Murcia y Ceuta, cada una a su
nivel y con sus características particulares, cada una con
sus potencialidades y sus debilidades, partes ambas de la
España de provincias, más o menos lejos de los grandes polos
de riqueza, desarrollo y toma de decisiones que son Madrid y
las regiones con influencia nacionalista en la vida política
del país, aprovecharon ayer la celebración del Día de la
Autonomía en la ciudad autónoma para exponer su proyecto de
país. Y las dos coincidieron, sin estridencias, en varias
ideas comunes: la de ser España sin complejos; la de “ser y
sentirse España por encima de cualquier otra condición”,
como dijo Vivas; la de que es posible hacer compatible el
máximo orgullo regional “con el destacar aquello que nos une
con los ceutíes, como es formar parte indivisible de
España”, según le completó Valcárcel.
Y se vieron juntas también en una misma posición
reivindicativa ante el Gobierno de España de Rodríguez
Zapatero, pero lo expusieron de manera tan acertada que sonó
como un planteamiento que se extendería a un Ejecutivo
central de cualquier otro color, incluso del suyo: la de que
es necesario que desde la Administración General del Estado,
que es la de todos los españoles, trabaje de una forma
sincera, “firme, decidida y justa” para que el desarrollo
del país lo sea realmente “de todos y para todos, sin
distinción alguna, como establece nuestra Constitución”.
Fue, en resumen, otra acertada demostración por parte de
Vivas, perfectamente acompañado y secundado por Valcárcel,
de que el servidor público debe tener en el bienestar de los
ciudadanos a quienes atiende su prioridad absoluta, muy por
delante de los intereses de la formación y de las siglas que
les permiten ocupar los cargos que ostentan actualmente. Eso
es lo que exige a Moncloa, sea quien sea su inquilino, la
periferia nacional: cohesión e igualdad de trato para que la
solidaridad y el progreso común sean principios ciertamente
vigentes en nuestro ordenamiento político e institucional.
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