En esta tierra nuestra somos muy
dados a etiquetar a todo aquel que pensamos, sin razón
alguna, que es merecedor de una etiqueta, que le colocaremos
de por vida, para diferenciarlo del resto del personal.
A mí, esto de las etiquetas, me la trae al fresco de
poniente porque soy incapaz de etiquetar a nadie, para
evitar confusiones que me lleven a creer algo que no es.
Las etiquetas favoritas del personal etiquetero, son las de
“franquistas” o “facha”, cuando “franquista” sólo fue Franco
y “·facha” es una palabra equivocada, empleada por todos
aquellos cuyos conocimientos dejan mucho que desear.
La historia está hay, para lo bueno y para lo malo, sin que
nada ni nadie la pueda cambiar, inventándose historias, en
la mayoría de los ocasiones, para no dormir. Le dan vueltas
a la historia, contándola como a ellos les hubiese gustado
que fuese, sin darse cuenta que su desconocimiento, de la
misma, les lleva a cometer errores de bulto que, en la
mayoría de las ocasiones, sólo sirven para demostrar su alto
grado de analfabeto.
Personalmente y en persona, las únicas etiquetas que me
gustan son dos: La etiqueta de un buen Rioja, a poder ser un
Vega Sicilia, y la celebrada chirigota de Jaramillo, “Las
Etiquetas”, que me hicieron pasar un rato agradable: ¡¡Whisky,
Coca Cola, ponle hielo!!. El resto de las etiquetas, esas
que somos tan dados a colocar, me aburren por la gran
mentira que encierran.
Me hace una gracia enorme, el poder comprobar, que los
etiqueteros de siempre, ven la paja en el ojo ajeno y con
incapaces de ver la viga en el suyo.
Jamás he conocido, a lo largo de mi vida, personal más falso
y más hipócritas que todos esos etiqueteros, especialistas
en colocar esa papelina sobre un personaje cuando, en
realidad, ellos jamás se pudieron desprender de la misma.
Estos ilustres especialistas en etiquetar al personal,
llamándoles “franquistas” o “fachas” son, precisamente,
todos aquellos que durante la época de Franco vivieron como
dioses del régimen y se cambiaron de chaqueta de forma
rápida para declararse enemigo del mismo, más demócratas y
de izquierdas que nadie en el mundo mundial.
Nada de extrañar porque era la única forma que tenían, todos
estos parásitos, de no abandonar los puestos que tenían y
seguir chupando de la teta de la vaca sin dar un golpe al
agua.
Aunque algunos puedan dudar de que lo que estoy diciendo no
se ajusta a la verdad, sólo tienen que echar una mirada al
mundo de la política, comprobando la cantidad de chaqueteros
que existen.
Todos estos demócratas de pacotillas, se subían al carro que
le dejaban. Qué en el PSOE no les querían, se apuntaban al
PP. Qué era el PP el que nos los quería se apuntaban al
PSOE. La cosa era seguir chupando de la teta de la vaca.
Y todos, sin que faltase nadie a la cita, en cuanto ganaba
uno de estos partidos, se manifestaban delante de la sede
dando vivas y aplausos. Si perdían no eran de los suyos. Los
suyos eran los ganadores. ¡Que asco de tantos falsos e
hipócritas!
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