A pesar de los esfuerzos
realizados desde la Administración Local y, más
recientemente, tras varios años de insistencia por parte de
la Consejería de Cultura, también del Estado con la
inclusión de la catedral de Ceuta en el Plan Nacional de
restauración de estos templos españoles, parece que el
patrimonio eclesiástico de la ciudad no levanta cabeza. A
los problemas de templos como la iglesia de los Remedios y
los graves desperfectos del templo bajo advocación de San
Francisco (siglo XVIII), cerrado a día de hoy al culto y con
un deterioro de tal envergadura que requerirá de una
inversión importante, se suman los problemas, también
arrastrados desde hace años, del principal santuario
cristiano de la ciudad, la catedral.
Si hace apenas unos meses, a finales del pasado año, era la
linterna de la cúpula central la que registraba el
desprendimiento de parte de su fábrica, con el consiguiente
peligro para la integridad física de los fieles por la caída
de cascotes, el pasado martes tocaba el turno de la bóveda
que cubre la nave central. En este caso, el incidente es aún
más preocupante, pues tal como comprobaron los técnicos, el
derrumbe parcial de la bóveda se ha producido por un
hundimiento del tejado. Las humedades y la antigüedad de la
estructura, de madera y probablemente más que centenaria,
son una combinación que pone en grave peligro la estabilidad
de la cubierta y de la bóveda, realizada también con
materiales viejos y muy degradados por el paso del tiempo y
la acción implacable del agua.
Los cimientos de la seo de Ceuta están levantados sobre la
historia misma de la ciudad, milenaria y de raíz cristiana
ya desde los orígenes de esta religión (muestra de ello es
la existencia en su suelo de uno de los pocos templos
paleocristianos o tardorromanos conocidos en la región). Con
todo, se hace indispensable un planteamiento global de ayuda
a nuestros templos cristianos, unos de los principales
signos de la identidad ceutí y que constituyen un legado
patrimonial de incalculable valor.
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