El motor arranca cuando los primeros rayos de sol comizan a
traspasar la piel, cuando las mareas deciden a qué viento
seguir, cuando la orilla da la bienvenida a las misteriosas
sirenas.
Las lanchas calientan y se preparan sin saber si el
caprichoso destino les jugará alguna mala pasada pero ellos,
preparados física y psíquicamente, se encargan de que el mar
no se convierta en un tablero donde las fichas, con vida
propia, desaparezcan. Pasean por la bahía norte y la sur, a
millas de la costa, como refuerzo de otras compañeras que se
bautizan como Hércules, Atenas o Pilarica. Esta misión
cumplen las embarcaciones destinadas al Salvamento Marítimo
de Cruz Roja cuya meta fundamental es prevenir que cualquier
contratiempo se convierta en una nube negra donde no cabe la
luz, donde salvar vidas es el pan de cada día.
Tres lanchas de menores dimensiones vigilan las seis playas
ceutíes que a través de sus códigos internos se comunican
con los puestos de socorro, en el argot específico conocidos
como ‘bravo’. Y para reforzar la tranquilidad y seguridad de
los bañistas, otra embarcación que alcanza los setenta nudos
rodea todas las zonas para prevenir e intervenir en
situaciones de emergencia. En ellas, patrón y marinero velan
cada minuto porque ninguna vida corra peligro en operativos
de “preventivo y pruebas duras tales como pesca submarina,
travesías a nado o actividades fuera de la playa”, explicaba
Nisri Laarbi Alí, jefa de Playas de Cruz Roja en Ceuta.
Bañistas que salen de las zonas señalizadas, buceadores con
fusiles de pesca submarina dentro de la zona de baño,
deportistas que bucean por el mar sin señalar, niños que
saltan en zonas rocosas, colchones hinflables que llegan a
altamar, saltos al foso de las Murallas Reales, motos
acuáticas a gran velocidad. Algunos de los muchos avisos y
asistencias que estos socorristas llevan a cabo a kilómetros
de la costa. “La mejor actuación que hace Cruz Roja es la
que no lleva a cabo, por eso se intenta siempre prevenir
porque es la base de nuestra labor”, apostillaba Yusef Dris,
jefe de Embarcaciones.
La ruta siempre es la misma: ‘bravo 02’ es la salida del
puerto deportivo; luego ‘bravo 08’, recorrido hasta la playa
Benítez aunque se alcanza la zona de Calamocarro. Siempre
pegados a las escolleras para divisar a bañistas o
indocumentados que se lanzan a la mar. “La embarcación,
cuando está en el agua, siempre está patrullando o dando
avisos a las personas que se estiman que están haciendo algo
de forma incorrecta”, informaba Dris.
Una vez finalizado el recorrido por la bahía norte, la
dirección da un giro de 180 grados para navegar hasta el sur
a través del foso de las Murallas Reales. Un canal donde las
aguas del Mediterráneo y el Atlántico se enzarzan en una
lucha entre corrientes marinas que, en muchas ocasiones,
dificultan las labores de rescate. “La primera actuación que
tuvimos este verano fue en este recinto emblemático porque
un chico se tiró a por sus zapatillas. Comenzaron las
corrientes y al ser arrastrado por ellas, tuvo que quedarse
pegado a una pared. Es complicado porque el socorrista tiene
que lanzarse a varios metros antes de la situación de la
víctima porque, de lo contrario, no llega a su rescate
porque la fuerza del mar lo impide”, narraba el patrón de la
embarcación.
Ribera y Chorrillo, Miramar y Tarajal, son las playas que
dibujan la bahía sur del litoral ceutí y que a lo largo del
inmenso mar el color tierra adquiere relieve para pincelar
las zonas rocosas que se convierten en puntos de emergencia.
