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economía - DOMINGO, 16 DE AGOSTO DE 2009


calle Romero de Córdoba. l.s.

Reportaje / Mercadillo de Hadú
 

Vendiendo contra viento y marea

Las inclemencias del tiempo
marcan la actividad de los puestos
de venta ambulante que se ubican
en la fachada del mercado de Hadú
 

CEUTA
J. Losan

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Un paseo por Hadú nos llevó hasta el mercado de esta barriada, donde tradicionalmente y desde hace muchos años, se instala cada mañana un mercadillo ambulante de puestos y tenderetes dedicados a la venta de diferentes productos. Como nos confesaron algunos de los vendedores, cada vez son menos, y eso se nota en los huecos que quedan libres entre algunos de los puestos.

La crisis también les ha tocado, pese a que cuentan con una mercancía realmente barata y de precios muy atractivos. Prácticamente desde un euro puede usted llevarse ya alguna prenda, como es el caso de algunas camisetas. Ropa interior desde un euro y cincuenta céntimos es otro de los reclamos con los que se intenta atraer la atención de los clientes, que pueden encontrar allí mucha ropa, la mayoría en torno a diez euros la prenda, aunque también se ven juegos de sábana, ropita de bebé y niños o toallas de playa, que es la temporada.

Said


“Está la cosa muy mal. No se vende nada ahora”, nos comenta Said en su puesto de venta ambulante. Como casi todos los demás que se dedican a este tipo de venta junto al mercado de Hadú, orienta su negocio al género textil, y especialmente a prendas de vestir de señora.

A las ocho de la mañana ya tiene montado su puesto para permanecer en él hasta la una y media de la tarde, más o menos. Y es que depende del día y la afluencia de público para que recoja todo más pronto o más tarde.

Todos los días le toca la misma tarea. Una hora para montar el puesto y otra hora también para desmontarlo y recoger la mercancía para volver la mañana siguiente, bien temprano, para repetir la jornada.

Así lleva ya más de siete años, con un ritmo de vida difícil y que no se ve compensado con los resultados del negocio.

Said apuntó que desde hace unos cuatro años se ha notado un gran descenso de actividad, que con la crisis actual no da ni para cubrir los gastos fijos de impuestos, autónomos, tasas municipales...

El género lo trae de polígonos de Málaga y Granada, de donde vienen los pantalones, blusas, chandals, procurando que sea variado.

El calor y el frío son sus principales rivales. Si hace mucho calor, hay poca gente en la calle, y si hace mal tiempo en invierno, con lluvia o viento, no merece la pena ni montar el puesto porque se vendría abajo.

“Un día de lluvia o de viento no hay negocio. No podemos montar”, apuntaba.

Con voces de rebaja pregona su mercancía, esperando que las clientas acudan a su puesto y encuentren algo de su agrado.

Enriqueta


Aunque no quiso salir en la foto, Enriqueta nos atendió en su puesto para decir que su familia lleva toda la vida dedicada a ese negocio de la venta ambulante frente al mercado, desde la época de sus abuelos.

Ella lleva quince años dedicados al textil, con ropa femenina, aunque ahora no tiene salida.

A las siete y media de la mañana llega para montar, aunque desmontar y guardar la mercancía es la parte más trabajosa para ella.

“Siempre estamos a merced de la intemperie y se dan muchos casos de días de invierno en que después de montar el puesto y colocar el género tenemos que recoger todo y volvernos para casa porque el día está imposible para la actividad”, apuntó.

En este puesto se pueden encontrar prendas femeninas de todo tipo: faldas, pantalones, blusas, camisetas, batas, camisas..., aunque se centra más en comerciar con tallas especiales, tan difíciles y complicadas de encontrar en muchos comercios tradicionales.

“Mas que clientes, son amigas ya por el trato de años que tenemos”, nos confesó para añadir que esta mercancía procede de la península, de almacenes que se dedican a este tipo de prendas.

Los precios oscilan entre diez euros las batas y otras prendas similares, hasta veinte las más caras.

