Hace apenas unas horas, en un programa nocturno de máxima
audiencia, era entrevistado el ceutí Guillermo Molina, gran
jugador de waterpolo que esta misma noche [por el sábado
pasado] disputará la final del Campeonato del Mundo en los
Mundiales de Roma.
Y se mostraba orgulloso de que su ciudad haya pensado en
poner su nombre al polideportivo que en breves fechas
inaugurará Ceuta.
Sin poner la más mínima pega a este hecho no he podido
evitar desvelarme a las cinco de la madrugada y acordarme de
una gran persona fallecida hace poco tiempo y que dedicó
muchísimas horas de su tiempo a trabajar por el deporte
ceutí, en este caso al fútbol base.
Estoy hablando del señor, con mayúsculas, don Eugenio Canas,
con el que tuve el honor y el placer de compartir muchas
horas de campos de tierra, viajes interminables y vestuarios
con glorioso olor a Réflex.
Y estas humildes palabras van dirigidas a los dirigentes
políticos de esta ciudad, también la mía, para recordarles
algo en lo que estoy seguro que muchos caballas estarán de
acuerdo conmigo. Repito, desde este humilde escrito,
propondría el nombre de Eugenio Canas para este nuevo
polideportivo, y aunque para algunos de estos políticos la
foto no sería tan jugosa ni tan mediática, seguro que
honrarían a un gran deportista, por su puesto mejor persona,
a la que muchos ceutíes no podrán olvidar por mucho que no
haya ganado mundiales ni sea mundialmente conocido.
Nadie que haya sido entrenado por él podrá olvidar su gran
dedicación, su entrega total y pocas veces remunerada y el
gran trabajo, sobre todo humano, que realizó con miles de
niños que, como yo, soñaron un día con ser deportistas de
alto nivel, y que al menos aprendieron a ser compañeros y
que nunca podremos olvidar la lección de vida que él nos
enseñó.
Mucho tiempo después de dejar el fútbol y tras trasladarme
por motivos de trabajo a la ciudad hermana de Melilla no me
podía permitir el lujo de dejar de volver a compartir con él
las horas previas a un partido cada vez que visitaba esta
ciudad para disputar un partido y nunca podré agradecerle
que me dejara volver a rezar el Padrenuestro más sentido que
jamás pudiera escuchar, las palabras de ánimo y, sobre todo,
de respeto hacia los rivales que siempre se escuchaban en su
vestuario, un santuario en el que yo volvía a emocionarme, a
volverme a sentir como un niño con botas nuevas.
Volviéndome a emocionar al escribir estas palabras, estoy
seguro de que el gran Willy Molina no sentiría ningún
menosprecio si finalmente el nombre de Eugenio Canas
figurara con letras de oro en la historia de Ceuta.
Mi pequeña hija se ha desvelado conmigo y le he contado mi
pequeña historia.
Ahora nos constará volvernos a dormir, pero al menos será
con la conciencia bien tranquila de no dejar en un sueño lo
que hace mucho tiempo que debería haber ocurrido.
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