Ito, diminutivo de Mohamed, tiene actualmente dieciséis
años, pero es un adolescente que perdió los últimos años de
su niñez luchando por aferrarse a la vida. Con tan sólo once
años pasó por un tumor cerebral no maligno, pero de grandes
dimensiones que ponían en riesgo su vida. Además también
sufrió una hidrocefalia aguda que complicaba su caso.
Operaciones y tratamientos muy agresivos fueron su tónica
habitual mientras el resto de niños dedican su tiempo a
jugar y divertirse. Su Madre, dejando atrás los veinte y
apenas entrado en los treinta de edad, sufrió un cáncer
mientras Ito estaba enfermo. La lucha de los dos es ejemplo
de superación de la enfermedad y ganas de vivir.
Pregunta.- ¿Con qué edad le pasó esta enfermedad?
Respuesta.- Yo tenía once años, y ya he cumplido los
dieciséis. Tenía un tumor cerebral. Gracias a Dios era
benigno, pero tenía mucha gravedad también.
P.- ¿Cómo se nota la enfermedad? ¿Qué síntomas tenía?
R.- Cuando comenzó, me producía sueño las veinticuatro horas
del día. Me quedaba dormido en cualquier momento. Recuerdo
que los profesores se quejaron en el colegio de que no
llevaba bien los estudios. Incluso querían avisar a Asuntos
Sociales porque pensaban que mi madre me sacaba a la calle
de noche porque no era normal que un niño entrase a las
nueve de la mañana con tanto sueño. Pensaban que no dormía
de noche porque, nada más llegar a clase, me reclinaba sobre
el pupitre y me quedaba profundamente dormido.
P.- ¿Cuándo le llevan al médico?
R.- Mis padres preocupados por todo lo que estaba pasando,
me llevaron a diferentes médicos en varias ocasiones pero
ninguno daba con lo que tenía. La última, en el servicio de
Urgencias del hospital, mi padre se tuvo que poner
insistente pidiendo que me realizaran un TAC porque era
demasiado sospechoso que cada médico dijera que tenía una
cosa distinta: que si gastroenteritis, que si anemia... pero
ninguno imaginaba que llevaba un tumor dentro del cerebro.
P.- ¿Qué ocurrió entonces?
R.- Yo salí en estado crítico de Ceuta para que me
trasladaran a Málaga, y allí se preguntaron cómo había
estado tanto tiempo sin que nadie se diese cuenta de que
tenía una hidrocefalia grave. Nada más llegar al hospital me
llevaron a quirófano y me hicieron una operación. No se
podía perder ni un minuto. Los médicos de Ceuta, después de
ver e TAC y preparar el traslado urgente, avisaron al
hospital de Málaga para ponerles en antecedentes de lo que
ocurría.
P.- Con once años de edad, es una situación traumática la
que estaba viviendo. ¿Cómo lo pasó?
R.- Recuerdo que fue muy duro verme en un hospital, aunque
estuviese acompañado por mis padres. Me puse muy nervioso.
Al salir del quirófano, llevaba un tubo de drenaje que me
salía de la cabeza para que se drenara el líquido sobrante.
Lo llevé durante quince días y no podía mover ni girar la
cabeza para evitar problemas.
P.- Pero su tratamiento no terminaba con eso. ¿Qué más tuvo
que pasar?
R.- Una segunda intervención, esta vez ya sobre el tumor
cerebral. Tenían que tomar una muestra para hacer un
estudio, una biopsia, y pasé ocho horas dentro del
quirófano. Se trataba de una operación muy complicada. Mis
padres tuvieron que firmar un montón de documentos para
autorizarla y en ellos se informaba de los elevados riesgos
y alto porcentaje de posibilidad de muerte en el quirófano.
Simplemente con que hubiera un problema con alguna venita me
podría dar un derrame cerebral que, con las circunstancias
del tumor, podría haber sido fatal.
P.- ¿Cada cuánto tiempo debe ir a revisión?
R.- Yo las paso cada año. Tengo una válvula en el cráneo
porque el tumor me produjo una hidrocefalia aguda. Estuve
muy mal.
P.- ¿Qué recuerda de su paso por el hospital?
R.- Uno de los aspectos negativos era el de conocer que
otros niños que estaban también enfermos de cáncer y con los
que trababa algo de amistad iban falleciendo. Una amiga mía,
Marta Alberti, una niña estupenda con la que llegué a tener
gran amistad, padecía un blastocitoma, un día, su padre vino
a verme para decirme que se había muerto.
P.- Ya se ha comentado algo sobre su recuperación. ¿Podría
ampliarlo?
