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OPINIÓN - SÁBADO, 29 DE AGOSTO DE 2009

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Un clan extinguido
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Es lo que podemos decir sobre los Kennedy, tras la muerte de Eduard. Una familia poderosa e influyente que ya es historia o, al menos, historia para la política.

Este clan ha representado la historia viva del siglo XX en el territorio americano y con muchas influencias para el resto de occidente, tanto en los momentos de gloria, como en esas desgracias que, desde casi hace medio siglo, se cebaron con ellos.

Una familia muy larga, nueve hermanos, y de los que ya únicamente queda una hermana. Tuvieron todo lo que puede pedir cualquier humano, riqueza, fama, poder e, incluso, una presidencia de los Estados Unidos, que no llegó a su fin, por unas balas asesinas que terminaron con John Fitzerald.

Otro hermano iba directamente, también, hacia la presidencia, Robert, pero no pudo llegar a su final, porque nuevamente las balas asesinas terminaron con su vida, pocos años después de haber asesinado a su hermano.

En definitiva, una familia que, aun teniendo casi todo, estuvo falta de la buena suerte y se vio envuelta en las desgracias más tremendas, a intervalos no demasiado largos.

Ahora, acaba de fallecer Eduard, el más joven, el que más prometía, pero que no logró su objetivo, porque un accidente, una actuación inadecuada le incapacitaron para llegar a la meta más alta que puede lograr un americano, la Casa Blanca..

Estos días se han visto las banderas a media asta, marcando el duelo en fachadas influyentes de los Estados Unidos.

La muerte de Eduard Kennedy, muerte natural, por otra parte, no es una muerte cualquiera, es una pérdida sentida por cientos de millones de personas, en todos los continentes, identificados con los valores de la libertad y la tolerancia que tanto defendió el veterano senador, a lo largo de más de medio siglo de actividad política, siempre en primera fila.

Su muerte encierra un período muy importante, él era el último mito que aún había en los Kennedy, porque a partir de ahora, ya entre las nuevas generaciones, no hay un aspirante que, con claridad, pueda tomar el relevo del recién fallecido Ted.

En los Kennedy había, yo creo que desde hace tres días ya no hay, la capacidad de hacer soñar al pueblo americano, y ahí es donde puede estar la clave, en ese sueño que no se pudo hacer una total realidad, porque el hado nefasto, desde hace muchos años, se había cebado con uno tras otro, hasta haber quedado reducido, desde ahora, a la nada, al recuerdo bonito, a la ilusión que marcó el apellido y a ... poco más, por la serie de desgracias que fue fulminando a todos ellos. Tocaron la gloria en repetidas ocasiones, pero fue una gloria efímera, siempre truncada por una desgracia, como si el apellido Kennedy fuera sinónimo de desgracia o como si los dioses envidiosos de la dicha humana hubieran dicho: basta.

Hay muchas cosas que el destino no permitió que pudieran llevar a cabo, pero una de las últimas manifestaciones públicas del reciente fallecido decía:” Garantizaremos que todo estadounidense tenga una asistencia de salud de calidad, como un derecho fundamental y no sólo un privilegio”. Este podría ser su epitafio político, con el que ya merecería la pena tenerlo en la historia, como lo que fue, el hombre dedicado a la Política, con mayúscula y no al politiqueo para ganarse mejor la vida.

Con la muerte de Eduard Kennedy podemos decir adiós a un clan, al que el mundo, cuando menos, admiró.
 

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