Jorge Javier Arbona, fotógrafo desde su niñez, es la sexta
generación de una familia que comenzó la actividad del
retrato en 1875. Seis generaciones y tres siglos distintos
de historia de una saga de profesionales de la imagen con
secretos y trucos que hoy se revelan. Desde el cielo, los
padres de Jorge se habrán sentido orgullosos de que su hijo,
un Arbona, fuera el fotógrafo oficial de la visita que los
Reyes de España realizaron a Ceuta. En la fotografía, ha
hecho de todo: desde montar los negativos en las placas en
sus primeros años hasta ponerse al frente del estudio en la
actualidad. Todavía guarda como una reliquia la primera
máquina que se compró: una Kodad Instamatic. A ella se unen
muchas más.
Pregunta.- ¿Con qué edad comienza usted en el mundo de la
fotografía?
Respuesta.- Con unos quince años. Ya hace treinta y cinco
desde entonces. Lo hice como el niño, el que va a por los
mandados, entregaba fotos, iba por los otros estudios
repartiendo el trabajo.
P.- ¿Qué recuerda de aquel entonces?
R.- Fue una época muy bonita. Estaban Foto Calatayud, Foto
Encomienda, Foto Rubio, Ulzurrun, Foto Ceuta, García
Cortés... Recuerdo que mi padre me decía que fuera a alguno
de estos estudios para recoger trabajos o productos para los
reveladores. Yo entraba allí y recuerdo que había muchas
fotos de los soldados y montajes como el soldado en un lado
y la novia en el otro y una paloma en medio, oficiales
vestidos con ropas imperiales... Me impresionaba mucho
entrar y ver esas cortinas tan antiguas y los fondos para
los retratos. Cuando me veían, me decían Arbona pasa para
dentro. Me metía en los cuartos de revelar con la luz roja y
ese olor de ácido acético y las cubetas con reveladores y
veía cómo hacían ese trabajo. Y entonces me daban los
encargos y me mandaban para otro estudio. Todo era muy añejo
y de aquella época ya no existe casi nadie. Tuve la suerte
de llegar a conocerlos.
P.- Parecen muy buenos recuerdos. ¿Le gustaba aquella época?
R.- Los retratos se hacían con máquinas de fotografiar que
utilizaban placas que iban montadas en un chasis de madera.
Cada foto que se hacía necesitaba una placa nueva, por lo
que ‘el niño’ esperaba que se hiciera la foto para recoger
la placa, pasar a un cuarto oscuro, abrir el chasis, sacar
la placa usada y reponer una nueva para que el trabajo
continuara. El maestro volvía a disparar y se tenía que
repetir todo el proceso de nuevo. Cada foto, un viaje al
cuarto oscuro.
P.- Pero no todo el trabajo se realizaba en el estudio. ¿Qué
pasaba cuando era en exteriores?
R.- Recuerdo que como las máquinas portátiles no tenían
foco, mi padre llevaba una cuerda que medía un metro y
medio, que era la distancia mínima a la que se podía apretar
el disparador con garantías de obtener una buena
instantánea. Si se trataba de una boda, por ejemplo, allí
estaba el niño que colocaba un extremo de la cuerda en la
nariz del novio y al otro se ponía mi padre para hacer las
fotos. Imagínese cada vez que se cambiaba la pose y de nuevo
el sistema de la cuerda.
P.- ¿En un estudio de aquella época también revelaban para
la calle?
R.- Sí, pero solamente los carretes de blanco y negro. Por
aquellos años, se solían recibir carretes de Tetuán para su
revelado, y en grupos numerosos. Para que diera tiempo a su
secado y poder seguir trabajando, siempre había por allí un
grupo de muchachos de la calle Duarte dispuestos a ayudar
previa propina. En un palo se colgaban varios carretes ya
revelados para que se secaran con un sistema muy peculiar:
los niños se ponían a correr con los carretes al viento, con
lo que en pocos minutos y en algunas carreras hasta la Plaza
de los Reyes y vuelta, las películas quedaban perfectamente
secas. Bueno, si hacía levante, había que correr un poco
más. Así, con los negativos secos ya se podía plasmar la
imagen en el papel con la reveladora y poder cumplir los
plazos de entrega a la mañana siguiente. Eso y quedándose el
personal hasta la madrugada realizando los trabajos.
P.- ¿Qué otras cosas recuerda?
R.- Tengo grabada la imagen de una persona, Paco, que venía
todos los días con garrafas de agua para rellenar el
depósito del estudio. Era una época en la que la
distribución del agua potable tenía algunas dificultades, y
el agua era imprescindible para poder trabajar la
fotografía.
P.- ¿Cuando pasa de ser el niño y comienza a hacer fotos?
R.- Fue con mi tío Choni. Él hacía fotos en el campo de
fútbol del 54, iba todos los sábados y yo comencé a
acompañarle. Y ya empecé a hacer mis trabajitos. Con
diecisiete años de edad ya estaba yo haciendo mis cosas. En
aquella época, mi padre era el fotógrafo; dentro del estudio
estaba luego un retocador, también había un laboratorio y un
taller. Yo fui pasando por cada una de esas dependencias
realizando mi aprendizaje.
