Tengo que reconocer que soy un
amante de todos los deportes aunque, últimamente, el que más
práctico sea el sillón bol. Sin embargo hay deportes que he
practicado y es el que más me gusta, el deporte rey. Pero al
mismo tiempo, a pesar de ser deportista, reconozco que
algunos de los deportes no término de entenderlos aunque los
respetos, como pueden ser, ese que juegan, los americanos
con un palo con el que le dan un golpe a una pelota y salir
corriendo hasta llegar a una almohadilla o aquel otro que se
juega con una especie de melón, llamado rugby, que no
término de entenderlo, porque nunca me he preocupado en
hacerlo.
Bueno los que ya no tengo ni idea y, además, no se para lo
qué valen, son el esquiar y el montañismo. Para esquiar se
pega usted una hora en la cola, pasado ese tiempo le suben y
se lanza usted cuesta bajo, tardando tres minutos en
realizar el descenso y, de nuevo, otra vez, a esperar una
hora en la cola, para volver a realizar la misma operación.
Y ni te cuento, serrana del alma, lo de subir a lo alto de
una montaña, jugándote la vida, para cuando llegas arriba,
volver a iniciar el descenso.
Que conste, mi máximo respeto a los que gustan y practican
todos esos deportes que me cuesta trabajo entender. A igual
que, a muchos de ellos, de esos que gustan practican esos
deportes, verán aburrido el fútbol.
Otros de los deportes que me han apasionado es el boxeo, el
noble deporte de las doce cueras. Cuando estaba en Madrid,
no me perdía un sola velada, disfrutando lo mío viendo a
boxeadores de la categoría de Fred Galiana, José Legra o mí
apreciado Pedro Carrasco.
A veces he pensado que la vida, no es más que un combate de
boxeo, donde cada uno de nosotros, mantiene una lucha
constante para logra un mejor nivel de vida para los suyos.
Y en ese combate, que todos mantenemos con la vida, no
podemos dar respiro a nuestro contrario, la vida misma,
porque darle un respiro es darle la posibilidad de que nos
mande a la lona por la cuenta de diez, con lo que habremos
perdido el combate y lo que, esa perdida, conlleva.
En la política, como en la vida, también se da esa clase de
combate, donde no se le puede dar un respiro al enemigo,
pues ese segundo aire que le damos, nos puede llevar a la
perdida del combate.
El combate entre los dos grandes partidos hace tiempo que se
inició. Y como en todo combate, el peso del mismo lo tiene
que llevar el aspirante al título. Y en ese inició, el
aspirante no se ha ido, decididamente, hacia su contrario
lanzado le par de “derechazos”, mientas le dice: “voy a
acabar contigo”. Se ha limitado a decirle: “igual te pego,
igual no te pego”, amagando sin dar, girando alrededor del
campeón, que se ha limitado a mirar a su contrario,
esperando con toda tranquilidad el ataque.
En boxeo estas cosas, como en la política, no caben. O se
lanza uno a por su contrario con toda su artillería,
intentando tirarle a la lona por la cuenta de diez, o no se
sube al ring a amagar porque, entonces el público le silbará
por falta de combatividad.
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