanas extranjeros
en situación irregular…
Esto me hace recordar, aunque en menor medida, a las tres
putas que merodeaban en la plaza de los Reyes de Ceuta, se
paseaban, ¿se pasean?, entre la calle Real y Beatriz de
Silva. Las tres naturales del país vecino. La diferencia
está en que lo hacían, ¿lo hacen?, desde la tarde-noche
hasta la medianoche, con niños y niñas por los alrededores.
Entramos en unos nuevos mundos, nuevos mundos que sin
embargo tienen viejas faunas, viejas profesiones aún
vigentes. Se ha confundido al país con un enorme puti-club
de imprevisibles consecuencias en el futuro.
Entretanto, el Gobierno estatal comienza a repartir
gratuitamente ordenadores portátiles entre los alumnos y la
Generalitat catalana pretende cobrarles a los padres 300
euros… otro tipo de prostitución, pero prostitución al fin y
al cabo. Por algo son catalanes. La pasta primero.
Sigo andando, con las manos en los bolsillos en actitud de
desconfianza. No sea que se acerquen unos raterillos y
raterazos y me cacheen, no con intenciones de hacerme pasar
precisamente un buen rato. No volveré a esa zona urbana de
la macrociudad.
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