P.- Es cierto que hablamos de otra época, de otros métodos y
otros medios. ¿Cómo se hacían las fotografías?
R.- Empezando por aquella máquina de placas, las luces, con
otra potencia muy inferior a la actual, y que una vez
disparado el obturador ya no se veía el resultado hasta
horas después, hacía falta mucha técnica. No es como ahora
con las máquinas digitales que se ve la foto inmediatamente
y se puede repetir si no ha salido bien. Antes, foto que se
hacía, se tenía que clavar el resultado. Los materiales eran
bastante caros y no se podía derrochar. También me
impresiona mucho de aquella época los trucos que se
utilizaban para recuperar algunos negativos que no habían
salido en condiciones. Por ejemplo, si una foto salía falta
de luz, en el revelado se ponía un papel de seda blanco como
filtro y ganaba en luminosidad. Si una placa se rayaba, se
iba al monte a por resina de pino y con disolvente se hacía
una gelatina que se aplicaba a la placa y se solucionaba el
problema. Era todo muy artesanal. Hoy dependemos mucho de la
tecnología.
P.- Todo ha avanzado mucho, pero antes, quien quería un
retrato tenía que ir a un estudio.
R.- Sí, no había otro método.
P.- ¿Y la BBC (bodas, bautizos, comuniones...), ha hecho
muchas?
R.- No lo sé. Imposible de calcular ahora mismo. Son treinta
y cinco años de trabajo. He hecho de todo. Siempre estuve al
lado de mi padre haciendo fotos. Como él, no había nadie en
Ceuta, con ese arte para colocar a las personas, mover las
luces... De él aprendí mucho en ese aspecto, encuadres,
iluminación... Había que tener mucha práctica y ser muy
observador para hacer buenas fotografías. Hoy no ocurre eso
porque dependemos mucho de la tecnología. Si tienes buen
equipo, harás buenas fotos, si el equipo no lo es tanto, el
resultado será inferior.
P.- ¿Cualquier aficionado con una cámara buenecita podría
decirse que es fotógrafo?
R.- No es lo mismo ser fotógrafo que hacer fotografías. Está
claro. Por ejemplo, en Semana Santa vemos muchas cámaras en
la calle retratando los pasos y disparando el flash, pero un
flash no llega más allá de un metro o metro y medio de
distancia.
P.- ¿Cuál ha sido su formación?
R.- En realidad esta profesión te obliga a estar en
permanente preparación. Yo he realizado cursos, por ejemplo
en Martínez Iglesias de Sevilla. Procuro asistir todos los
años a SONIMAG, a congresos de fotografías y tengo revistas
sobre esta materia que se complementa con Internet, ya que
hay direcciones específicas sobre la fotografía.
P.- ¿Cuál sería la principal diferencia respecto a la
fotografía en sistema digital?
R.- Por ejemplo la cantidad de imágenes que se pueden hacer.
Antes, si tenía una boda, necesitaba llevar los carretes que
fuera a utilizar. En una cámara digital puedes poner una
tarjeta de memoria de varias gigas de capacidad y hacer
miles de fotos sin problema. Antes, si ibas a hacer fotos en
exterior, tenías que cargar un carrete apropiado; también
había que tener mucho en cuenta la sensibilidad de la
película. Ahora se puede simular cualquier sensibilidad en
las digitales, aunque creo que se ofrece tanta información y
tantas posibilidades de variación que mucha gente se hace un
lío y terminan utilizando el sistema automático. Una ventaja
es que puedes hacer varias fotos de lo mismo. Por ejemplo,
si se trata de retratar un grupo de personas, se pueden
disparar cuatro o cinco veces porque siempre pilla alguien
con los ojos cerrados. Antes, con carrete nunca más de dos y
rezar porque hubiera suerte.
P.- ¿Se llega a ser esclavo de la tecnología?
R.- Diría que sí, porque tenemos que estar siempre a la
última. Por ejemplo, hay que renovar el equipo y gastar
grandes cantidades de dinero con el problema que tiene la
evolución porque a los pocos meses han salido más y mejores
máquinas y las que habías comprado no valen ni la mitad que
te costaron. Además, por poner un ejemplo, hasta los
teléfonos móviles están llegando a tener cámaras de
fotografía de alta calidad, y encima también hace vídeos.
P.- Usted también se ha dedicado a la realización de
reportajes en video, ¿no?
R.- Sí, y además fuimos los primeros en hacer los videos
profesionales en Ceuta. El primer contrato que firmó el
Ayuntamiento para un reportaje de video fue con Arbona y
consistió en grabar algunas ferias de los años setenta.
Posteriormente rodamos en los carnavales que se
desarrollaron en la carpa que había en la explanada del
Revellín, y con dos cámaras, que en aquella época era muy
adelantado. También hicimos los festivales flamencos que
organizaba la Tertulia Flamenca. Con esto ha pasado lo mismo
que con las cámaritas digitales. Todo el mundo tiene cámara
de video, pero, menos mal que cuando hay una boda sí quieren
que el reportaje se lo haga un profesional.
