El título de libro es “La Escuela
sin ley”, siendo su autora Amalia Gómez Gómez, nacida en
Abarán (Murcia) en 1943. Es Diplomada en Lengua y cultura
Inglesa y Licenciada en Filosofía y Letras (Sección
Historia). Ejerció como profesora de Historia en el
Instituto Velázquez de Sevilla. Con un amplio curriculum en
el campo de la enseñanza y ocupando distintos cargos en la
Administración. En los momentos actuales es Presidenta de la
Cruz Roja Española en Sevilla. Ha publicado varias obras, de
claro contenido histórico.
El libro está escrito desde la experiencia de los problemas
de violencia que se viven en los centros escolares.
Vivencias de la propia autora y de la comunidad educativa.
Es un libro, según la autora, escrito desde la esperanza, es
decir, sin dar por perdida la batalla de ese gran problema
que de forma tan negativa, está incidiendo en la convivencia
escolar. Por otro lado, crear en las familias la conciencia
necesaria para su eficaz participación en las tareas
educativas y reducir, mejor evitar, la problemática
existente, en forma de agresividad que se dan en las aulas
de centros escolares y, lamentablemente, también fuera de
ellas.
Siendo así, también se dan a conocer las medidas adoptadas y
sus resultados y las orientaciones necesarias para la
realización de las consultas pertinentes en asociaciones e
instituciones relacionadas con el problema.
Como síntesis de uno de los capítulos –seis en total- hago
un extracto del mismo, ya que se refiere exclusivamente al
tema de la violencia: “Por un lado, la situación que viven
profesores y maestros, por la incomprensión que sufren por
algunas administraciones, y también desde determinados
sectores, debiéndose a una supuesta actitud permisiva o
pasiva de los mismos. La autoridad en los momentos actuales
queda restringida, más bien anulada, al tener que recurrir a
la Jefatura de Estudios o a la Dirección ante las
situaciones conflictivas que se les presentan, tomándolo por
sistema.
Permisividad o pasividad, como se quiera llamar, pero la
realidad no es otra que esa pérdida de autoridad, que
incluso quedan maniatados ante la imposibilidad de hacer
frente a las medidas correctivas.
Lo que está muy claro es la problemática de la violencia
escolar, que requiere, dicho sea de paso de un seguimiento
riguroso de las medidas que se vayan adoptando, porque es
indudable que la convivencia escolar se ve afectada por el
problema de la violencia… No sólo hay que pensar en cómo
modificar conductas violentas, sino que también hay que
tener muy en cuenta el modo de estimular y apoyar al
profesorado, a ese profesorado que se resiste y que, en
numerosas ocasiones, también es víctima de acosos, a menudo
con escaso y lento respaldo de las administraciones
competentes.
Algunos docentes dentro del aula, padecen humillaciones,
faltas de respeto expresadas en gestos de displicencia,
burlas, lanzamientos de bolas de papel y tizas y
contestaciones irrespetuosas. Cuando esta situación se
produce, los intentos de erradicarlas, suelen fracasar,
porque, por lo general, son varios los menores que se
alteran en estas actividades que acaban por obstaculizar de
manera absoluta el desarrollo de la clase.
El desgaste personal que estos comportamientos suponen para
el profesorado es muy grande, porque es desalentador ver
cómo fracasan los alumnos que interrumpen y entorpecen el
trabajo de clase pero aún es más descorazonadora la
impotencia que los enseñantes sienten al no contar con los
medios necesarios para la recuperación de los alumnos
conflictivos y la normalización del aula de trabajo. Para el
profesorado, la expulsión de los alumnos conflictivos no es
la solución, sino una medida paliativa, ya sea temporal
–generalmente lo es- o definitiva.
Como muchos padres y profesores, confía la autora en el
futuro de la educación en España, siempre que la comunidad
educativa sea vida y, sobre todo, partiendo de que la
educación debe planificarse el margen de las estrategias
políticas de los partidos. La mayor riqueza de un país es su
gente. A mayor nivel de educación, mejor uso de la libertad
y más generosidad en el ejercicio de la responsabilidad.
La convivencia escolar no consiste sólo en la normalidad del
funcionamiento de sus estructuras y en la consecución de
objetivos estadísticos –generalmente manipulados,
“cocinados”-. Del mismo modo, tampoco han de interpretarse
los brotes de violencia o acoso escolar como temas aislados,
ya se trate de conflictos entre iguales o de agresión a un
docente. La recuperación de la autoridad del profesorado
pasa necesariamente por un reforzamiento de las competencias
del claustro de profesores, en los momentos actuales
desprovistos de toda autoridad…”
Por su interés, y no es mi intención hacer propagan da del
libro, sí que veo la conveniencia que, como documento de
consulta, por la exposición y resolución de conflictos que
contiene, que debe figurar como elemento de consulta para el
profesor-maestro. En la actualidad, nadie podrá negarlo, la
enseñanza pasa por una auténtica crisis de valores. Es
necesario un acuerdo en aquellos aspectos que nos son
necesarios, decisivos y comunes. “Y hablando de Educación
esta tarea no es sólo labor de un Ministerio, ni siquiera de
un Gobierno, es de toda la sociedad. La educación es la
mejor política social, es consustancial a la democracia,
vértice y fundamento de la misma. Y es una tarea de
permanente, que alcanza a toda la vida (Ángel Gabilondo,
Ministro de Educación)”. Precisamente el Sr. Ministro hace
una llamada general a la sociedad, que reclama a voces un
pacto para la educación.
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