Un paseo por Hadú nos llevó hasta el mercado de esta
barriada, donde tradicionalmente y desde hace muchos años,
se instala cada mañana un mercadillo ambulante de puestos y
tenderetes dedicados a la venta de diferentes productos.
Como nos confesaron algunos de los vendedores, cada vez son
menos, y eso se nota en los huecos que quedan libres entre
algunos de los puestos.
La crisis también les ha tocado, pese a que cuentan con una
mercancía realmente barata y de precios muy atractivos.
Prácticamente desde un euro puede usted llevarse ya alguna
prenda, como es el caso de algunas camisetas. Ropa interior
desde un euro y cincuenta céntimos es otro de los reclamos
con los que se intenta atraer la atención de los clientes,
que pueden encontrar allí mucha ropa, la mayoría en torno a
diez euros la prenda, aunque también se ven juegos de
sábana, ropita de bebé y niños o toallas de playa, que es la
temporada.
Said
“Está la cosa muy mal. No se vende nada ahora”, nos comenta
Said en su puesto de venta ambulante. Como casi todos los
demás que se dedican a este tipo de venta junto al mercado
de Hadú, orienta su negocio al género textil, y
especialmente a prendas de vestir de señora.
A las ocho de la mañana ya tiene montado su puesto para
permanecer en él hasta la una y media de la tarde, más o
menos. Y es que depende del día y la afluencia de público
para que recoja todo más pronto o más tarde.
Todos los días le toca la misma tarea. Una hora para montar
el puesto y otra hora también para desmontarlo y recoger la
mercancía para volver la mañana siguiente, bien temprano,
para repetir la jornada.
Así lleva ya más de siete años, con un ritmo de vida difícil
y que no se ve compensado con los resultados del negocio.
Said apuntó que desde hace unos cuatro años se ha notado un
gran descenso de actividad, que con la crisis actual no da
ni para cubrir los gastos fijos de impuestos, autónomos,
tasas municipales...
El género lo trae de polígonos de Málaga y Granada, de donde
vienen los pantalones, blusas, chandals, procurando que sea
variado.
El calor y el frío son sus principales rivales. Si hace
mucho calor, hay poca gente en la calle, y si hace mal
tiempo en invierno, con lluvia o viento, no merece la pena
ni montar el puesto porque se vendría abajo.
“Un día de lluvia o de viento no hay negocio. No podemos
montar”, apuntaba.
Con voces de rebaja pregona su mercancía, esperando que las
clientas acudan a su puesto y encuentren algo de su agrado.
Enriqueta
Aunque no quiso salir en la foto, Enriqueta nos atendió en
su puesto para decir que su familia lleva toda la vida
dedicada a ese negocio de la venta ambulante frente al
mercado, desde la época de sus abuelos.
Ella lleva quince años dedicados al textil, con ropa
femenina, aunque ahora no tiene salida.
A las siete y media de la mañana llega para montar, aunque
desmontar y guardar la mercancía es la parte más trabajosa
para ella.
“Siempre estamos a merced de la intemperie y se dan muchos
casos de días de invierno en que después de montar el puesto
y colocar el género tenemos que recoger todo y volvernos
para casa porque el día está imposible para la actividad”,
apuntó.
En este puesto se pueden encontrar prendas femeninas de todo
tipo: faldas, pantalones, blusas, camisetas, batas,
camisas..., aunque se centra más en comerciar con tallas
especiales, tan difíciles y complicadas de encontrar en
muchos comercios tradicionales.
“Mas que clientes, son amigas ya por el trato de años que
tenemos”, nos confesó para añadir que esta mercancía procede
de la península, de almacenes que se dedican a este tipo de
prendas.
Los precios oscilan entre diez euros las batas y otras
prendas similares, hasta veinte las más caras.
Con tantos años de presencia en el mercadillo, nos apuntó un
detalle en el que coincidieron todas las personas
consultadas después. “Nos gustaría que algún día nos dieran
algún sitio un poco más resguardado y en el que podamos
ponernos a salvo de tantas inclemencias del tiempo. Aquí hay
muchas personas trabajando diariamente. Somos muchas
familias las que comemos de este tipo de comercio”, apuntó
para añadir que en su caso concreto son cinco personas.
