Tres esencias de Ceuta, lo militar más como principios y
valores que como gatillo; lo político desde la vertiente más
reivindicativa, autonomista y localista, ceutista en suma, y
la religión entendida como canal de entendimiento y no de
confrontación recibieron ayer sendos Escudos de Oro de la
Ciudad en las personas de Luis Manso, José Antonio Querol
Postigo y Abdeselam Ahmed.
El antiguo Salón de Plenos de la Asamblea sirvió ayer al
presidente de la Ciudad, Juan Vivas, en nombre de la
Asamblea como órgano representantivo de toda la sociedad
ceutí, para rendir tributo a tres personas que encarnan,
cada uno desde su perfil, la mejor esencia de Ceuta. Fueron
el militar Luis Manso; el político José Antonio Querol
Postigo y el imam de la mezquita de Muley El Mehdi,
Abdeselam Ahmed.
Tres hombres, dijo Vivas, del primer tercio del siglo XX,
que encarnan, cada uno a su manera, tres esencias de Ceuta
de las que acabaron de forjarse en aquella época, según
repasó el presidente. La de la ciudad militar pero no
agresiva; la de la ciudad multicultural y multirreligiosa
que aspira a acabar de digerir las virtudes y complicaciones
de las diferencias y la de la ciudad orgullosa de sí misma
que reivindica ser vista como tal desde el resto de España.
Fue un acto sencillo y sentido al que acudió el delegado del
Gobierno y gran parte de los diputados de la Cámara
autonómica, así como un amplia representación de anteriores
distinguidos por la Ciudad Autónoma por su aportación al
progreso y bienestar de Ceuta y un nutrido grupo de
familiares de los premiados que dio calor al evento con su
palmas sin distinción de nombres.
No habló Querol Postigo, el político que quijotescamente
luchó durante décadas por la Constitución y por su
aplicación integral a Ceuta y del que el presidente alabó su
permanente “compromiso con la ciudad”.
Sí lo hizo, en nombre de su padre, Mustafa Abdeselam, que
aprovechó el micrófono para recordar a los presentes que
“nuestra riqueza”, la de los ceutíes, “no es otra que la
diversidad, creatividad y solidaridad de todas las
comunidades que vivimos aquí”. Y por eso animó a perseverar
sin cejar en el empeño por construir ese ambiente en el que
“la dignidad humana esté por encima de todo” y en el que
todos, de verdad, seamos iguales, y no unos más iguales que
otros.
Manso repasó su vida y su amor a Ceuta, donde colmó los
sueños de su difícil infancia y donde además de su amor, qué
mejor hallazgo, halló el espacio, la compañía y el ambiente
para escribir, para entregarse a la cultura y a lo castrense
hasta alcanzar la felicidad “casi completa” de ayer, pues la
total, advirtió “lo es de los ilusos”.
El tenor de la noche lo resumió también él, mejor que nadie,
con una frase que Abdelatif Hwidar, el cineasta ceutí
célebre, el hijo del imam, alabó a gritos (“¡así se habla!”,
aplaudió) con su sensibilidad artística a flor de piel: “El
mérito no reside en recibir glorias, sino en merecerlas”,
dijo Manso y arrancó una ovación.
Vivas, que cerró el acto, glosó los méritos de los
distinguidos y consideró “un honor” refrendar con hechos el
acuerdo adoptado por unanimidad en Pleno. Resaltó los
valores humanos que, llevados a la práctica, hacían de los
reconocidos dignos receptores de tal “responsabilidad” y
resumió su valor para Ceuta: “Llevan nuestro escudo sobre el
corazón porque siempre han llevado en él a esta ciudad”.
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Una distinción que premia la dedicación al progreso local
La concesión del Escudo de oro de
la Ciudad de Ceuta está destinada a”mostrar el
agradecimiento de ésta a personas que institucional o
profesionalmente se hayan distinguido por su dedicación e
interés demostrado en el progreso de la ciudad” y obedece al
deseo “de hacer constar públicamente, mediante una concesión
honorífica, tales esfuerzos”. Lo concede la Asamblea, a
propuesta del Presidente o de un número de Diputados no
inferior a cinco, pudiendo ser instada su entrega “por
cualquier miembro de la Asamblea o por Entidad u Organismo
público o privado”. El galardón es el escudo de Ceuta: “En
campo de plata, cinco escusones de azur, puestos en cruz,
cargados cada uno con cinco bezantes de plata, puestos en
sotuer, con bordura de gules cargada de siete castillos de
oro, dos en jefe, dos en flanco y tres hacia la punta”.
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