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OPINIÓN - SÁBADO, 25 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hombre arrogante y narcisista
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me dicen, en sitio que suelo frecuentar, que una mujer joven ha preguntado por mí. Poco tiempo después, aparece y con pasos dubitativos se dirige hacia donde yo estoy. Tras preguntarme si soy la persona que ella busca, se disculpa por abordarme. Aprovecho el momento para invitarla a sentarse a mi mesa.

Tiene la voz agradable, los ojos almendrados, y en su cara destacan la boca y unos pómulos abultados. Luce melena suelta y cuidada, y su figura es armónica. Es una mujer atractiva, sin duda. Aunque se le nota bastante que está asediada por los nervios.

La invito a que me cuente el motivo de su visita. Y, tras mirarme fijamente, se le escapa un suspiro que suena a antesala de no saber por dónde empezar. Le recomiendo tranquilidad y aprovecho el momento para pedirle un refresco. Con el fin de que semejante intervalo le sirva para calmarse.

Pasado ese tiempo, mi usted dirá... surte efecto. “Verá, De la Torre, el venir a verle, como usted comprenderá, me ha costado mucho trabajo. Puesto que yo le conocía sólo de oídas y de haberle leído en alguna que otra ocasión. No muchas, la verdad por delante. Porque tampoco dispongo de mucho tiempo libre”.

Bien, no se preocupe. Si en algo puedo ayudarla..., lo haré. Dentro de mis modestas posibilidades.

-Gracias. Lo sé. Puesto que quien me ha recomendado que viniera a verle, me lo ha dicho. Y esa persona merece toda mi confianza. Iré al grano: estoy pasando por un mal trance. Debido a que estoy siendo acosada por un hombre con quien trabajo. Y cuando me he rebelado, no sin antes haberle dicho muchas veces que perdía el tiempo con sus propuestas, insinuaciones y atrevimientos..., he tenido problemas. Tan grandes como que han tratado de darle la vuelta al asunto: achacándome a mí las causas de la situación. Porque estoy decidida a denunciarlo.

¿Aún no la ha denunciado?

-No. Ya que en estos casos las víctimas de acosos sexuales se exponen a que no tomen en serio sus palabras, y además de perder el empleo, muchas reciben burlas y hasta son señaladas como culpables de provocar los desatinos sexuales del hombre.

Mire usted, tener miedo al que dirán los demás me parece que no le va a servir de nada. Porque en cuanto descubran que usted está asustada, o que le aterran los comentarios que puedan propalar sobre unas supuestas provocaciones suyas, todo será peor que antes. Para usted, naturalmente.

-Lo entiendo. Pero estoy hecha un mar de dudas. Compréndame usted también a mí.

Explíqueme, pues, a qué ha venido a verme. Dado que ni yo soy especialista en tales cuestiones, ni puedo ayudarla en ningún otro sentido.

-Sí puede ayudarme. Lo creo firmemente. Porque, sin leerle diariamente, como ya le he dicho, me consta que sus columnas son muy seguidas. Y mi jefe es lector suyo. Y aunque arrogante y narcisista, hasta el extremo de ser un acosador que suele perder los papeles cuando se le dice que no, en cuanto usted cuente algo en relación con mi problema y el de otras mujeres que han pasado por lo mismo, sé que sentirá aludido. Y se asustará. E incluso podría perder la ayuda que recibe de su entorno.

Si usted lo cree así...
 

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