Efectivamente. Esta es la
trascendental cuestión que plantea, como concurso-pregunta
para el próximo mes una de esas glamourosas publicaciones
femeninas que adquiero periódicamente para “desconectar” y
oxigenarme un poco. Y no se crean que preguntan por
preguntar, sino que, la respuesta más ingeniosa y
políticamente correcta será premiada, nada más y nada menos
que con “Una cafetera Lattísima, de Nespresso fabricada en
colaboración con De´Longhi” ya saben uno de esos
maravillosos inventos tecnológicos a los que, los cristianos
esenios, por nuestra austeridad, no podemos acceder ¿Qué
dicen con bocas de lumiascas en huelga de toallitas íntimas?
¿Qué camuflo mi tiesez y el hecho de que, mi chiquitillo, el
que va para Escuela Judicial es el único sensato de la
familia y se ocupa de las escasas finanzas me desollaría
antes de dejar que me comprara la “Lattítísima de Nespresso,?
Es verdad. Mi futuro juez Calatayud dice que me haga el café
de pucherete. Y no atiende al hecho innegable de que puedo
estar en un momento “delicado” de mi ciclo hormonal. ¿Y esos
no son torturas y tratos vejatorios inhumanos o degradantes,
expresamente prohibidos por la Constitución?.
¡Hagan el favor de cesar de inmediato el concierto de
groseras carcajadotas con el que premian mi referencia al
sacrosanto, perdón, laicosanto, texto constitucional! ¡Les
entre a ustedes tendinitis por cada corte de manga con el
que salpimentan sus vulgares risotadas! Pero tienen razón,
para que nos vamos a engañar, las féminas “madurescentes” a
quienes nos jodieron la adolescencia con las toneladas de
moralidad y escasez de conocimiento que caracterizó nuestra
época, las que no nos conformamos con no vivir lo que
teníamos derecho a vivir, un mayo del 68, revueltas
estudiantiles, “la imaginación al poder”, el resplandor
hippie, Mary Quant y el feminismo europeo de los sesenta y
los setenta, nosotras, las universitarias de los setenta, no
solíamos reparar en ciclos hormonales. Había otras cosas en
las que ocuparse.
Y ahora nos ocupamos-preocupamos según nos haya puteado la
vida. Las privilegiadas, las que han enganchado a un buen
compañero y lo han conservado, las que han triunfado y viven
“agustamente”, esas “tienen tiempo” para ocuparse de
síndromes premestruales o premenopáusicos, que si me da, que
si no me da, que si parece que me deprimo, que si parece que
me da el sofoco ¡Me siento fatal!. El resto. Las aperreadas
y apaleadas por la existencia, no nos damos cuenta ni de que
tenemos hormonas. Cuando tienes que tirarte a las calles
para ganar el pan nuestro de cada día y bregar con toda la
familia y con familiares enfermos, cuando acudes a Salud
Mental a que, el psiquiatra de la Seguridad Social te
prescriba mejunjes para aguantar, inhibidores de la
serotonina “A ver si con esto mejoramos ¡y a ver si nos
tomamos unas vacaciones!” y sales con la receta, sorbiéndote
los mocos y murmurando “me voy de vacaciones si me las pagas
tu, pedazo de mamón”. Entonces, lo del “ciclo hormonal” te
trae al pairo. Con un hijo parado y el otro, tan brillante,
condenado al mileurismo y encima con el Zetapé amenazando
con trincarte más cacho del sueldo y dejarte más pobre, que
la gente tenga que gastar menos y se arruinen más comercios
y más empresas, entonces pensar en el “me da o no me da” es
tan jilipollas, tan frívolo, que ni se te pasa por el
cerebro, por mucho que tengas amuermada la cocorota a fuerza
de masticar trankimazines para soportar la realidad. Y
trankimazines con control, por más que, a veces, den ganas
de masticarse un par de cajas, no por nihilismo, ni por
relativismo moral, sino por poder dejar de trabajar y de
reventarte un poco.
¿Qué dicen ahora tras el turno de horrorosas afirmaciones,
claramente calumniosas sobre los gastos y los dispendios de
Gobierno, cargos públicos, cargos de confianza, asesores y
estructura autonómica de esta dictadura del derroche? ¿Qué
“jamás” ganaré la cafetera Lattísima de Nespresso
especializada en la elaboración de cafés lattes y capuccinos?.
Ya lo sé. Pero el café de pucherete tampoco está tan mal.
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