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OPINIÓN - MARTES, 18 DE AGOSTO DE 2009

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Virtudes y defectos del sistema sanitario

El Sistema Sanitario español es un sistema público y gratuito del que cualquier ciudadano extranjero, una vez está empadronado en el ayuntamiento del municipio donde reside habitualmente, se puede beneficiar de la asistencia sanitaria en las mismas condiciones que el resto de ciudadanos nacionales, que pagan con sus impuestos el mantenimiento de dicha red. Los españoles, también en Ceuta, pese a las múltiples quejas que constantemente se escuchan, debemos ser conscientes de las muchas virtudes de nuestra Sanidad pública, considerada en no pocos informes como una de las mejores del mundo a pesar de que, como todo, es mejorable y compete a las Administraciones el seguir manteniendo unos niveles de inversión equiparables al resto de países de nuestro entorno para que su calidad no se deprecie. Sus virtudes parece que son, a veces, más valoradas fuera de nuestras fronteras que dentro. Y no sólo en países donde, como en Marruecos, no existe nada parecido. En las zonas de mayor actividad turística del país, especialmente la Comunidad Valenciana y la Costa del Sol, la llegada de foráneos que aprovechan su estancia en España para someterse a determinados tratamientos médicos va en constamente aumento. La atención sanitaria a desplazados (turistas nacionales y extranjeros) cuesta a los valencianos 17 millones de euros al mes y 200 al año. No debe extrañar, a la luz de esta comparación, que el número de extranjeros, fundamental y mayoritariamente marroquíes, que son atendidos por el Instituto de Gestión Sanitaria (INGESA) en Ceuta también sea alto. Prestan dicha asistencia es una de las obligaciones que, como país desarrollado económica y éticamente, debemos asumir. La obligación del Gobierno central, que es quien tiene las competencias en la ciudad, es garantizar que ese extra de demanda no repercuta negativamente sobre los pacientes nacionales ni sobre la carga de trabajo de los profesionales. Si se consigue se evitarán recelos sobre ‘el otro’ que nunca traen nada bueno.
 

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