Comida con alguien a quien aprecio
lo suficiente para dejarme asaetear a preguntas. Aunque todo
transcurre bajo el control del aire acondicionado. Ya que
hemos logrado que el dueño del restaurante lo ponga en su
justa medida.
Si bien es verdad que yo había tomado mis precauciones:
camisa de mangas largas y chaqueta por si acaso. Porque al
menor descuido, no lo duden, uno coge el trancazo
correspondiente. Y en los tiempos que corren, debido al
virus de la gripe A, cualquier atisbo de resfriado causa un
miedo cerval en el personal. Y uno se expone a que lo miren
como si estuviera apestado.
Decía que mi apreciado compañero de mesa parecía un fraile
inquisidor. Empezó deslizando en la conversación que Juan
Vivas, como siga casando a la gente con tanta
prosopopeya, terminará dejando a Rouco Varela a la
altura del betún.
Mi silencio sorprendió a mi interlocutor. Ya que él esperaba
mi opinión acerca de esa boda en la que el alcalde consiguió
superarse a sí mismo. Pero mi laconismo le hizo pasar por
unos momentos apurados. Los justos para aparecer con más
fuerza.
-¿Sabes tú, Manolo, por qué José Antonio
Rodríguez, que antes parecía la alegría de la huerta,
ahora está siempre con el ceño fruncido y poniendo cara de
inspector Gadget?
Lo que le pasa a Rodríguez, a mi modesto entender, es que
ser consejero de Gobernación da porte. Y nuestro hombre, una
vez que se ha hecho con las riendas de una consejería
compleja, ha logrado asumir su responsabilidad con el
carácter que exige ocupar tal cargo. Y lo primero que ha
hecho es prohibirse sus chistes y bromas, tan celebrados
siempre, en los sitios públicos. Porque cree que eso le
confiere la personalidad adecuada a su situación.
-En cambio, Yolanda Bel, a quien vi días atrás,
parece una mujer que ha vuelto a recuperar la alegría
juvenil que tanto nos gustaba a todos cuando iba siempre
acompañada de Mohamed Hamadi, ‘Tafi’. ¿Por qué será?
Porque la vida está hecha de amistad y de amor. Y cuando
ambas cosas se juntan, todo es más fácil (a propósito: mis
deseos de recuperación para mi estimado Tafi, a quien llamo
a su móvil sin obtener respuesta).
-¿Me puedes decir por qué te cae tan mal Juan Luis
Aróstegui?
A mí no me cae mal nadie. O al menos procuro contener ese
sentimiento. Ahora bien, lo que me separa de Aróstegui es el
tono, en cómo hace hincapié en todo lo que escribe, porque
una cosa es la crítica al gobierno y otra declarar a cada
paso que estamos en manos de gente corrupta. O sea, que el
Ayuntamiento es un calco del famoso Patio de Monipodio.
Dando la impresión de que él se siente estafado. Como si no
supiéramos cuáles fueron sus andanzas como concejal.
Y es que nuestro hombre, el secretario general de CCOO, se
las da de perfecto, con tendencia a pensar que la suerte de
Ceuta depende –o debería depender- de su pluma. Cuando su
prosa, además de malhumorada, es horrible. En puridad, lo
desagradable de él es que trata de aparentar lo que no es. Y
la gente, claro está, ni lo vota ni le toma en serio. Que es
lo peor que le puede ocurrir a un político con ínfulas de
apocalíptico y que se ha quedado en un matasiete que siempre
actúa los jueves.
El inquisidor pagó la comida.
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