No es literatura, aunque la
historia podría denominarse: buscando poesía
desesperadamente… La lozanía se lleva el papel de los
buscavidas, que buena falta nos hace. Lo predijo el poeta
que recolectó el tiempo para sí, cuando dijo: juventud,
divino tesoro. Todo esto viene al hilo de un encuentro de
jóvenes. Realmente deseo que tomen la palabra y busquen el
exacto verbo para que remuerda los interiores de los
adúlteros adultos. Pongo la esperanza, pues, en los cientos
de miles de chavales, una riada de mocerío, dispuestos a
encender la lámpara de las ideas y a no dejar que se apague
la mecha del pensamiento. El batallador cónclave, apiñado en
la República de Corea, está ingeniosamente dispuesto a pedir
pactos entre gobiernos, por necesidad urgente del
planetario, y así lograr realidades en la próxima cumbre
sobre cambio climático, que tendrá lugar en Copenhague en el
mes de diciembre.
La verdad que hay mucha vida oculta tras las acciones y
opciones humanas, consentidas y asentidas por gentes de
mando en plaza, que todavía siguen acosando y ahogando el
medio ambiente. El susodicho encuentro, que no solo hay que
estimar sino también engrandecer para denigrar a la legión
de contaminadores que reproducen contaminantes como
cucarachas, se celebra en la ciudad surcoreana de Daejeon
estos días de agosto, bajo el auspicio del Programa de la
ONU para el Medio Ambiente (PNUMA). Sólo ellos tienen la
lucidez sin ataduras, el genio vivo y la genialidad
desmembrada de intereses.
Los ciudadanos, invadidos por tantas políticas corruptas,
precisan de esta sangre joven dispuesta a regenerar la vida
y a socializar globalmente la red ecológica, sin más demora.
No es tiempo de reconocer lo que es una realidad palpable.
Si no somos capaces de afrontar estos nuevos desafíos con un
renovado sentido de la justicia e igualdad social, en una
apuesta decidida por las energías limpias, se corre el
riesgo de ensanchar una degradación ambiental de terribles
consecuencias. El ser humano no puede ser un peligro para su
propio hábitat. La acción es estúpida. Hay, por
consiguiente, una necesidad perentoria de alumbrar nuevos
modos y maneras de vida, de educar en la obligación de
respetar el medio ambiente. Todas las fuerzas políticas,
económicas, sociales, la misma persona como individuo de una
colectividad, han de verse y vivirse como gestores de su
medio ambiente en el que no tienen cabida los explotadores.
Quizás tengamos que articular las lenguas bajo un lenguaje
común, el de vivir y dejar vivir; modular las ciencias
humanas con las ciencias naturales, concertar filosofías con
la interpretación filológica del universo.
No tenemos otra mansión que el planeta, al que hemos de
cuidar y cultivar con el abecedario de la libertad
responsable, teniendo siempre como criterio orientador el
bien de todos, no el bien de algunos como viene sucediendo.
Como alguna vez dijo Kofi Annan: “una sociedad que aísla a
sus jóvenes, corta sus amarras: está condenada a
desangrarse”. Ellos, sin duda, son el empuje vital para que
la sociedad cambie. En consecuencia, prestemos atención a su
voz que, en su palabra, arde la auténtica solidaridad que
tanto escasea en el mundo.
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