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La próxima visita del comisario
europeo de Política Regional, la primera de un responsable
de este departamento de la Comisión Europea a Ceuta, abre
muchas expectativas respecto al papel no ya que ha jugado y
juega en estos momentos la ayuda de Europa a la ciudad, sino
sobre todo sobre las políticas de las que podría ser
beneficiaria en los próximos años. Tal como desvela el
comisario Pawel Samecki en la entrevista concedida en
exclusiva a El Pueblo de Ceuta -de la que nuestros lectores
disponen en la edición de hoy-, desde la firma del tratado
de adhesión de España a la UE, en 1986 hasta el momento en
el que se cierre la actual programación de los fondos
europeos, en 2013, la ciudad autónoma habrá recibido 375
millones de euros. Estas ayudas han servido para transformar
no sólo la imagen de Ceuta, tal como señala Samecki, sino
para abordar una mejora significativa de sus
infraestructuras, con obras que hoy parecen tan
imprescindibles como el desdoblamiento de las Palmeras.
También en el ámbito menos “visible”, la UE ha ayudado a la
ciudad, que hasta no hace mucho estuvo incluida en el grupo
de regiones Objetivo 1, a mejorar las dotaciones básicas,
como la red de saneamiento, y ha hecho posible que en poco
tiempo Ceuta pueda comenzar a depurar sus aguas residuales,
a través de la nueva EDAR. Según el máximo responsable de la
gestión de estos fondos, todas las regiones, incluida Ceuta,
han de seguir beneficiándose de estas subvenciones más allá
de 2013, aunque insiste en que lo importante es que la
ciudad sepa aprovechar las actuales partidas para
“reorientar” su modelo productivo.
Aparte de estas consideraciones, la visita de Samecki
servirá también para cambiar impresiones al más alto nivel
acerca de un proyecto de la Ciudad igualmente importante,
como es la posibilidad de que Ceuta se incorpore a la Unión
Aduanera. Al igual que respecto a la percepción de ayudas,
el comisario considera que con el aprovechamiento de los
fondos de Cohesión la ciudad ya estaría en condiciones de
afrontar los efectos del desarme arancelario de Marruecos.
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OPINIÓN / EDITORIAL