R.- Casi al final del tratamiento, pasé una revisión en la
clínica de la calle Jáudenes para hacer un TAC. Al finalizar
la prueba, las caras de los médicos estaban muy serias y mi
madre les preguntó si pasaba algo malo. Ellos no querían
contestar y decían que en la revisión con el especialista
nos informarían, pero eran síntomas de que algo no marchaba
bien. Cuando llegamos al hospital de Málaga nos dicen que
tengo que ingresar urgente porque había problemas. El TAC
que se hizo en Ceuta avisaba que el tumor había crecido casi
cuatro veces su tamaño anterior, por motivos de la
radioterapia. No era normal, por lo que me repitieron otro
TAC en Málaga y en ese otro ya casi había desaparecido por
completo. Creo que fue un milagro. Los médicos estaban
sorprendidos y muy contentos. Se me cayó el pelo con el
tratamiento, y los dientes se rompían solos y se me caían
desmenuzados.
P.- ¿Cómo ve la vida, después de tan grave episodio?
R.- Yo valoro mucho la vida, pero mucho más que antes. Yo,
antes de la enfermedad quería lo que cualquier otro niño,
que si ropa de marca, que si comodidades... Ahora eso queda
en un plano secundario. Mi vida ha cambiado totalmente,
valoro mucho más el aspecto interior de las personas y le
doy otro valor a las cosas materiales.
P.- Ha conocido a otras personas enfermas. ¿Qué les diría?
R.- A todos los enfermos, en general, les diría que tengan
mucho ánimo y mucho valor para luchar. Que tengan una fuerza
especial que hay que sacarla del interior, de donde sea. No
es fácil. Cuando veo a una persona enferma, sé lo que está
pasando porque yo también he estado igual. Hay que tener
fuerza y pensar siempre que mañana será mejor. Hay que
luchar por la familia.
P.- ¿Cómo es su recuperación, ha vuelto a su vida habitual?
R.- Cuando regresé del hospital, al principio lo pasé mal.
Los síntomas de la radioterapia pasaban factura y un ojo se
me desviaba. Estaba muy gordo a causa de las dosis altas de
cortisona. A veces me olvidaba de todo. En esos días yo no
quería salir de casa. Por las noches no podía dormir porque
me entraba ansiedad y no podía respirar. Mi madre decoró las
paredes de mi habitación con paisajes recortados de revistas
y me pasaba horas enteras mirándolos. Eso era lo único que
me relajaba. En estos últimos años he participado en un
campamento en Lleida, a través de la Asociación Contra el
Cáncer, y allí estaba rodeado de montañas. Disfruté mucho y
conseguí muchos nuevos amigos. Todos los voluntarios que
estaban en el campamento eran fenomenales. Le cogí mucho
cariño a dos de ellos: Inma y Paco.
P.- ¿Tardó mucho en mejorar?
P.- Imagínese que se me había caído el pelo, que estaba muy
hinchado por los medicamentos, pero mi madre me decía que
aguantara, que siguiera luchando. No fue fácil pero lo
conseguí.
P.- Su enfermedad comenzó antes de que a su madre le
detectaran el cáncer. Los dos han pasado juntos por ese
trance. ¿Les ha unido más?
R.- La verdad es que sí, se creó un lazo especial de unión
entre los dos. Hemos coincidido en los hospitales, y aunque
yo no tuviera que ir a ninguna sesión, acompañaba a mi madre
a las suyas. Su oncóloga dio permiso porque mi presencia
animaba a mi madre a seguir en la lucha. Además, yo ayudaba
a mi madre a poder asearse.
P.- También se crean lazos especiales con el personal
sanitario, ¿verdad?
R.- Sí, en el hospital de Algeciras me querían todos. Cuando
cumplí doce años, me quedé muy sorprendido porque allí todos
me hicieron regalos que no esperaba. En ese hospital hay un
jardín donde jugaban los niños, pero yo los miraba por la
ventana desde la habitación y no bajaba porque no quería
dejarla sola. No quería irme de su lado. Cuando las
enfermeras la subían de la sesión de quimioterapia yo le
daba mucho amor porque ella llegaba muy mal, enseguida le
subía la fiebre y el cuerpo se resentía de los efectos.
P.- Hace un año y medio que llegó un nuevo hermanito a su
familia.
R.- Sí, Isaac. Fue un milagro que mi madre pudiera dar a luz
después de la enfermedad. Yo fui el primero en cogerlo en
brazos. Estaba muy emocionado. Fue una alegría muy grande
para toda la familia.
P.- ¿Qué planes tiene para la vida?
R.- ¿Para el futuro? Estoy haciendo jardinería y me gustaría
poder trabajar luego de jardinero. Con el tiempo, mi idea
pasa por comprarme una casita aquí, en mi tierra, casarme
con una mujer buena y tener hijos buenos. Y que mi madre
siempre esté con nosotros.
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