La prospección arqueológica llevada a cabo en el pasaje
Fernández ha arrojado resultados espectaculares con el
descubrimiento, en el entorno del oratorio medieval, de los
restos de una calle con una anchura “excepcional”, de 4
metros y otros tres edificios. El conjunto se describe por
parte de los arqueólogos como “un referente para conocer el
urbanismo islámico bajomedieval del Mediterráneo
occidental”. Estos vestigios, en un estado de conservación
excelente, se identifican con el conocido como ‘arrabal de
En medio’ y corresponden a tres épocas de ocupación del
solar: altomedieval, almohade y meriní (entre los siglos IX
y XV).
A más de cinco metros de profundidad bajo el pasaje
Fernández se conserva, en un “excepcional” estado, la Ceuta
medieval. El descubrimiento, que partió del hallazgo de un
oratorio de esta época descrito ya en la primera fase de la
excavación arqueológica como “uno de los mejores de Al-Andalus
y el Magreb”, se ha completado ahora de forma sorprendente
con el descubrimiento, en su entorno, de una calle de cuatro
metros de anchura, otros tres edificios y dos nuevas tumbas
que se suman a la anteriormente excavada y que constituyen
“uno de los mejores conjuntos de esta naturaleza exhumado en
excavación arqueológica” en la región histórica señalada.
El yacimiento, según las conclusiones del estudio promovido
por la Ciudad Autónoma y al que ha tenido acceso EL PUEBLO,
es “un referente para conocer el urbanismo islámico
bajomedieval del Mediterráneo occidental”. Por ello, se
considera que el edificio del oratorio presenta “suficiente
interés para ser conservado en el solar”, mientras que para
el resto de los vestigios localizados se propone “ahondar”
en la investigación.
En primer lugar, esta segunda fase de la prospección (las
conclusiones de la primera se entregaron en abril) ha
servido para delimitar con precisión el edificio de culto y
conocer su naturaleza, así como “retrasar” la cronología de
su construcción a la época almohade (siglos XII-XIII). Si en
un principio no se pudo descartar que estuviera inserto
dentro de otro edificio a modo de oratorio privado, la
ampliación del estudio ha permitido sacar a la luz su
estructura completa, que da directamente a la calle a través
de una antesala que ha aparecido con un completo y “cuidado”
pavimento de ladrillos.
El oratorio, completo
En el edificio, del que se conservan hasta 2,5 metros de
alzado de su mihrab (lugar al que se orienta el rezo en los
templos islámicos) se han documentado también los restos de
unas escaleras que se interpreta podrían dar acceso a un
tejado “plano y practicable”, es decir, a una terraza.
Al norte del muro septemtrional del oratorio se ha
encontrado otra estancia que “como se ha podido constatar en
edificios de culto semejantes”, podría considerarse como un
edificio auxiliar dedicado al mantenimiento del templo. A su
vez, y también con salida a la calle principal, se han
encontrado los restos de otro espacio que por los
cerramientos posteriores al momento de su construcción los
arqueólogos creen que podría constituir un acceso original,
en recodo, al oratorio.
En lo que respecta al conjunto urbano hallado, que se
identifica con el denominado ‘arrabal de En medio’ (uno de
los tres que se cree existieron en la zona de la Almina en
la época medieval de la ciudad), se han documentado tres
fases de ocupación del solar “bien diferenciadas” e
incluidas todas ellas dentro del período islámico.
La primera fase, hacia el norte, corresponde a la época
altomedieval (s. IX-X d. C.). La segunda es del período
almohade (siglos XII-XIII d. C.) y la última, dividida a su
vez en cuatro tiempos distintos, se sitúa en el momento
almohade-meriní (siglos XIII al XV).
Del primer momento de ocupación se ha encontrado lo que se
interpreta como un posible pozo o fosa “delimitada por
grandes piedras”. En este agujero se han hallado, entre
otros, restos de tinajas, jarritos y cerámica de cocina.
Indicios parecidos de la misma época, en concreto, un silo,
se han encontrado recientemente en un solar cercano de la
calle Velarde y también en puntos como las calles Real,
Fructuoso Miaja y, hacia el oeste, en Víctori Goñalons y las
inmediaciones de la catedral.
En lo que respecta a la fase almohade, con vestigios
localizados en el mismo ámbito de excavación que los
anteriores, se asocian al mismo restos constructivos
correspondientes a “parte de la letrina o embocadura de pozo
o aljibe, así como una fosa”.
Jarritas, de nuevo cerámica de cocina, en este caso con
trazos de pintura en blanco y rojo y otros fragmentos
vidriados, conforman parte del material recuperado de este
período, que se suma, junto con los abundantes restos
encontrados en todo el conjunto, a la nutrida colección de
cerámica medieval con que cuenta Ceuta.
Almohade-meriní
La fase “mejor representada” en este solar y en este arrabal
de la medina islámica es la almohade-meriní, y en ella se
han diferenciado al menos cuatro subfases posibles,
correspondientes “a la construcción de los edificios mejor
conservados, momentos de reforma de los mismos,
colmataciones parciales, uso como necrópolis en uno de los
sectores” y, por último, un momento final de amortización a
partir de la conquista portuguesa, en el año 1415.
Los edificios coetáneos se articulan en torno a una calle
que a su vez presenta callejones transversales a modo de
“pequeños adarves” y dos de los cuales definen el ámbito del
oratorio. Esta vía principal discurre en sentido N-S y por
sus dimensiones (cuatro metros de anchura) se cree que “debe
tratarse sin duda de una de las arterias más importantes que
conformarían el urbanismo de este arrabal”. Por el centro de
la misma discurría una atarjea (canalización) a la que
desembocaban las salidas de aguas de los diversos edificios,
que solía localizarse en el vano de acceso, “como se
constata en una de las puertas del oratorio”.
En uno de los adarves, adosados a la base de los edificios
perimetrales, se han descrito “unos pequeños lomos
construidos a base de mampuestos”, cuya función consistía en
evitar el deterioro de la base de los edificios por la
circulación del agua. Este sistema de protección de los
inmuebles colindantes ha podido documentarse bien en la
calle principal del barrio meriní de Huerta Rufino.
En todos los edificios y en la calle se observa “importantes
transformaciones o reformas constructivas” que evidencian la
existencia de al menos dos momentos de uso bien
diferenciados.
En lo que se refiere a la necrópolis, en la campaña
precedente, se localizó una tumba que destruía parte de unas
estructuras que se adosaban a la trasera del muro de quibla.
La tumba correspondía, según el estudio antropológico
preliminar, “a un individuo joven, de complexión grácil,
enterrado en decubito lateral derecho, y el rostro orientado
al S.E”. Se había excavado una estrecha fosa en el nivel
geológico para su inhumación, y el hallazgo de “abundantes
clavos” y otros indicios permiten plantear que se enterró
“en un ataúd o espacio abierto”.
En la segunda excavación, se han documentado dos nuevos
enterramientos semejantes al descrito en cuanto al ritual, y
poco separados del mismo, en sentido Norte. En este caso, el
informe antropológico preliminar indica que se trata
nuevamente de dos jóvenes, un varón y una mujer.
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