Latinoamérica está más dividida
que una tarta en casa de un pobre, con familia numerosa, el
día del cumpleaños de su hijo. En el supuesto, que es mucho
suponer, que haya para comprar una tarta aunque sea de
pequeño tamaño. Tarta que de forma gigante que no faltará en
el cumpleaños del hijo de alguno de los dictadores de las
República bananeras.
Esos lugares auténticos paraísos donde los pobres viven de
las innumerables promesas de un mundo mejor, donde todos los
habitantes de estas Repúblicas bananeras serán iguales. Pero
todo queda en eso, en escuchar cada día las mismas promesas
que nunca llegan porque, en estos lugares, el pobre será
cada día más pobres, y los ricos serán cada día más ricos.
Sobre todo aquellos que rodean y apoyan, con todas sus
fuerzas, al dictador de turno.
Latinoamérica ha sido, quizás por su forma de ser y su
carácter, un foco de golpistas que han conseguido hacerse
con el poder, apoyado en las falsas promesas de que todo es
del pueblo y para el pueblo. Un pueblo que, ante esas
promesas de un mañana mejor, apoyan a estos golpistas,
dictadores de medio pelo, que en cuanto consiguen llegar al
poder se olvidan de ese pueblo.
Hay dictadores de estas Repúblicas bananeras, que en un
alarde de facultades y de poder no sabes, si viendo sus
actuaciones ya donde quieren llegar, te lo tomas en serio o
a cachondeo.
Uno de estos dictadores que ha impuesto su ley, no sólo en
su país sino en todos aquellos países que le acompañan en
sus ambiciones de grandeza, comprados por el dinero del
petróleo, no ha tardado mucho tiempo en mostrar sus cartas.
Unas cartas en las que de un plumazo ha terminado con la
libertad de expresión, cerrando cuantos medios de
comunicación, no querían formar parte de un juego qué
veremos a ver a dónde le lleva su ambición de poder. Una
ambición desmedida que en la que se puede hundir y hundir a
todos sus compañeros de viaje.
Ha aumentado considerablemente todo su poder bélico y el de
sus seguidores, creando un ejército con el que se considera
capaz de hacer frete a cualquier ejército del mundo,
incluido el poderoso ejercito americano.
Sueños y delirios de grandeza que le pueden llevar a darse
un enrome batacazo, pues un estornudo del ejercito americano
le bastaría para que este fantasma dejara de serlo.
Sus palabras en la Cumbre de Unasur, sobre el acuerdo entre
Colombia y EE. UU, no dejan de lugar a dudas. Ha comparado
la vivida en Panamá en l989, cuando los americanos
derrocaron al presidente Noriega y se hicieron con el
control del canal, añadiendo “Este plan me lo quieren
aplicar. la Venezuela de hoy no es el Panamá de 1989 ni la
América Latina de hoy es la de 1989, cuando ellos hacían lo
que les daba la gana en este continente”.
Finalmente advirtió a sus colegas que: ”vientos fe guerra
empiezan a soplar en la región”. Parece como si quisiera
buscar una confrontación, para entretener el ejército que ha
creado no vaya a ser que en este ejército, al estar sin nada
que hacer, le salga alguien con ansias de poder y le pueda
dar un golpe de Estado, acabando con sus sueños de grandeza.
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