Una de las primeras tareas abordadas por la nueva Junta
Directiva de la Asociación de Vecinos del Príncipe Alfonso
ha sido la de recopilar datos sobre el que considera uno de
los problemas más acuciantes de la barriada, la
infravivienda. Hasta el momento, ha reunido, mediante partes
de incidencias, información acerca de 110 casas que
presentan graves deficiencias. Una vez completen esta
revisión, y tal como han acordado con el consejero de
Fomento, Juan Manuel Doncel, contrastarán su lista de
afectados con las que obran en los servicios urbanísticos y
sociales de la Ciudad para establecer las prioridades en los
realojos.
Calor asfixiante en verano, frío en invierno, ratas, peligro
de explosión o de incendio por instalaciones eléctricas o
electrodomésticos en pésimo estado... Este es el panorama
desolador que presentan algunas viviendas de la barriada de
Príncipe Alfonso. La nueva Junta Directiva de la Asociación
de Vecinos se ha puesto manos a la obra y como una de sus
primeras tareas ha abordado la recopilación de datos,
ofrecidos por los propios afectados, sobre estas
situaciones.
Hasta la fecha, y tal como mostraron a EL PUEBLO, que visitó
con los representantes vecinales algunas de estas
infraviviendas, han recogido 110 ‘partes de incidencias’, en
los que los vecinos anotan su dirección y las deficiencias
que presentan sus casas. En próximas fechas y tal como
acordaron con el consejero de Fomento, Juan Manuel Doncel,
los representantes de los vecinos se reunirán con el
director de la Oficina Técnica de Obras, Javier Arnáiz, con
el fin de contrastar los datos de los que disponen con los
que tiene la Ciudad, procedentes de los servicios de
urbanismo y Servicios Sociales.
El objetivo de la asociación es, tal como señala su
vicepresidente, Moshin Mohamed, que los realojos que se
lleven a cabo no sólo beneficien a los vecinos afectados por
las obras de urbanización en marcha, sino que se tenga en
cuenta también otros casos urgentes y a veces, más antiguos.
“Hay mucha gente que lleva años en una situación muy
precaria y no se deben de olvidar de ellos aunque en las
zonas en las que viven no se estén haciendo obras”, señaló
Mohamed.
Este es el caso de Fatima Layasi, una joven de 33 años,
madre soltera, que vive con su pequeño, de 9, en el número
54 de la calle Este, justo enfrente de la farmacia del
barrio. Su “vivienda”, que según cuenta construyó su padre,
ya fallecido, no es sino una chabola de dos plantas con
techo de uralita y ciega en prácticamente el 50 por ciento
de su espacio, de apenas 30 metros cuadrados. Layasi
mantiene la cocina -la típica de ‘camping’, alimentada con
gas butano- cubierta con papel de aluminio porque, dice, las
ratas entran a diario por un agujero del techo, justo encima
del lugar en el que prepara la comida. Este hueco, al igual
que el “servicio”, en un espacio contiguo y sin más
sanitarios que un váter turco, no tiene luz. Ambos reciben
tan sólo, de noche y de día, la tenue iluminación de una
bombilla situada en un punto medio.
Fátima y Mohamed Alí, un joven matrimonio, viven en otra
calle del sector Este en las mismas lamentables condiciones,
en su caso, con tres niños, Mohamed, Hamsa y Zakarías, de
13, 6 y 3 años. Los dos más pequeños dormitaban en una de
las calurosas mañanas de esta semana en la habitación que
sirve de dormitorio a todos ellos, y donde el cabeza de
familia realiza el único trabajo por el cual ingresa unos
euros al mes, la reparación de aparatos electrónicos.
Al igual que en el precario hogar de Fatima Layasi, en la
casa de Alí apenas podía respirarse bajo el techo metálico,
que irradia el calor del exterior con una fuerza asfixiante.
El olor a humedad, los cables peligrosamente colocados sobre
los muebles y la falta de espacio son los denominadores
comunes de las condiciones de vida de estos vecinos.
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