La Naturaleza sabia y mucho más
inteligente que el ser humano, acabará venciendo al hombre
en la lucha entablada para acabar con ella. Nada ni nadie
podrá jamás con la Naturaleza que, siempre, seguirá siendo
muy superior a todos los seres vivos y sobre todo a su
principal enemigo, el hombre.
El hombre siempre ha luchado por dominar a quien,
precisamente, le da todo lo necesario para que siga vivo. En
esa lucha entablada por dominar a la Naturaleza, mostrándole
su predomino sobre todo lo creado, el hombre ha ido
destruyendo todo cuanto ha encontrado a su paso, bosques,
ríos, mares, montañas. En una palabra todo cuanto se le ha
puesto enfrente y que limitaba su enorme y desmedida
ambición de su poder dominante sobre todas las cosas.
Pero a la vez de esa lucha entablada para el dominio de todo
lo creado, el hombre es el peor enemigo del hombre, luchando
unos contra otros para hacerse con el poder. Una vez vencido
el enemigo, este pasa a ser esclavo del dictador de turno,
que le impone unas condiciones imposibles de cumplir, entre
ellas acabar con lo más sagrado que tiene el hombre, su
libertad.
Sin embargo, en su lucha contra la Naturaleza, el hombre va
de fracaso en fracaso pues a la Naturaleza, sólo le vale, de
tarde en tarde, demostrar que ella es el primer ser
dominante que existe, y que cualquier lucha contra ella,
está de antemano perdida.
Les bastan unas riadas, un terremoto o cualquiera de las mil
estrategias que puede poner en marcha, para demostrarle al
hombre, quién es en realidad quien manda en este mundo.
Con las lluvias torrenciales los ríos que estaban secos se
desbordan, pero teniendo el cause por el que siempre
discurrió sus aguas. No busca un nuevo cause, tiene el suyo
y nadie podrá desviarlo del mismo. Cada año, cuando se
enfada, se muestra tal cuales es, y se lleva por delante,
desgraciadamente, a miles de vidas.
Miles de esas personas que, día a día, no le agradecen todo
cuanto les reporta para poder seguir viviendo pero, por lo
contario, lucha contra ella, para querer dominarla y seguir
su avance ambicioso destruyendo todo cuanto se encuentra a
su paso, siempre que esto sea un handicap para lograr el fin
de sus intereses.
No serán las guerras, ni las bombas de último grito, capaces
de matar a millones de personas la que un día acabe con la
Humanidad. Será la Naturaleza, la que cansada de la ambición
desmedida del hombre y de su desagradecimiento por todo
cuanto le da sin recibir nada a cambio, a no ser su intento
de destrucción la que ponga punto final a todo cuanto nos
rodea.
A ver quién está, entre los seres humanos, lo
suficientemente preparado para enfrentarse a la Naturaleza,
el día que esta esté dispuesta a acabar con todo, lazando
todo su poder contra los que intentan destruirla, si somos
incapaces ha de hacerle frente a una lluvia torrencial.
Le echaremos todas las culpas a la Naturaleza, por la
destrucción que vamos a recibir de ella cuando, en realidad,
somos nosotros, los seres humanos, por nuestra desmedida
ambición, los que hemos llevado al mundo a su destrucción.
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