“La piedra pineo, por ejemplo, es peligrosa. Muchos menores
llegan hasta ella traspasando la zona de baño para subir y
tirarse de ella. Y las motos acuáticas suelen rondar por
esta zona por lo que casi todos los avisos que recibimos en
este enclave se refieren a estas asistencias”, apuntaba la
jefa de Playas.
Enfrentarse a situaciones de riesgo podría ser la filosofía
de cada día pero el soplo de los vientos marca una rutina
veleidosa donde el estar en forma y tener un espíritu de
compromiso son las mejores armas de lucha cuando el antojo
del levante o el poniente delimita las pautas a seguir. “Los
socorristas no somos dioses y muchos padres sueltan a los
niños en la playa y los dejan a nuestro cargo. Entonces
sopla el levante y los arrastra hacia la profundidad y las
olas los tiran por lo que el ahogamiento puede ser
frecuente. Esto suele ocurrir en Ribera y en Chorrillo y es
bastante peligroso. Benítez, por el contrario, es alarmante
en poniente, sobre todo, con las olas del ferry porque los
niños entran en ellas para divertirse y no saben que están
jugando con el peligro”, confesaba la profesional.
La fuerza del levante ha impedido que en varios momentos las
embarcaciones se hayan quedado atadas en el puerto. O en
momentos cruciales de rescate, son las balizas las que
actúan de intermediarios entre la estabilidad y la
tempestad. “Para nosotros el riesgo es bastante alto porque
puede llegar una ola grande y la embarcación da la vuelta, e
incluso una niebla que te impide la visibilidad. Lo único
que te queda es la boya. Nosotros somos conscientes de que
hay situaciones extremas en las que tenemos que intervenir y
por eso, a veces, solemos decir que no salimos cuando llega
el temporal pero lo decide el patrón”, comentaba Nisri
Laarbi Alí, jefa de Playas de Cruz Roja en Ceuta.
Proteger, alertar y socorrer son los pilares básicos que
sustentan este servicio marítimo que no tiene precio, ni
momentos, ni lugares, ni razón para dejar de existir. Una
labor de grandeza en el alma, de corazón inquieto, de
temperamento y temple. Un carácter fuerte e indomable para
luchar a toda costa por la vida de las personas y eso, es lo
que significa para estos profesionales, ser socorrista en
Cruz Roja.
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“Arriesgamos nuestra vida para salvar otra”
“Siendo socorrista recuerdo
perfectamente un rescate en la playa del Tarajal, en ‘bravo
07’. Soplaba el levante, con una marejada fuerte y rescate a
un pequeño de siete años como mucho. Me impactó porque a los
quince minutos estaba por la orilla y sentí que alguien me
tocaba la mano y cuando miré, era el niño que había
rescatado, que me vio en el puesto y me agarró”, contaba
Yusef Dris, patrón de la embarcación ‘Pilarica’. Recuerdos y
anécdotas como estas son las que hacen que estos voluntarios
quieran continuar vigilando el mar, apostando por la
seguridad y la prevención e incluso si siendo sus propias
vidas las que corren mayor peligro. A pesar de que no
siempre el rescate es suficiente, el esfuerzo lo recompensa
todo. “Hace poco murió un rumano y fuimos avisados desde el
Tarajal aunque ya había otra embarcación allí. Hicimos un
buen trabajo con la reanimación porque el chico llegó al
hospital estable pero al día siguiente falleció. No fue tan
negativo porque hasta los médicos del 061 nos felicitaron
pero te queda el mal trago de conocer la noticia”,
confesaba. Momentos de estrés y de ansiedad, orgullo o
fracaso, melancolía. Pero “para mí ser patrón de Salvamento
lo es todo aunque arriesguemos nuestra vida para salvar
otra”, declaraba Yusef Dris, patrón de la embarcación
‘Pilarica’. Y es que el socorrismo cobra sentido en el
respeto y protección de la dignidad, de la integridad física
y de la vida de la persona, sin distinción alguna por motivo
de raza, sexo, ideología, condición social o cualquier otra
circunstancia. Todo como distintivo de Cruz Roja.
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