Llega un momento en la vida que te sientes vacía, con hijos
adultos que rondan la veintena, y te rodeas de gente que ves
que padecen necesidades y tu misma, ves las tuyas
descubiertas”. Este fue el razonamiento que llevó a la ceutí
Palomo Bozzo a convertirse en una de las muchas madres de
acogida de los niños ucranianos que visitan nuestra ciudad
en Navidad y en verano.
Pero su caso es especial ya que nunca había experimentado el
sentirse madre por segunda vez y menos, de una pequeña,
Tania, que sólo hablaba ucraniano y apenas español. A pesar
de todo, la ceutí se puso en contacto con la asociación
local Digmun para informarse de todo el proceso y los
trámites a seguir porque su objetivo fundamental era “ayudar
a un niño como estos”, aclaraba.
Días antes de que la pequeña Tania llegase a la ciudad
autónoma y temiendo lo que se podía encontrar “porque yo
quería una niña pero no podías elegir ni sexo ni edad”, esta
ceutí confesaba estar muy nerviosa ya que desconocía lo que
el destino le podía deparar. Y los primeros minutos en los
que vio a su pequeña, las lágrimas de felicidad le coparon
el rostro. “No se me olvidará nunca, no paraba de llorar.
Las ves tan pequeña, con sólo seis añitos y tan linda”,
confesaba con entusiasmo.
Sin hablar prácticamente una palabra del español, Tania y
Paloma se entienden a la perfección; un mirada, un gesto, un
abrazo, son suficientes para comprobar que la química
resalta por sí sola. “Lo entiendo todo pero habla muy poco
aunque se le nota que tiene un retraso lingüístico, quizás
por las circunstancias en las que está o por falta de
estímulos. Cada niño se ve que está marcado, que está a
falta de todo. Además que tienen otros símbolos, otra forma
de escribir”, sintetizaba la madre de acogida.
Con sólo seis años, Tania es capaz de brindar la mejor de
sus sonrisas a una simple ola del mar, un guiño a los
calurosos rayos de sol, un abrazo repleto de ternura para
quien, durante unos meses, le repleta el corazón de
sentimientos. “Se le nota que es muy espabilada,
hiperactiva. Si no la entiendo, ella me explica haciendo
mímica con cosas que relaciona y eso nos ocurría los
primeros días. Ahora antes de que me diga nada, yo ya sé lo
que quiere”, comentaba con dulzura esta primeriza. Inquieta,
activa, con afán de superación, entusiasta con todo lo
relacionado con los deportes y, sobre todo, agradecida, son
los adjetivos que mas destacaba Paloma al hablar de su
pequeña. “Si viene un carpintero a casa, se pone cerca para
mirar, y nadar o jugar le encanta. Todo menos sentarla a
escribir”, bromeaba. Y es que pasar de una estancia entre
cuatro paredes donde los chicles en el suelo parecían
alimento, a una simple tarde de playa, para los niños
ucranianos son mucho más que un regalo de Navidad. “Ahora se
les ve que son felices, se entretienen con todo porque están
acostumbrados a tener pocos recursos. Si Dios quiere, mi
intención es tenerla hasta cuando pueda y lo importante es
que se alimenten bien, les hagamos los reconocimientos
médicos y regresen sanos. Aunque, realmente, te devuelven la
vida, te la cambian. Recibes más de lo que das”, se
sinceraba la ceutí, Paloma Bozzo.
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