Un amigo mío, que acostumbra a
contarme truculentos relatos, anda preocupadísimo por el
alarmante aumento de afectados, sobretodo muertos, a causa
de la gripe A.
Le explico a m amigo que esa pandemia al principio la
consideraron como de origen porcino y por ello la
denominaron gripe porcina pero después la OMS animal propuso
denominarla como “gripe norteamericana” para acabar en la UE
como “gripe A”. No se queda tranquilo.
Insiste en el tema y me pregunta porqué esa gripe lleva el
rótulo H1N1 de seguido.
Trato de aclararle (y aclararme) que son conceptos que
suelen darle los responsables de epidemias y pandemias, al
menos eso creo yo, para distinguir los diferentes tipos de
virus.
Vuelve a insistir, ya visiblemente alarmado, que me explique
mejor. Me avengo a ello y le explico que la letra A designa
a la familia de los virus de la gripe humana y la de algunos
animales como el cerdo y las aves. Que la letra H
corresponde a la descripción de las proteínas hemaglutininas
y la N a las neuraminidases.
Se queda tan pancho pero al pronto vuelve a preguntarme, se
ve que no se aclara en absoluto, el significado de los
números que siguen a las letras H y N.
Bueno, puede que sea un disparate lo que le respondo pero,
si no hay explicaciones claras por parte de las autoridades
sanitarias sobre el tema, lo considero como un caso que
puede ser verdad.
Trato de explicarle que en cierto laboratorio
norteamericano, cercano a El Paso, por tanto cercano a la
frontera mexicana, unos científicos pertenecientes a
determinada empresa multinacional farmacéutica, están
experimentando con unas cepas de la gripe corriente y
moliente para descubrir una nueva vacuna que acabe con tan
pesada enfermedad.
En determinado momento, uno de esos científicos provoca un
crecimiento del virus con sus manejos y tanto llega a crecer
que acaba por explotar el susodicho virus.
La explosión del animalito hace que trocitos casi invisibles
del mismo salgan despedidos en todas direcciones. La
explosión no quiere decir que haya fenecido el virus griposo
sino que lo ha multiplicado por mil.
Varios de esos pedacitos casi invisibles quedan prendidos en
varias partes del cuerpo del científico en cuestión.
Este oculta a sus superiores el problema que ha tenido y
decide seguir con otra cepa de virus de la gripe corriente y
moliente.
Entretanto los pedacitos esparcidos han ido configurándose
como virus adultos de la gripe pero reforzados con los
productos químicos con los que ha estado experimentando el
científico.
Acabada la jornada de trabajo, el científico se despide de
sus compañeros y regresa a casa. Su mujer, mexicana
nacionalizada norteamericana, está preparándose para
desplazarse a México para visitar a su familia.
El contacto entre el científico y su mujer hace que varios
virus salten al cuerpo de la mujer.
La mujer, ya en México, abraza a sus familiares y amigos por
lo que con ello hace que los virus, que se han multiplicado
entretanto, pasen a estos familiares y amigos…
Bueno, esto es el principio de una pandemia.
Mi amigo se queda mirándome horrorizado y a pesar de ello me
pregunta por qué los cerdos.
Respondo lo mejor que puedo, que difícilmente los virus de
los animales infectados pueden atacar al ser humano y que es
totalmente imposible que den un salto entre especies sin
mediar algún procedimiento extraño. De hecho, aún hoy en día
no se ha podido confirmar que sean los virus porcinos los
causantes de esa gripe actual.
No soy médico, no soy científico, no soy nada. Pero las
extrañas enfermedades modernas no suelen aparecer
espontáneamente. Suelen ser forzadas necesariamente (casos
SIDA por ejemplo) y cuando hay un fallo, pongamos en este
caso los laboratorios, de ese tipo… no hay fuerza humana que
lo pare definitivamente.
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