Mire usted, De la Torre, la
Segunda División B está pensada para que los equipos que
juegan en Primera División y en dos o tres temporadas se
vean descendidos a Tercera, gocen de una división
intermedia, una especie de colchón muelle para que la caída
no sea tan vertiginosa. Y también para que militen en ella
equipos de solera y con instalaciones adecuadas. Pero ahora
resulta que se quieren apuntar al invento hasta las
pedanías. De manera que la Segunda División B nacerá muerta.
(Año 1975. Palabras de Pablo Porta en su despacho de Alberto
Bosch).
Pablo Porta acertó de pleno. Aunque bien es verdad que,
durante varios años, la Segunda División B mantuvo el tipo.
Luego, a paso de legionario, fue perdiendo gas hasta
convertirse en una categoría ínfima en todos los aspectos.
Con calidad, apenas hay tres o cuatro equipos en cada grupo
que puedan justificar su pertenencia a una categoría
nacional. Los demás, salvo alguna revelación pasajera,
carecen de importancia y su participación corresponde a una
necesidad imperiosa para poder completar los cuatro grupos.
Lo cual es lógico: los clubs carecen de dinero e
instalaciones. Instalaciones lamentables, mayoritariamente.
De modo que ver un partido en muchos campos es dañino para
la vista. Y, desde luego, deterioran la imagen de pueblos y
ciudades que ofrecen semejante visión de sus recintos
deportivos.
El único atractivo que mantiene la categoría es la promoción
de ascenso en cualesquiera de sus modalidades. Y entre ellos
ha estado, en varias ocasiones, la Asociación Deportiva
Ceuta. Con tan mala fortuna como para que alguien con
suficientes amistades entre los dirigentes federativos, en
su día, hiciera imposible que se lograra el ascenso en la
tierra donde parieron a Franco: El Ferrol del
Caudillo.
Aquel funesto día, incluso quienes manteníamos una postura
serena, nos percatamos de quién era el enemigo acérrimo de
José Antonio Muñoz: presidente del equipo. Y supimos
que mucho debían odiarle quienes intrigaron para impedir el
ascenso del equipo de su tierra. En fin, una mala acción que
quedó oculta mediante la siempre socorrida hipocresía de
cuantos pudieron levantar la liebre y sin embargo miraron
hacia otro lado.
Por lo tanto, centrémonos en esta temporada. Una temporada
donde la ruina económica en la Segunda División B se ha
acrecentado por causas obvias. Lo cual ha hecho posible que
aumenten aún más las posibilidades que cada temporada tiene
la ADC de clasificarse entre los cuatro primeros.
El equipo cuenta con un entrenador que se ha ganado las
simpatías de los directivos y, cómo no, de Antonio García
Gaona: presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta.
Simpatía que heredó del anterior presidente. El entrenador,
además, ha hecho el equipo a su medida. Incluso fichando dos
o tres jugadores para que le tengan al tanto de lo que se
cuece en el vestuario. Todo ello, y algo más que me reservo,
le permitirá trabajar con absoluta confianza.
Ahora bien, lo que no podrá Orúe es permitirse el lujo de
quejarse y poner cara de tedio por el hecho de vivir en una
ciudad en la que no ha mucho confesó aburrirse. Craso error.
Así, jugando en este grupo, tan ínfimo, no le cabe al
jerezano más que ser campeón o algo por el estilo. Por lo
que sobran las excusas. Suerte pues.
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