Este sistema de venta ambulante no puede compararse con el
que se hace en otras autonomías, ya que en Ceuta el único
lugar para poder hacerlo es donde se encuentran actualmente,
en la calle Romero de Córdoba. Por ello, estos comerciantes
solicitan que no se les compare con otras poblaciones ya que
allí los vendedores ambulantes viajan de una ciudad a otra,
encontrando siempre clientes diferentes. Ellos son fijos, y
es hora de que se tenga algo de consideración con ellos y se
encuentre un sitio con un techo que les resguarde. “Ni se
imaginan lo que pasamos aquí. Hay días muy difíciles”, nos
contó Enriqueta, añadiendo que hay ocasiones en que les ha
tenido que decir a sus clientas que salieran del puesto
porque tenía miedo de que se pudiera caer por el mal tiempo
que hacía.
Ahmed
Tiene ya cincuenta y cinco años de edad y desde pequeñito ya
ayudaba en el mercadillo. Con estos datos, nos anuncia que
lleva toda la vida dedicado a este tipo de negocio.
Bragas, calzoncillos, calcetines, camisetas... todo un
surtido muy variado de ropa interior se encontraba dispuesto
en este tenderete que representa su pan de cada día.
La venta está fatal, y “estamos aguantando porque no hay
otra cosa”, dijo. Y eso, a pesar de que era uno de los
puestos donde encontramos el género más económico. Desde un
euro con cincuenta céntimos ya puede comprar una braguita o
unos calzoncillos, y con tres llega a la camiseta.
Aún con esos precios, el negocio está difícil, menos mal que
Ahmed cuenta con algunos clientes fijos, a los que conoce
desde hace años, que vienen allí a comprar los artículos que
necesitan. “Gracias a Dios, algunas veces estos clientes
vienen a buscarnos”, dijo.
Pero si le nombramos el invierno, que llegará dentro de
pocos meses, su sonrisa ya se torna en seriedad y medio en
broma y medio en serio apunta que es mala temporada y que
hay días en que ni merece la pena salir de casa, “¿para qué?
Si llueve o hace mucho viento, los hierros del puesto llegan
al Hacho como venga una ráfaga fuerte”.
Con su simpatía también fue certero al mandar un mensaje a
los ceutíes, “que vengan de vez en cuando por aquí a gastar
algo, que está la cosa mal”.
Una cosa sí quiso dejar clara: si a las dos de la tarde
tienen que dejar la calle despejada para que se reanude el
tráfico de vehículos, que ocurra lo mismo por la mañana
cuando llegan para montar sus puestos. Y es que se han dado
casos de que después de pegarse el madrugón y salir con la
mercancía y los pertrechos para montar el puesto, llegan al
lugar que tienen designado y se encuentran con un vehículo
que se ha quedado allí estacionado y no pueden trabajar. Se
llama a la grúa y mientras llega y retira ese coche, ya casi
se ha ido la mañana.
Nordin
Nordin vende desde pijamas hasta vestidos de mujer. El
negocio anda igual en todos los puestos, “así, así” nos
decía oscilando su mano, un gesto que todos conocemos y
locución de la que sabemos su significado: regular nada más.
Curiosamente, prefiere las ventas de invierno, aunque
también le afecta cuando el clima es adverso y no invita a
estar en la calle.
La verdad es que se nota que estamos en agosto, que hay
personas de vacaciones y que la afluencia de público al
mercado en sí y al mercadillo es bastante menor a la de
otros meses del año.
A pesar de todo, podríamos definir a este grupo de
comerciantes, algo atípico por lo de su ubicación y tipo de
puestos, de luchadores porque eso es lo que hacen cada día.
Luchar por conseguir hacer negocio en unas condiciones muy
complicadas algunas veces. Pero una cosa sí queda clara, que
verían con agrado la posibilidad de que desde el
Ayuntamiento se acordaran de esas penurias que pasan los
días de gran frío en invierno o de calor tórrido en verano,
y se encontrase un lugar donde poder continuar su actividad
en mejores condiciones.
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