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cultura - MARTES, 25 DE AGOSTO DE 2009


rodaje de ‘Vamp Evil’. archivo.

cine
 

La serie Z regresa a Ceuta

Francisco Antonio Rodríguez, el productor, guionista y director amateur más ‘sui géneris’ que haya conocido Ceuta, estrena la secuela de ‘Vamp Evil’ el día 4 en el Salón de Actos del Palacio Autonómico
 

CEUTA
Rober Gómez

ceuta
@elpueblodeceuta.com

No cabe duda de que el más extravagante de los cineastas que haya conocido Ceuta, Francisco Antonio Rodríguez, cumple con tesón sus promesas. Si hace un año cumplió el sueño que una buena noche le desveló, esto es, preparar, rodar, editar y proyectar su ópera prima Vamp Evil, una de zombies grabada con la más absoluta economía de medios –básicamente una videocámara doméstica, sin micrófonos exteriores, varios botes de tomate como sangre y un sui géneris plantel de actores sin experiencia formado por amigos y familiares–, ahora llega a la pantalla la secuela de aquel filme que, según explica su director, ha tenido cierto recorrido por el mundo friqui de la red, llegando incluso felicitaciones desde Venezuela.

“Es más fuerte que la otra, está mucho más elaborada”, apunta Rodríguez, quien asegura que ha aprendido en lo tocante a las técnicas de rodaje, si bien el mayor salto de calidad se ha dado en el maquillaje: “Hemos pasado del pan rallado y el esparadrapo al látex y la silicona. Hemos invertido en medio litro de látex y papel higiénico”. Así es Vamp Evil 2.

“El rodaje ha sido más largo”, comenta este cineasta indudablemente hecho a sí mismo, “desde el día 3 de noviembre hasta ayer”, añade, lo que ha supuesto un subproducto de una hora y cuarenta minutos de duración.

También ha aumentado la cantidad de actores, “el doble”. De hecho, durante todos esos días se podía ver a la panda moviéndose por los montes ceutíes maquillados como zombies para susto de más de alguno; parajes a los que Rodríguez ha convertido en un plató de cine enloquecido, probando que el entusiasmo puede vencerlo todo.

En cuanto a la tecnología, el cineasta reconoce que ha utilizado la misma cámara, si bien ésta vez ha grabado en HD (alta definición) y no en DVD. “Con esa cámara me basto y me sobro”, afirma Rodríguez, porque “aunque sea doméstica, hace virguerías”.

“Los efectos especiales son también mejores que en la primera”, asegura; así como las coreografías, que califica de “impresionantes”.

El alma mater de Vamp Evil ha rodado incluso un trailer con el que espera poder promocionar su película en las televisiones locales –está por ver que le dejen– antes del estreno por todo lo grande el día 4 de septiembre en el Salón de Actos del Palacio Autonómico, cesión de un espacio que Rodríguez agradece a la Ciudad Autónoma, al tiempo que recuerda que todo el mundo está invitado a la premier de la segunda parte de la saga.

Del argumento, en la más pura tradición de la serie B sobre zombies y vampiros, se puede decir que explica el gérmen del virus a través del truco cinematográfico de poner en escena un diario que cuenta la historia del origen del medallón que en la primera parte de Vamp Evil hacía mutar a quien osaba acercarse.

Rodríguez, que evita hacer comparaciones con el tan mediático virus de la gripe A, confía en que la secuela supere en recorrido a la primera parte, ya que, según explica, “hemos hecho la segunda porque nos lo han pedido desde muchas partes”.

Así, aunque reconoce que en Ceuta, “después del estreno no se habló mucho de la película, lo cierto es que en la península ha tenido más impacto”, asegura este productor acostumbrado a los más bajos presupuestos. “En Alicante gustó mucho”, afirma, “y va a venir gente de Sevilla al estreno el día 4”, apuntala.

Y el “impacto” no sólo ha sido en España, sino que la red de redes –se puede ver en www.tu.tv.com o descargarla del Emule– se ha encargado en transportar todo su imaginario onírico de héroes épicos, zombies, vampiros y muchachas en apuros al extranjero; por ejemplo a Venezuela, donde “una gente que ha grabado una película llamada Playa zombie nos han felicitado”.

En 2008 fue Vamp Evil; este año la secuela; y Rodríguez ya anuncia cerrar en 2010 una trilogía de películas en las que el metalenguaje es lo fundamental. No importa demasiado de dónde viene el virus, si son buenos los actores o si hay saltos de racord o de eje, porque su director nunca ha oído hablar del Método Stanislavski y ni falta que le hace. Realmente se trata de presenciar en la pantalla, trascendiendo el argumento, el drama para sacar adelante un sueño, un filme sin presupuesto alguno y con el más elemental conocimiento de las técnicas cinematográficas. Y lograrlo está al alcance de muy pocos. De los más entusiastas.
 

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