En épocas anteriores –no tan
lejanas- los padres delegaban en los maestros la principal
responsabilidad en la formación de sus hijos. Pero, conviene
recordar, que en sociedades más rígidas y autoritarias esta
delegación iba acompañada de la autorización y del respaldo
absoluto, hasta el extremo de que en el hogar eran apoyadas
todas las decisiones escolares por arbitrarias que estas
fueran. Hoy la tendencia se ha invertido, de tal manera que
los padres ejercen un papel inquisidor e incluso opositor
muy por encima de los legítimos derechos que les asisten.
No es un tema nuevo. Desde mis comienzos, donde todavía no
se hablaba de “fracaso escolar”, sin que esto signifique que
no existiera, todos los enseñantes estábamos convencidos de
la importancia de la lectura. De hecho, la lecto-escritura,
junto a las matemáticas, formaba el llamado bloque de las
instrumentales, es decir, la promoción de curso estaba
condicionada por ellas.
Es fácil demostrar que casi toda la actividad del alumno se
basa en la lectura, ya que aproximadamente ocupa el 90% del
estudio. Por ello se considera la lectura como el medio
fundamental en la formación intelectual del alumno, ya que
la ciencia –a pesar del gran auge de otros medios de
comunicación social- llega a nosotros básicamente a través
de los libros. No obstante, la realidad es otra en la
escuela: no se da la importancia que tiene, excepto en los
primeros cursos de la escolaridad. Debido a esto, el nivel
de lectura en la ESO –y no quiero seguir más hacia arriba-
deja mucho que desear.
Un estudio realizado recientemente –justamente al finalizar
el curso 2008-09- indica que casi un tercio de los escolares
españoles termina la Educación Primaria sin saber leer y
escribir correctamente, siendo esta circunstancia
determinante en el fracaso escolar, ya que los alumnos que
no comprenden lo que leen, difícilmente pueden acceder a la
sociedad del conocimiento. En el Informe Pisa, se refleja
esta carencia.
Por esta razón, los responsables de educación del actual
partido en el poder, llevarán al Parlamento una propuesta
para en lo posible, resolver el problema. Lo que se pretende
es “elaborar, en coordinación con las Comunidades
Autonómicas” un plan de fomento de la lectura para
escolares.
Y es que, pese a los programas de fomento de la lectura
impulsados por el MEC y las CC.AA., el aumento de la
aprobación de la LOE, o el apoyo dado a las bibliotecas
escolares, muestran que la importancia que los poderes
públicos dan a la lectura todavía no han logrado los
resultados pretendidos.
Es significativo que se tomen como referencia “las
evaluaciones internacionales” realizadas, que ponen de
manifiesto, que la competencia de nuestros alumnos en
comprensión lectora, no es la más idónea para afrontar con
éxito los retos de la sociedad del conocimiento. Por ello
“se hace necesario redoblar los esfuerzos e incorporar
nuevas orientaciones” para promover el gusto por la lectura
y fomentar el hábito de leer en los escolares.
De lo que yo no estoy seguro es del éxito que los promotores
proponen. Por un lado una programación que facilita la
relación habitual de los alumnos con los libros, revistas y
periódicos, así como la posibilidad de compartir lecturas de
textos literarios o documentales de producción propia o
ajena. Por otra parte, se recomienda la asistencia a
presentaciones de libros o revistas, encuentros con autores
y asistencia al teatro. También, la orientación del
alumnado, según su perfil lector, las bibliotecas públicas y
las salidas de exposiciones ocupan, entre otras iniciativas,
un lugar destacado.
Como verá el lector, todas estas medidas no son novedosas ya
que, aunque no sean de formas sistemáticas, se realizan en
los centros educativos, principalmente a través de las
Consejerías correspondientes y programas específicos. Pero,
no ahora, sino desde hace mucho tiempo. Por lo tanto, con su
aplicación y consiguiente evaluación, se verá que los
resultados serán los mismos.
Quizás los promotores de esta “novedosa” iniciativa no hayan
pensado que la verdadera solución está en la familia, que
indudablemente, está llamada a valorar en los hogares la
lectura como puerta del éxito escolar. En casa no se lee.
Los alumnos y alumnas han invadido ese espacio reservado
para la lectura, con el uso incontrolado de las
“maquinitas”. Algunos casos son de no leer nada; otros, la
prensa deportiva, que entra en casa, según el signo del
periódico que elige el padre. Ahí está gran parte del gran
fracaso, por lo que, insisto, corresponde a las familias
potenciar la lectura.
Precisamente, hace unos días, en conversación telefónica con
una antigua alumna, hoy madre de dos hijos en edad escolar,
en este tiempo vacacional, por propia iniciativa y
orientaciones de los profesores, obliga a leer a sus hijos,
con horario programado y actividades dirigidas, todos los
días. ¡Y disponen de maquinitas! Y otros elementos de
distracción. Pero antes que nada, la lectura. ¡Ojalá que
todas las familias sigan esta misma línea! La lectura
dejaría de preocupar a nuestros dirigentes educativos.
En etapa de maestro de primaria, según el nivel, en nuestra
biblioteca no faltaban tres libros clásicos, de alto
significado para los alumnos: “Platero y yo”, de J. Ramón
Jiménez, “El Lazarillo de Tormes”, de todavía autor
desconocido, aunque las investigaciones van por buen camino
para conocer su autor y ¡Cómo no, D. Quijote de la Mancha,
de Cervantes!
Sobre este libro, en visita a Cataluña el pasado verano,
saludé a un antiguo alumno de la también antigua Enseñanza
Primaria. Mi sorpresa fue enorme cuando, me mostró el
“Quijote”, que utilizábamos como libro de lectura. Se
encontraba en buen estado de conservación. Después de algo
más de cincuenta años. ¡Qué emocionante reencuentro!
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