P.- ¿Cómo está la cosa ahora?
R.- Bueno, en la actualidad nos encontramos en el edificio
Ceuta Center, después de haber tenido estudios en la calle
Duarte, en Mendoza, en teniente coronel Gautier, en
Tetuán...
P.- ¿Algún recuerdo especial de calle Duarte?
R.- Muchos, y no puedo volver a pasar por allí porque me da
mucha pena. Se me agolpan muchos recuerdos, muchas
historias. Es muy grande.
P.- ¿Alguna foto curiosa, rara, extraña...?
R.- Tengo fotos de Tobalo, de África ‘la macho’, de Pedro
‘el orejas’... Tengo fotos muy buenas. Cualquier día doy una
sorpresa y monto una exposición. Lo que pasa es que con los
medios modernos, se pueden copiar de mil maneras y se me
irían de las manos. Tengo cosas muy bonitas.
P.- A la hora de mirar fotografías antiguas es como se
descubre el nivel de cambio que ha sufrido la ciudad, cómo
han variado las calles, los edificios, los tendidos
eléctricos...
R.- Es exagerado lo que ha cambiado la ciudad en los últimos
quince años. Hoy tenemos unas calles más limpias, somos una
ciudad muy europea. Ya no se ven esos cables por las
fachadas de las casas. Yo valoro mucho los detalles antes de
hacer las fotos y veo que está todo muy limpio, Ceuta está
muy bien.
P.- ¿Cuál fue su primera cámara?
R.- La tengo aquí, una Kodak que utilizaba carretes que
venían en un cartucho de 126 y el flash era de usar y tirar
en un dado de cuatro disparos. Una Kodak Instamatic que
compré en Casa Ros. Es preciosa. Me duró un mes porque
empezaron a venir otras novedades y pasé a las reflex. Mi
padre siempre tuvo mucha fe en mí. Yo me compraba mis
maquinitas y aprendía nuevas cosas. Otras que tuve fueron
una Mamiya con carretes de 120. También tuve una Pentax que
me robaron del coche en un descuido.
P.- ¿El boom digital les ha quitado trabajo?
R.- Aunque parezca lo contrario, no. A los fotógrafos no nos
ha quitado trabajo, pero no pasa lo mismo con los
laboratorios de revelado. Allí si se resienten de la falta
de clientes. Hace pocos días me llegaron dos jovencitas
preguntando por el precio de revelado. Les contesté que
cuestan dieciocho céntimos la copia y me dijeron que querían
dos copias y traían un CD con más de mil fotos. Tardé una
eternidad en encontrar las que querían. Antes, cuando se
revelaban los carretes, entraba dinero; cada carrete, mil
pesetas. Ahora, con el digital, se elige mejor la foto y se
las pasan por correo electrónico. También hay que destacar
que se está perdiendo la foto en papel. Salvo para
celebraciones como bodas y las fotografías de carné, el
resto no se revela en papel.
P.- Pero no negará que ahora cualquiera saca fotos y videos.
R.- Bueno, es verdad que si estamos realizando un reportaje
de un bautizo o una boda, nos damos la vuelta y vemos a todo
el mundo con cámara en ristre. Da hasta miedo mirar para
atrás. Hasta niños chicos sacando fotos, es impresionante.
Si en otra ocasión estoy haciendo una foto de grupo, hay
hasta quien me pide que me quite de en medio.
P.- Yo he visto esta misma semana un comercio ceutí que
ofrece el atractivo de una cámara digital por un euro si se
hace una compra de determinados productos de la misma marca.
R.- Cada marca busca ya la fidelidad de los clientes y
procura ampliar los accesorios con el fin de que se dependa
de ellos. Hay cámaras que ofrecen impresoras para las
fotografías. Además, en muchas ciudades existen máquinas que
revelan directamente desde un soporte digital. Se echan las
monedas que haga falta y se tienen las copias pedidas.
P.- ¿A dónde llegará todo?
R.- Pues no tengo ni idea. Gracias a Dios tengo un puesto
eventual en el Ayuntamiento y eso me da de comer. Se ha
portado muy bien conmigo Juan Vivas. Estoy trabajando mucho
haciendo reportajes gráficos de toda la ciudad. Antes,
cuando había en Ceuta tantos soldados, abríamos el estudio
por la tarde y a las siete se llenaba. Ese tiempo se fue.
Además, dentro de los reemplazos solían venir también
algunos que eran fotógrafos en la vida civil y alguno se
quedaba en el estudio ayudando. Venía gente muy buena. Ahora
mismo es como si fuéramos un barco de vela en medio del mar
con calma chicha, que no sabemos en qué sentido navegará.
P.- En todos estos años, ¿han obtenido algún premio?
R.- Aunque parezca mentira, desde el año 1875 que comenzó el
estudio, nunca. Nos hemos dedicado a trabajar y no hemos
tenido tiempo de concursar o buscar premios.
Pocas empresas en Ceuta pueden contar con tanta historia,
manteniendo la actividad durante más de un siglo de forma
continuada.
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