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OPINIÓN - MARTES, 28 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Un libro
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

El título de libro es “La Escuela sin ley”, siendo su autora Amalia Gómez Gómez, nacida en Abarán (Murcia) en 1943. Es Diplomada en Lengua y cultura Inglesa y Licenciada en Filosofía y Letras (Sección Historia). Ejerció como profesora de Historia en el Instituto Velázquez de Sevilla. Con un amplio curriculum en el campo de la enseñanza y ocupando distintos cargos en la Administración. En los momentos actuales es Presidenta de la Cruz Roja Española en Sevilla. Ha publicado varias obras, de claro contenido histórico.

El libro está escrito desde la experiencia de los problemas de violencia que se viven en los centros escolares. Vivencias de la propia autora y de la comunidad educativa.

Es un libro, según la autora, escrito desde la esperanza, es decir, sin dar por perdida la batalla de ese gran problema que de forma tan negativa, está incidiendo en la convivencia escolar. Por otro lado, crear en las familias la conciencia necesaria para su eficaz participación en las tareas educativas y reducir, mejor evitar, la problemática existente, en forma de agresividad que se dan en las aulas de centros escolares y, lamentablemente, también fuera de ellas.

Siendo así, también se dan a conocer las medidas adoptadas y sus resultados y las orientaciones necesarias para la realización de las consultas pertinentes en asociaciones e instituciones relacionadas con el problema.

Como síntesis de uno de los capítulos –seis en total- hago un extracto del mismo, ya que se refiere exclusivamente al tema de la violencia: “Por un lado, la situación que viven profesores y maestros, por la incomprensión que sufren por algunas administraciones, y también desde determinados sectores, debiéndose a una supuesta actitud permisiva o pasiva de los mismos. La autoridad en los momentos actuales queda restringida, más bien anulada, al tener que recurrir a la Jefatura de Estudios o a la Dirección ante las situaciones conflictivas que se les presentan, tomándolo por sistema.

Permisividad o pasividad, como se quiera llamar, pero la realidad no es otra que esa pérdida de autoridad, que incluso quedan maniatados ante la imposibilidad de hacer frente a las medidas correctivas.

Lo que está muy claro es la problemática de la violencia escolar, que requiere, dicho sea de paso de un seguimiento riguroso de las medidas que se vayan adoptando, porque es indudable que la convivencia escolar se ve afectada por el problema de la violencia… No sólo hay que pensar en cómo modificar conductas violentas, sino que también hay que tener muy en cuenta el modo de estimular y apoyar al profesorado, a ese profesorado que se resiste y que, en numerosas ocasiones, también es víctima de acosos, a menudo con escaso y lento respaldo de las administraciones competentes.

Algunos docentes dentro del aula, padecen humillaciones, faltas de respeto expresadas en gestos de displicencia, burlas, lanzamientos de bolas de papel y tizas y contestaciones irrespetuosas. Cuando esta situación se produce, los intentos de erradicarlas, suelen fracasar, porque, por lo general, son varios los menores que se alteran en estas actividades que acaban por obstaculizar de manera absoluta el desarrollo de la clase.

El desgaste personal que estos comportamientos suponen para el profesorado es muy grande, porque es desalentador ver cómo fracasan los alumnos que interrumpen y entorpecen el trabajo de clase pero aún es más descorazonadora la impotencia que los enseñantes sienten al no contar con los medios necesarios para la recuperación de los alumnos conflictivos y la normalización del aula de trabajo. Para el profesorado, la expulsión de los alumnos conflictivos no es la solución, sino una medida paliativa, ya sea temporal –generalmente lo es- o definitiva.

Como muchos padres y profesores, confía la autora en el futuro de la educación en España, siempre que la comunidad educativa sea vida y, sobre todo, partiendo de que la educación debe planificarse el margen de las estrategias políticas de los partidos. La mayor riqueza de un país es su gente. A mayor nivel de educación, mejor uso de la libertad y más generosidad en el ejercicio de la responsabilidad.

La convivencia escolar no consiste sólo en la normalidad del funcionamiento de sus estructuras y en la consecución de objetivos estadísticos –generalmente manipulados, “cocinados”-. Del mismo modo, tampoco han de interpretarse los brotes de violencia o acoso escolar como temas aislados, ya se trate de conflictos entre iguales o de agresión a un docente. La recuperación de la autoridad del profesorado pasa necesariamente por un reforzamiento de las competencias del claustro de profesores, en los momentos actuales desprovistos de toda autoridad…”

Por su interés, y no es mi intención hacer propagan da del libro, sí que veo la conveniencia que, como documento de consulta, por la exposición y resolución de conflictos que contiene, que debe figurar como elemento de consulta para el profesor-maestro. En la actualidad, nadie podrá negarlo, la enseñanza pasa por una auténtica crisis de valores. Es necesario un acuerdo en aquellos aspectos que nos son necesarios, decisivos y comunes. “Y hablando de Educación esta tarea no es sólo labor de un Ministerio, ni siquiera de un Gobierno, es de toda la sociedad. La educación es la mejor política social, es consustancial a la democracia, vértice y fundamento de la misma. Y es una tarea de permanente, que alcanza a toda la vida (Ángel Gabilondo, Ministro de Educación)”. Precisamente el Sr. Ministro hace una llamada general a la sociedad, que reclama a voces un pacto para la educación.
 

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