Con tantos años de presencia en el mercadillo, nos apuntó un detalle en el que coincidieron todas las personas consultadas después. “Nos gustaría que algún día nos dieran algún sitio un poco más resguardado y en el que podamos ponernos a salvo de tantas inclemencias del tiempo. Aquí hay muchas personas trabajando diariamente. Somos muchas familias las que comemos de este tipo de comercio”, apuntó para añadir que en su caso concreto son cinco personas.

Este sistema de venta ambulante no puede compararse con el que se hace en otras autonomías, ya que en Ceuta el único lugar para poder hacerlo es donde se encuentran actualmente, en la calle Romero de Córdoba. Por ello, estos comerciantes solicitan que no se les compare con otras poblaciones ya que allí los vendedores ambulantes viajan de una ciudad a otra, encontrando siempre clientes diferentes. Ellos son fijos, y es hora de que se tenga algo de consideración con ellos y se encuentre un sitio con un techo que les resguarde. “Ni se imaginan lo que pasamos aquí. Hay días muy difíciles”, nos contó Enriqueta, añadiendo que hay ocasiones en que les ha tenido que decir a sus clientas que salieran del puesto porque tenía miedo de que se pudiera caer por el mal tiempo que hacía.

Ahmed

Tiene ya cincuenta y cinco años de edad y desde pequeñito ya ayudaba en el mercadillo. Con estos datos, nos anuncia que lleva toda la vida dedicado a este tipo de negocio.

Bragas, calzoncillos, calcetines, camisetas... todo un surtido muy variado de ropa interior se encontraba dispuesto en este tenderete que representa su pan de cada día.

La venta está fatal, y “estamos aguantando porque no hay otra cosa”, dijo. Y eso, a pesar de que era uno de los puestos donde encontramos el género más económico. Desde un euro con cincuenta céntimos ya puede comprar una braguita o unos calzoncillos, y con tres llega a la camiseta.

Aún con esos precios, el negocio está difícil, menos mal que Ahmed cuenta con algunos clientes fijos, a los que conoce desde hace años, que vienen allí a comprar los artículos que necesitan. “Gracias a Dios, algunas veces estos clientes vienen a buscarnos”, dijo.

Pero si le nombramos el invierno, que llegará dentro de pocos meses, su sonrisa ya se torna en seriedad y medio en broma y medio en serio apunta que es mala temporada y que hay días en que ni merece la pena salir de casa, “¿para qué? Si llueve o hace mucho viento, los hierros del puesto llegan al Hacho como venga una ráfaga fuerte”.

Con su simpatía también fue certero al mandar un mensaje a los ceutíes, “que vengan de vez en cuando por aquí a gastar algo, que está la cosa mal”.

Una cosa sí quiso dejar clara: si a las dos de la tarde tienen que dejar la calle despejada para que se reanude el tráfico de vehículos, que ocurra lo mismo por la mañana cuando llegan para montar sus puestos. Y es que se han dado casos de que después de pegarse el madrugón y salir con la mercancía y los pertrechos para montar el puesto, llegan al lugar que tienen designado y se encuentran con un vehículo que se ha quedado allí estacionado y no pueden trabajar. Se llama a la grúa y mientras llega y retira ese coche, ya casi se ha ido la mañana.

Nordin

Nordin vende desde pijamas hasta vestidos de mujer. El negocio anda igual en todos los puestos, “así, así” nos decía oscilando su mano, un gesto que todos conocemos y locución de la que sabemos su significado: regular nada más. Curiosamente, prefiere las ventas de invierno, aunque también le afecta cuando el clima es adverso y no invita a estar en la calle.

La verdad es que se nota que estamos en agosto, que hay personas de vacaciones y que la afluencia de público al mercado en sí y al mercadillo es bastante menor a la de otros meses del año.

A pesar de todo, podríamos definir a este grupo de comerciantes, algo atípico por lo de su ubicación y tipo de puestos, de luchadores porque eso es lo que hacen cada día. Luchar por conseguir hacer negocio en unas condiciones muy complicadas algunas veces. Pero una cosa sí queda clara, que verían con agrado la posibilidad de que desde el Ayuntamiento se acordaran de esas penurias que pasan los días de gran frío en invierno o de calor tórrido en verano, y se encontrase un lugar donde poder continuar su actividad en mejores condiciones.
 

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