Me enchufan a la máquina a las ocho de la mañana, nos
pinchan la insulina y nos preparan para la diálisis,
tomándonos la tensión y la fiebre”. Durante cuatro horas y
tres veces a la semana la vida de José Ruiz depende de una
máquina debido a una enfermedad renal que le diagnosticaron
hace más de diez años. A veces cae en el sueño y su
subconsciente le hace viajar por todo el mundo, como cuando
era empleado de Transmediterránea y se aventuraba para
descubrir las Américas.
Otras, sin embargo, “salgo bien del centro y me pongo a
cantar animando a todos los amigos y las enfermeras, que me
cuidan mucho. Siempre lo agradezco todo y me apunto a cada
actividad que se organiza desde Alcer porque gracias a la
asociación mi día a día cada vez es mejor. Paseo, juego al
ajedrez, y no me tomo esto con mucha filosofía porque, para
dos días que vivimos, hay que vivirlos bien”, aseguraba el
paciente, al que conocen como Pepe.
Su visión le juega malas pasadas y su bastón es el más fiel
compañero que tiene pero Pepe se niega a continuar entre
cuatro paredes, sin ver la luz cada día y disfrutar de cada
instante que le han regalado. “Los días que no tengo
diálisis salgo con las enfermeras y les pongo un itinerario.
Vamos al mercado, compramos comida y medicina, voy a los
baños árabes con los amigos y echamos un rato hasta las doce
de la noche”, narraba, entusiasmado, Pepe.
Debería seguir una dieta específica pero confiesa que “los
callos me pueden”, el deporte tampoco es su arma de defensa
“pero camino y soy catalino; me paso las horas hablando del
Barcelona con los amigos”. Y lo mejor, “me tratan tan bien
que siempre tengo ganas de reir y contar chistes porque
todas las chicas son maravillosas”, declaraba.
Pero quizás lo que peor lleve Pepe sea el regreso a casa y
el tiempo de espera necesario. “Yo sé que los trabajadores
no tienen culpa pero el servicio de ambulancias es
horroroso. Tenemos que esperar a que salgan unos cuantos
pacientes de su turno para que nos lleven y eso pueden ser
horas. Yo salgo muchas veces bien pero cuando se está mal,
el mareo, las náuseas, es insoportable tener que esperar a
que te lleven”, confesaba. Por eso cuando piensa en Brasil,
México, Cuba, Venezuela, la historia de su vida que añora
piensa: “Anda que si hubiéramos ido en ambulancia, íbamos a
llegar antes que Colón”.
Vivir a través de un motor pero siempre con una sonrisa,
responsable y eficiente cuidando a su anciana madre y lo más
envidiable, “recuerdo muchas anécdotas que cada vez que
cuento me hacen sonreír y nunca las olvidaré aunque ya no
estén”.
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